A menos de dos semanas de la primera vuelta de la elección presidencial, la derecha chilena vive una crisis producto de su propia incapacidad e inmadurez. Aunque las encuestas sugieren que el 60% de los votantes optará por un candidato derechista en primera vuelta -la votación más alta que ha tenido la derecha desde el retorno de la democracia- ese sector atraviesa por una crisis de liderazgo y unidad. La incapacidad de la derecha para ponerse de acuerdo entre sus distintos sectores es un mal augurio para lo que podría ser el próximo gobierno si una mayoría de los chilenos opta por apoyar a la persona de derecha que pase a segunda vuelta en la votación del 16 de noviembre.
Ahora que las encuestas muestran a tres candidatos de la derecha -José Antonio Kast, Johannes Kaiser y Evelyn Matthei- con posibilidades de pasar a la segunda vuelta, lo que debió ser una victoria cómoda para ese sector se está convirtiendo en una disputa fratricida que solo parece beneficiar las opciones de la candidata de la coalición oficialista de izquierda, la militante del Partido Comunista Jeannette Jara. Si la derecha hubiera llegado con una candidatura de unidad a la primera vuelta de la elección presidencial, Jara no tendría ninguna posibilidad de pasar a segunda vuelta. Pero como va dividida en cuatro candidaturas (o cinco, si sumamos a Harold Mayne-Nicholls, que hace poco reconoció haber votado por Pinochet en el plebiscito de 1988, lo que constituye un pecado original que la izquierda jamás perdonará), Jara logrará la primera mayoría relativa en la votación de primera vuelta.
Es más, como la derecha va en dos listas altamente competitivas para la contienda legislativa que se decide el 16 de noviembre, ese sector desaprovechará la enorme oportunidad que tuvo para asegurar una amplia mayoría en el Congreso. Al dividir el voto en la contienda legislativa, la derecha permitirá que la lista de izquierda sea la primera mayoría relativa en varios distritos, lo que le permitirá obtener más escaños de los que la izquierda hubiera obtenido en caso de que la derecha hubiera competido en una sola lista que hubiera sido mayoría en casi todos los distritos del país.
Desde la elección presidencial de 2005, cuando el entonces líder de Renovación Nacional Sebastián Piñera sorpresivamente se lanzó al ruedo electoral desafiando a Joaquín Lavín, el abanderado de la UDI que había tenido un notable desempeño en la elección presidencial de 1999, la derecha no aparecía tan dividida como está ahora. En 2013, la candidatura de Evelyn Matthei fue una solución improvisada después de que el candidato ganador de las primarias se retiró de la carrera. En 2017, la derecha sufrió una escisión cuando José Antonio Kast optó por competir como independiente. Pero el liderazgo que supo imponer Sebastián Piñera, quien primero logró unir a gran parte del sector al ganar las primarias presidenciales de Chile Vamos a comienzos de julio, evitó que la candidatura de Kast le hiciera mucho daño. Kast se apuró en apoyar a Piñera en la segunda vuelta y ese sector obtuvo una cómoda victoria en diciembre de 2017.
En 2021, la impopularidad del gobierno de Sebastián Piñera y la torpeza del gobierno de impulsar la candidatura de un centrista independiente como abanderado del sector le despejaron el camino a José Antonio Kast para consolidarse como la mejor opción de derecha ante el electorado. Aunque Kast lo hizo tan mal en la campaña para la segunda vuelta, la victoria presidencial de Gabriel Boric tal vez fue una de las razones que ayudó a la victoria del Rechazo en el plebiscito de septiembre de 2022.
El discurso de rabia y de purismo que ha prevalecido en la derecha en estos años -con descalificativos impropios entre personas que comparten una misma ideología- ha dificultado la unidad en el sector. Mientras los más duros correctamente fustigan la falta de coraje moral de la derecha más moderada que apoyó un mal diseñado y torpemente implementado proceso constituyente, la derecha moderada comprensible critica las posiciones destructivamente obstruccionistas que ha tenido la derecha radical. Si la derecha moderada carga con la culpa de haber apoyado el proceso constituyente, la radical carga con la responsabilidad de haber liderado el fracaso del segundo proceso constituyente.
Al ser incapaces de dialogar y construir un proyecto común a partir de la ideología a favor de la democracia y del libre mercado que ambos sectores comparten, la derecha moderada y la radical han dado un triste espectáculo de falta de liderazgo y compromiso con lo que es mejor para el país. A menos de dos semanas de que los chilenos vayan a las urnas para escoger al nuevo Congreso y votar en la primera vuelta de la elección presidencial, la derecha estará cosechando el resultado de su siembra de estos cuatro años de divisiones, peleas e incapacidad para construir acuerdos. Es de esperar que la derecha aprenda la lección y pueda mostrar unidad y pragmatismo en lo que se espera será una difícil campaña electoral de cara a la segunda vuelta. (El Líbero)
Patricio Navia



