En la víspera de la primera vuelta se ha ido consolidado la idea de que, a pesar de las tensiones políticas, enfrentamos una elección “pragmática”, centrada en prioridades ampliamente compartidas por los principales candidatos: seguridad, crecimiento, eficiencia del Estado, reactivación del empleo, educación técnico-profesional, fortalecimiento de Carabineros, reducción de listas de espera.
- En los debates, los programas y las entrevistas, el mapa de prioridades luce sorprendentemente homogéneo. Por momentos, pareciera que el país finalmente ha entrado en una etapa de madurez donde las diferencias ideológicas pierden peso frente a la necesidad de soluciones concretas.
- Sostengo que no es tan así, que las apariencias engañan y, que, bajo esa superficie de consensos, estamos ante el enfrentamiento ideológico más profundo y trascendente desde la recuperación de la democrática.
- Esta campaña, con la posible excepción de Kaiser que dice lo que piensa, ha sido un baile de máscaras. Jara se cambió la piel y corre como “socialdemócrata”, crítica implacable de su propio gobierno, del presidente Boric y sus ministros y, le dio un “portazo” a su partido.
- Kast se ha negado sistemáticamente a contestar preguntas que lo sacan de su zona de confort y que lo obligarían a decir lo que realmente piensa sobre temas con los cuales no estás en sintonía con la mayoría de la población.
- Las prioridades pueden parecer similares, las recetas sonar conocidas, pero las premisas que las sostienen, la manera de entender la democracia, la convivencia, la autoridad y el rol del Estado, difieren de manera radical.
Lo nuevo. El discurso del orden ha vuelto a ocupar el centro del debate, Pero ya no se trata del orden entendido como garantía de libertad, ni como eficacia de las instituciones, sino de un orden concebido en clave identitaria, casi civilizatorio
- Esto es lo nuevo, lo que hace a esta elección distinta a todas las demás; el surgimiento de una poderosa extrema derecha que goza de apoyo popular y que está ad portas -en cualquiera de sus dos versiones- de llegar a La Moneda.
- Que canta el himno nacional con la tercera estrofa, promete fortalecer la disciplina de las fuerzas armadas y reactivar la economía sobre la base de principios “libertarios”, inspirados en la Escuela Austríaca.
- Es una corriente de pensamiento económico, muy minoritaria, enfocada en el individualismo, donde los fenómenos sociales se explican a partir de las motivaciones e intereses de los individuos.
- Se caracteriza por su énfasis en la subjetividad del valor, el conocimiento disperso y un orden espontáneo, y rechaza la intervención estatal, las regulaciones, apostándolo todo al libre mercado.
- Son movimientos mesiánicos que levantan las banderas de la contrarrevolución cultural, que buscan desandar el legado de lo que para ellos fue “el período nefasto de la dominación de la izquierda woke”.
- No es lo mismo fortalecer el Estado de derecho desde un prisma liberal-democrático que hacerlo desde un ideario que reivindica la “mano dura” como principio identitario y que mira con desconfianza elementos estructurales del pluralismo contemporáneo.
- Para esta visión, el orden deja de ser una condición para la libertad y se transforma en un valor superior a ella.
El desafio. Lo que Kast y Kayser nos proponen, no es solo un conjunto de medidas y políticas, con las que podemos estar más o menos de acuerdo; sino un cambio radical de paradigma, el más profundo desde el plebiscito entre el Si y el No de 1989.
- Lo anterior hace de esta elección una de las más importantes del último tiempo, porque de su resultado depende el rumbo político, social y valórico de la sociedad.
- La derecha que ellos representan abandona la tradición liberal-conservadora para abrazar un proyecto más rígido, más cerrado y desconfiado de la pluralidad; y, aunque la conversación pública gire en torno a cifras, planes y prioridades comunes, lo que está verdaderamente en juego es el “alma del país”.
- Qué tipo de sociedad queremos ser, qué entendemos por libertad, qué rol le asignamos al Estado, cuánto pluralismo estamos dispuestos a tolerar.
- Esto último es fundamental, porque los países no se definen únicamente por sus políticas públicas, que pueden cambiar, corregirse o revertir, sino por los consensos culturales y políticos que moldean la convivencia.
- Durante más de tres décadas, Chile levantó un delicado entramado institucional basado en la separación de poderes, el respeto a las minorías, la alternancia y un cierto equilibrio entre libertad individual y responsabilidad colectiva.
- Ese entramado ha resistido tensiones enormes, incluyendo la crisis social de 2019 y los fracasos constituyentes. Pero hoy enfrenta un desafío completamente distinto: un proyecto que no busca reformarlo, sino reemplazarlo.
Miedo. La irrupción de esta nueva derecha no es un fenómeno aislado. Forma parte de una ola global donde liderazgos carismáticos, anti institucionales y culturalmente agresivos han descubierto que, en tiempos de incertidumbre, movilizar miedos es más eficaz que ofrecer matices.
- La promesa de “recuperar el control” adquiere así una potencia emocional difícil de contrarrestar, especialmente cuando las frustraciones económicas, la inseguridad y la sensación de decadencia del Estado se vuelven un sentimiento transversal.
- Pero lo que para muchos votantes aparece como una respuesta drástica a problemas urgentes, para el sistema democrático implica un giro mucho más profundo. Las palabras importan, los símbolos importan, los diagnósticos importan.
- Cuando un liderazgo político insiste en que el pluralismo es una enfermedad, que el feminismo es histeria, que los derechos humanos son obstáculos, que la prensa es enemiga o que la diversidad es una amenaza, lo que está en juego no es una simple disputa electoral: es la construcción de un marco cultural que reconfigura los límites de lo aceptable. (EX Ante)
Jorge Schaulsohn



