Quién es quién en Republicanos

Quién es quién en Republicanos

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En 2017, cuando el Frente Amplio irrumpió de pantalones largos en la política chilena -consiguiendo 20 diputados, 1 senador y una candidata presidencial que estuvo a dos puntos de pasar a segunda vuelta-, la clase dirigencial chilena puso cara de pregunta: ¿Quiénes son estos muchachos? ¿De dónde salieron? Editores de distintos medios se devaneaban los sesos: ¿a quién llamamos para que nos cuente? ¿Quiénes son los intelectuales y cronistas de este lote? A falta de voces autorizadas, abundaron -y todavía abundan- las caricaturas. El verdadero poder en Chile no llega antes de los cincuenta años, y estos cabros apenas llegaban a los treinta. La grieta generacional ahondaba el desconocimiento.

Algo parecido está ocurriendo actualmente con Republicanos y el entorno de José Antonio Kast. Es cierto que no son puros jovencitos. Pero salvo los renegados de la UDI, gran parte de su masa crítica es desconocida para la opinión pública. Es cosa de ver la lista de consejeros constitucionales que lideraron el segundo proceso: la mayoría no tenía experiencia previa y tampoco dejaron una huella indeleble. Apenas recordamos un par de nombres: el profe Silva y Beatriz Hevia (la de los “verdaderos chilenos”).

Le ha costado a Kast mostrar el músculo técnico y político con el cual llegaría a gobernar. No es que le importe mucho a la gente. Matthei se lo ha enrostrado en todas las formas posibles y la aguja no se mueve. Olfateando el espacio, algunos cuadros en la derecha se han decantado por la candidatura republicana: mejor ser titular en Osorno que el décimo reserva en Colo- Colo.

Hasta ahora, la foto incluye un par de generales en retiro de gesto adusto para proyectar mano dura (Cristián Vial, Enrique Bassaletti), algunos rostros femeninos que además de aportar seso y frescura buscan transmitir que Kast no es el retroceso civilizatorio que temen las mujeres (Carmen Soza, María Jesús Wulf, Mara Sedini), un mago de las finanzas más pro-business que pro-market que literalmente pretende hacer magia (Jorge Quiroz), algunas figuras recicladas del naufragio constituyente (Bernardo Fontaine, Sebastián Figueroa, la propia Hevia), y por supuesto el cerebro estratégico Cristián Valenzuela, una mezcla entre Rasputín y Steve Bannon que se solaza jugando al policía malo. Arturo Squella, con largueza el político más ducho del grupo, va al Senado.

Por supuesto que hay más nombres y diamantes en bruto que aún no hemos tenido el gusto de conocer. Caciques locales y liderazgos populares debe haber. Ahí radica -según ellos- su ventaja respecto del elenco Brook Brothers y la derecha boutique que rodeó a Piñera. Los suyos -dijo Patricio Dussaillant en Animales Políticos– tienen más calle. Formados en la Fundación Jaime Guzmán, sugirió, no serían excéntricos transgresores sino aburridos gremialistas con sentido político.

Pero al ecosistema de medios mainstream le ha costado un mundo identificar voces -no voceros- que entiendan el organigrama y la filosofía Republicana. Es cierto: así como Trump tuvo a Fox News, Kast tiene a radio Agricultura. Sus combatientes van a Sin Filtros. Pero ninguno de esos espacios entrega claves muy complejas. La ausencia de intelectuales ligados al proyecto político de Kast es notoria. Cuesta encontrar simpatizantes en el mundo universitario, incluso en las privadas ligadas a la derecha, con la excepción de la Facultad de Derecho de la PUC, donde habitan quienes creen que Republicanos es el bienintencionado empeño de recuperar el sueño original de Guzmán.

A Kast no le quita el sueño. A fin de cuentas, en su construcción narrativa los intelectuales y académicos son parte de una elite desconectada de las necesidades reales de los chilenos. ¿Quién quiere más filosofía, sociología y estudios de género? En el caso de Trump, la prédica hostil se hizo práctica con su reciente ataque las universidades. Pero sería falso sostener que -al menos en este segundo período- no hay intelectuales sintonizando con su proyecto político-cultural.

Charlie Kirk era el polemista más llamativo, pero ahí está el jurista Adrian Vermeule justificando la expansión del poder presidencial en nombre del “constitucionalismo del sentido común”, y el teórico político Patrick Deneen inaugurando la era “postliberal”, entre muchos otros que mezclan tradicionalismo, comunitarismo católico, anti-globalismo y libertarianismo tecnológico -el propio JD Vance se ha declarado “post liberal”.

¿Existe un movimiento similar -guardando las proporciones- en Chile? Los gobiernos de Piñera terminaron siendo incómodos -por distintas razones- tanto para la FPP de Axel Káiser como para el IES de Daniel Mansuy y Pablo Ortúzar. Los primeros le recriminan su estatismo económico y falta de autoridad, los segundos su agenda valórica progresista. ¿Encontrarán en Kast un intérprete de sus tendencias minarquistas y predilecciones religiosas, respectivamente? Los primeros ya están prácticamente adentro: su odio parido por la izquierda los hermana con la visión de Kast, aunque pasen antes por Johannes Kaiser. De hecho, les parece que Kast no es lo suficientemente duro en la batalla cultural y propuso un texto constitucional “socialdemócrata”.

El caso del IES es especialmente interesante: aclamados por moros y cristianos como la derecha pensante de la nueva generación, su veredicto es relevante. Si alguna vez dijeron que Republicanos se parecía mucho al Frente Amplio en su maniqueísmo infantil e improductivo, recientemente han sido más cautos en su crítica. Algo del proyecto postliberal les atrae (el IES tradujo a Deneen al castellano). Pero por otro lado están grandecitos para obnubilarse con proyectos que desechan a sus intelectuales orgánicos apenas las circunstancias lo exigen.

El desafío es doble: Kast debe darle mayor espesor técnico y teórico a su entorno para no ser otro “gobierno en práctica”, como acusan ellos mismos a Boric y compañía. Mientras tanto, los medios locales deben esforzarse más en identificar intérpretes que puedan analizar de forma rigurosa el fenómeno. (Ex Ante)

Cristóbal Bellolio