La elección de líderes de excelencia refleja los valores de una sociedad.
La gran pregunta ciudadana hoy, a 42 días de la elección presidencial de primera vuelta: ¿Se está priorizando a quienes inspiran a crecer y colaborar, o a quienes, por su esencia, dividen y no acuerdan, en busca de poder?
Prevalece hoy en la política la percepción de que un líder “fuerte”, es necesario para enfrentar desafíos extraordinarios. Desconocen la riqueza que genera en una sociedad y en la solución de problemas difíciles, el diálogo con quienes piensan distinto, negando la capacidad de aporte de otros.
Los líderes autoritarios y polarizantes abundan. Han surgido varios en los últimos tiempos. Buscan cambios radicales desde el único y propio mando. No hay diálogo, hay imposición. Se caracterizan por discursos que dividen y estrategias autoritarias.
En contextos de inseguridad, dificultades económicas, crisis migratorias y sociales se agudiza la búsqueda de lo radical. Las emociones dominan eclipsando la razón. Otros apelan al miedo colectivo y ofrecen soluciones que parecen simples y rápidas para problemas que son sumamente complejos. El crimen organizado es un ejemplo. Las redes sociales han transformado la comunicación. Mensajes breves, polémicos, cargados de emoción y muchas veces falsos. Prima la viralidad por sobre la profundidad.
El líder debe ser facilitador del crecimiento y el bienestar de los otros. En otras palabras, ser líder por y para los demás. Y por el país en primer lugar. Por Chile. Primero Chile, segundo el partido y lejos en último lugar sus aspiraciones personales.
Analizar grandes liderazgos que ennoblecen la democracia es necesario.
La democracia permitió que Abraham Lincoln , sin estudios formales, pudiese llegar a la Casa Blanca y devenir en el héroe que fue.
En cambio, hoy, el sistema diseñado para abrir las puertas del poder público al ciudadano ha terminado por generar una cierta perversión: hoy se llega a la política casi únicamente a través de la política. No parece imprescindible contar con las capacidades que requiere un verdadero liderazgo: formación, experiencia de gestión y lo más importante las habilidades personales.
Tampoco se considera indispensable haber demostrado una trayectoria de probidad en asuntos públicos. O privados. Y mucho menos condiciones de liderazgo y formación que avalen una preparación adecuada para gobernar, en el mejor de los casos. O de los candidatos. O una preparación mínima, en el peor de los escenarios.
La historia de Abraham Lincoln ofrece una respuesta que trasciende siglos y geografías. Porque su vida es un manual de liderazgo moral y político. Fracasó varias veces en la política y en los negocios antes de ser elegido electo; cada derrota fue ocasión de aprendizaje. Como presidente supo rodearse de adversarios —su célebre “equipo de rivales”— para enfrentar la Guerra Civil y mantener la unión del país. Su convicción de abolir la esclavitud no fue un cálculo electoral, sino una apuesta de sentido histórico. Lincoln se mostró capaz de reconocer errores, y de escuchar y corregir lo necesario aun en medio de tensiones extremas. Lincoln convirtió la dificultad en oportunidad. Y entendió el poder como un servicio que mira más allá del propio mandato. Ese tipo de liderazgo no se mide por los títulos académicos ni por la retórica, sino por la resiliencia, la experiencia, la capacidad de diálogo, el coraje moral, y una visión de país que supere los intereses -y las mezquindades individuales- de corto plazo.
Se presentan en la próxima elección de primera vuelta presidencial, ocho candidatos. Algunos de ellos sin disponer de la experiencia mínima para enfrentar la compleja maquinaria del Estado, y los serios desafíos que Chile deberá enfrentar en el corto plazo. Otros sí cuentan con la experiencia y amplitud necesaria.
1.Evelyn Matthei, economista, ex ministra de trabajo, ex senadora, es diputada, alcaldesa de Providencia durante 8 años. Representa la derecha moderada , el centro y la centro izquierda, con énfasis en orden, crecimiento económico, gestión y capacidad de diálogo transversal.
2. José Antonio Kast, exdiputado, exconcejal de Buin, y dos veces candidato a presidente. Perdió con Gabriel Boric en el 2021. Líder de la derecha más conservadora y social cristiana.
3. Jeannette Jara (Partido Comunista – Unidad por Chile). Abogada y exministra del Trabajo del gobierno de Gabriel Boric, durante el cual aumento el desempleo, particularmente el femenino. Representa la continuidad del oficialismo y una militancia de 37 años en el partido comunista.
4. Marco Enríquez-Ominami (Progresista). Cineasta y exdiputado, ha sido cuatro veces candidato presidencial, sin éxito.
5. Franco Parisi (Partido de la Gente). Economista y académico con doctorado en EE.UU. Realiza su campaña principalmente desde el extranjero. Vive en Estados Unidos hace más de 10 años.
6.Johannes Kaiser (Partido Libertario). Diputado y comentarista político, exmiembro del Partido Republicano. Defiende ideas libertarias.
7.Harold Mayne-Nicholls (Independiente). Ingeniero y exdirigente de la ANFP, reconocido por su gestión en el fútbol chileno y la FIFA.
8.Eduardo Artés. Profesor y dirigente del Partido Comunista (Acción Proletaria); fue candidato presidencial en 2017 y 2021. Propuestas radicales y extremas. En 2025 se inscribió como independiente.
Lideran las encuestas los primeros tres candidatos.
La o él líder que gane la presidencia de Chile, debe contar con ciertas actitudes que prueben fehaciente y sobradamente, las dimensiones indivisibles que exigen los liderazgos auténticos.
Los liderazgos que marcan época —de Lincoln a Merkel o Ardern— nos recuerdan que la verdadera grandeza depende de la capacidad de unir voluntades, sostener principios y de mirar más allá de un mandato. Ese mismo estándar es el que Chile debe exigir a todos sus candidatos, sean veteranos o recién llegados.
A buen entendedor, pocas palabras: Chile necesita un liderazgo que combine coraje moral, experiencia de gobierno y capacidad de tejer acuerdos. (El Líbero)
Iris Boeninger



