Entre las cosas absurdas o incomprensibles de estos días, se encuentra la molestia que algunos han manifestado por la adhesión inequívoca de la expresidenta Michelle Bachelet a la candidatura de Jeannette Jara. Se ha dicho o insinuado, incluso, que ello podría causar perjuicio a su candidatura a la ONU.
Todo esto es absurdo.
¿Se esperaba acaso que la expresidenta Bachelet apoyara a José Antonio Kast y que, como el expresidente Frei, se fotografiara con él declarando luego su acuerdo en asuntos esenciales? ¿Quizá se esperaba, con menos ambición, que ella guardara silencio y que, considerando a Jeannette Jara una suerte de apestada por su militancia comunista, eludiera de cualquier forma que se le asociara a ella? Basta formular esas preguntas para poner de manifiesto cuán absurdas son las reacciones que la adhesión de la expresidenta ha causado.
Pero —se dirá— es que con esa conducta ella lesiona su candidatura a la ONU, porque al abandonar la actitud prescindente se priva del apoyo de un eventual gobierno de Kast.
Algo así es también absurdo. Imaginarse a estas alturas a la expresidenta como anegada de cálculo, insomne pensando qué ha de hacer y qué no para aumentar las posibilidades de ser electa en la ONU, renunciando a su propia memoria política por temores de esa índole o, peor, por temores alimenticios, es incluso más absurdo que sorprenderse por su desayuno con Jeannette Jara. Y es igualmente absurdo pensar que José Antonio Kast, en el evento de ser presidente, tome en cuenta este desayuno, o cualquier otro gesto, para avinagrar su relación con ella.
La expresidenta Bachelet ha obrado así porque lo cree correcto, incluso si con ello lesionara su propio interés. Sí, es verdad. Es muy raro en política, especialmente por estos días en que todo parece cálculo o póker, encontrar a alguien que simplemente haga lo que estima correcto de hacer.
Y lo mismo, quizá, al margen de la opinión que merezca el contenido de su decisión, habría que decir del expresidente Frei. Él, no cabe duda, hubo de anticipar las reacciones que su adhesión a Kast produciría. Y no debió sorprenderse que luego de hacerse público su gesto se le suspendiera la militancia y se le amenazara con la expulsión e incluso se insinuara haber abandonado (la expresión fue más dura, pero no vale la pena repetirla) el ejemplo o la memoria de su padre. Todo eso él, por supuesto, lo sabía, como sabía la expresidenta que su adhesión explícita a Jara podría desmedrar o alguien podría usarla para desmedrar, su candidatura a la ONU; pero él, sabiendo todo eso hizo lo que consideró correcto y mejor. Y a alguien podrá no gustarle aquello que él consideró correcto y mejor, pero no hay duda de que hay que celebrar que haya gente, como el expresidente y la expresidenta, que actúen atendiendo a lo que consideran correcto y no a lo que les ahorrará molestias o rechazos, o pullas o inconvenientes.
Hacer lo que se cree correcto y no lo que evita molestias, es virtuoso y debe ser aplaudido.
Especialmente en estos momentos en que el reciente momento electoral mostró cuánto cálculo hubo en las alianzas y en la conformación de las listas, muchas de las cuales no lograron ocultar el interés puramente alimentario o laboral, por decirlo así, de sus integrantes, quienes antes de discernir lo que parecía correcto, se detuvieron a pensar en lo que les convenía para ser electos o reelectos, como si la política fuera una alternativa laboral y no un esfuerzo por discernir lo que es mejor para la vida colectiva.
Por eso el gesto de Frei hacia Kast, a pesar de los rechazos que debió anticipar, o el de Bachelet hacia Jara, no obstante saber los pretextos que provee en contra de su candidatura a la ONU, deben ser aplaudidos porque muestran que, después de todo, en esta época flácida y claudicante (salvo ante el propio interés) hay políticos que enseñan que hay momentos en que simplemente hay que hacer lo que se cree correcto. (El Mercurio)
Carlos Peña



