La retórica china frente a un líder extranjero

La retórica china frente a un líder extranjero

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Cuando la diplomacia adopta el lenguaje de la amenaza, deja de ser simplemente un canal de diálogo y pasa a transmitir una postura de poder. Lo ocurrido entre China y Japón esta semana apunta precisamente a ese giro.

El cónsul general de China en Osaka, Xue Jian, compartió en redes sociales varios artículos que insinuaban la posible “decapitación” de la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, una figura que ha defendido el fortalecimiento de la defensa nacional y el apoyo a Taiwán. Aunque la publicación fue eliminada, las imágenes circularon ampliamente, provocando un impacto diplomático inmediato.

Reacción de Tokio y respuesta de Pekín

La Cancillería japonesa presentó una nota de protesta, recordando que los diplomáticos deben evitar declaraciones que puedan interpretarse como amenazas, conforme a la Convención de Viena. Parlamentarios de distintas tendencias exigieron una disculpa formal. Pekín, en cambio, describió lo sucedido como un “acto individual”, sin sanciones visibles. En medios oficiales, incluso se enmarcó el gesto como reacción frente a una supuesta “hostilidad japonesa”. La señal es clara: el lenguaje confrontacional no es accidental, sino aceptado.

La diplomacia como forma de presión

Analistas en Estados Unidos, Europa y el Asia-Pacífico interpretan este episodio como parte de la llamada diplomacia del “lobo guerrero”, donde la intimidación retórica busca disciplinar o disuadir. En este enfoque, la diplomacia deja de ser un espacio de contención y se transforma en una herramienta psicológica destinada a moldear el comportamiento de otros actores.

Un cambio estructural en la política exterior china

La postura responde tanto al nacionalismo interno como a la competencia estratégica global. Más que persuadir mediante cooperación, Pekín procura establecer costos políticos o simbólicos para quienes contradigan sus intereses. Sin embargo, este giro ha incentivado a diversos países a estrechar sus vínculos con Estados Unidos y marcos de seguridad regional, reduciendo la capacidad de China para construir consensos.

Una señal desde América Latina

La región ya ha enfrentado situaciones similares. Hace dos años, un consejero de la Cancillería de China Popular, ‘invitado” al Congreso Paraguayo, declaró públicamente que el país debía romper relaciones con Taiwán. La reacción del gobierno paraguayo fue inmediata: el funcionario fue expulsado. No fue un gesto dramático, sino una afirmación tranquila de soberanía. Paraguay no actuó desde la fuerza, sino desde la claridad institucional.

La decisión es política, no inevitable

La lección es directa: si un país más pequeño puede defender su posición sin titubeos, cualquier Estado puede hacerlo. Cuando un gobierno opta por callar para “no incomodar a China Popular”, no es por falta de alternativas, sino porque elige no ejercerlas.
Si un episodio similar ocurriera en Chile u otro país de la región, la pregunta no sería cómo reaccionará Pekín, sino qué tipo de país quiere ser Chile: uno que sostiene su dignidad institucional, o uno que calla para evitar fricciones.
La soberanía no se resguarda en silencio. Se afirma diciendo, con serenidad: hasta aquí.

Andrés Liang

Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica