Terminada una pelea más de las dos derechas, tan evitables e innecesarias como todas las anteriores, en esta ocasión, por las lamentables declaraciones de Ruth Hurtado, secretaria general del P. Republicano, al señalar que “si Jaime Guzmán estuviera vivo, votaría por José Antonio Kast”, permítanme adelantar parte de lo que vendrá en el libro que me encuentro escribiendo y que espero vea la luz este diciembre, sin antes dejar de señalar que si Jaime, que fue asesinado en democracia siendo senador hace ya 34 años, estuviese vivo hoy, el P. Republicano no existiría, ya que la UDI seguiría fiel a los principios y valores con los que la fundamos.
No olvidaré nunca cuando Jaime nos invitó a comer a su casa a Luis Cordero, Andrés Chadwick con nuestras señoras el día que enterramos a nuestro primer mártir, Simón Yévenes, asesinado el 2 de abril de 1986 también por el Frente Manuel Rodríguez, y en la mitad de la conversación nos dice: ¿Seguimos con la UDI adelante o no, ya que el siguiente es uno de los que estamos aquí? La respuesta de los tres, estando con nuestras señoras presentes, está clara cuál fue. Cinco años después, el 1 de abril, fue él.
No conozco un líder político que haya amado tanto a su país, incluso sabiendo las consecuencias que podía tener para él oponernos a la reforma constitucional que indultaba a los terroristas en los inicios de nuestro retorno a la democracia, ya que impidió que uno de los 14 diputados que formamos parte de nuestra primera bancada hiciera uso de la palabra en dicha sesión en representación de los diputados, porque, como nos dijo: “todos estábamos formando nuestras familias y teníamos hijos”. Intuía que ese solitario discurso en el Congreso Nacional le podía costar la vida y no dudó un solo instante que debía hacerlo. Ese amor a Chile y esa coherencia política fue el sello de su actuar en política.
Dado que tantos me han llamado y escrito preguntando estos días por quién votaría Jaime si estuviese vivo, les respondo con este hecho, que confirma una vez más que para él Chile estaba por sobre cualquier interés partidista o personal. Jaime no creó el guzmanismo; para él solo existía el cristianismo. Por eso creó el gremialismo, para impulsar, promover y consolidar las bases de una sociedad libre. Recuerdo que muy cerca del 18 de septiembre de 1990, la UDI, con tan solo dos senadores y 14 diputados, me pidió que organizara y planificara la UDI para los próximos 5 años. Le dije que con el sistema binominal no le veía mucho destino si no teníamos un candidato presidencial propio para negociar o uno para apoyar el año 1993. Me dijo que si estimaba que eso era vital, entonces el problema estaba resuelto: que contara con él para ese desafío. Quedé mudo.
Al poco tiempo, sin decirme quién era, me dijo que ya tenía al candidato. El lunes 21 de enero de 1991 nos invitó a comer a su departamento a Jovino, Andrés, Joaquín y Juan Antonio y a don Gabriel Valdés. Introduce la conversación diciéndonos: les presento a nuestro candidato presidencial del 93, si la DC no lo apoya nosotros lo haremos…Tengo muy claro por quién votaría en una elección en que el oficialismo eligió por primera vez en la historia una candidata comunista.
Al morir se descubrió que Jaime anotaba todas sus comidas que con tanto cariño preparaba Violeta: El día, los invitados y el menú. En esta ocasión, con su puño y letra, decía: Bocado primavera, rollito lechuga con jamón… helado de postre.
No jueguen con la figura de Jaime para dividir a la derecha. A muchos nos cambió nuestras vidas para servir con mucho sacrificio a Chile para construir un partido de derecha comprometido con los más pobres del país. Pregúntense siempre silenciosamente qué haría Guzmán en mi lugar y creo que todos volverían a las poblaciones y campamentos, ya que para él, como me dijo un día volviendo de una charla de uno de los comités poblacionales en nuestros orígenes a mediados de la década de los 80: “Quiero que me invites lo más posible a estas reuniones porque en ellos veo el rostro de Cristo”. (El Mercurio)
Pablo Longueira Montes



