Ya sabemos lo obvio: como el gobierno hizo mal los cálculos el año pasado, la Dirección de Presupuesto tuvo que hacer decenas de ajustes para compensar los errores, por lo que es esperable que este triste espectáculo tenga que volver a repetirse por parte del próximo gobierno.
Esto evidentemente afecta la naturaleza propia de la Ley de Presupuesto, ya que, intencionalmente o por negligencia, deja al Ejecutivo un espacio de acción administrativa para decidir, mediante gestiones arbitrarias propias del gobierno, ajustes de dinero y de partidas.
Evade así la función del Congreso como entidad autorizadora de los gastos de la nación, que es en sí mismo el espíritu de contar con una Ley de Presupuestos que pase año a año por el Parlamento.
Tradiciones republicanas en entredicho
Además, ya también sabemos que el gobierno presentará un proyecto que anuncia, engañosamente, cumplir el compromiso de equilibrio fiscal proyectado para este año —algo discutible aún—, y tampoco dice que ha incumplido en todos los anteriores. Por lo tanto, al cierre del período completo está lejos de poder cumplir la promesa de responsabilidad que propagandísticamente anunció en la cadena nacional.
También sabemos que desoyó varias de las recomendaciones de la comisión para el gasto fiscal, que proponía medidas para disminuir en 2.000 millones de dólares el gasto del tesoro nacional.
Y, si todo lo anterior no fuera suficiente, un principio que hasta aquí había regido en la tradición republicana chilena es dejar una cantidad de dinero de libre disposición (la llamada “glosa republicana”), para que el gobierno entrante cuente con recursos para ajustar su propio programa de gobierno.
El año 2022, cuando el presidente Boric asumió, el saliente gobierno del presidente Piñera, en medio de la crisis del Covid y el estallido social, dejó más de 680 millones de dólares como fondo de libre disposición.
Todo indica que este gobierno ha decidido no darle este margen de acción, no solo rompiendo una tradición de respeto republicano, sino coartando significativamente la capacidad que tendrá la administración que ingrese en marzo del 2026, forzándola, eventualmente, a cometer el mismo resquicio que cometieron en este gobierno: ajustar el gasto administrativamente.
Un legado de déficit y mala gestión
Todos estos son solo algunos de los indicios de una administración que fracasó estrepitosamente en la gestión de los recursos de todos los chilenos.
No bastó con que usaran fundaciones para sacar el dinero de los programas sociales, o que no cumplieran ninguna de las metas de reconstrucción en Valparaíso y Viña del Mar, o que gastaran dineros apostando a ingresos que terminaron no ingresando, ni que aprobaran obras que luego no tuvieron el dinero de licitar para construir, como pasó con el Hospital de Panguipulli o el Puente Cochrane en la Región de Los Ríos.
Engañaron la buena fe de todos los vecinos de las comunidades, que terminaron viendo cómo las iniciativas que tanto anhelaban no se cumplieron.
Cambiaron nada
Según Dipres, el Consejo Fiscal Autónomo (CFA) y analistas externos, en 2024 el resultado del déficit fue de 5.000 millones de dólares; en 2025 será de aproximadamente 6.700; y en 2026 se proyecta que llegará a 10.000 millones, si no se hacen las correspondientes modificaciones a la ley de presupuesto.
Al final, la administración que venía a “cambiarlo todo” terminó no solo no cambiando nada, sino empeorando mucho. La Casa no quedará ordenada. No solo los números no cuadraron nunca, sino que el gobierno entregará un Estado con casi un millón de dependientes, una cifra que supera incluso las de la pandemia, cuando hubo que reforzar todos los sistemas de salud para enfrentar la crisis.
Todos estos números son solo datos duros que develan la mala calidad de los profesionales que nos gobernaron y el menosprecio y relajo que hubo por las finanzas públicas. Al final, parece que algunos todavía asumían que estaban contando el dinero de las fiestas de la semana mechona y no los impuestos de millones de chilenos que aportan con su trabajo, día a día, al Estado, para solventar su cada vez más mastodóntica operación.
María José Gatica



