Hasta ahora las encuestas muestran a Kast y Jara primero, y a Matthei en un tercer lugar. La mayoría, si no todas, sugieren que uno de ellos tres será el próximo presidente o presidenta de Chile. En cualquier caso, se trataría de una carrera que se definiría en la segunda vuelta.
El escenario más probable, a este punto de la carrera, es que la segunda vuelta sea entre Kast y Jara. Es, al menos, lo que indican los números más recientes, y lo que además domina el ciclo de medios.
El segundo escenario más probable es que la segunda vuelta sea entre Matthei y Jara. Sin embargo, considerando lo anterior, esto implicaría una reversión en el orden de los candidatos de derecha, un quiebre del statu quo y además un cambio en la tendencia observada.
Para algunos parece ser un escenario difícil a esta altura del partido, especialmente porque el porcentaje de indecisos es tres veces más bajo de lo que era en este mismo momento hace cuatro años.
Pero hay algunos indicios que sugieren que se podría dar. Para empezar, el simple hecho de que desde el primer debate televisivo Matthei logró detener no solo su tendencia a la baja, sino también revertirla y comenzar a ascender levemente.
La pregunta, entonces, es qué tiene que pasar para que la línea ascendente de Matthei supere la línea en declive de Kast, en menos de 50 días.
Para empezar, hay que constatar que, a diferencia de Jara y Kast, Matthei tiene el beneficio de que puede crecer hacia ambos lados del espectro político. Ni Jara ni Kast van a conseguir más preferencias de sus extremos. Esos votantes ya están comprometidos y contados.
Pero la estrategia, a pesar de ser promisoria, es a la vez compleja. Cada guiño hacia la centroizquierda le puede costar votantes por la derecha, y cada señal hacia la derecha le puede restar preferencias por el centro. Así, es una situación frágil, que implica una aproximación prácticamente quirúrgica.
A pesar de lo atractivo que resulta pensar que Matthei es la candidata natural para captar al electorado de centroizquierda, simplemente no es cierto. Al menos no en la primera vuelta. Al final del día, los votantes de la DC y partidos hacia la izquierda simplemente van a votar por Jara. Probablemente sin entusiasmo, pero tampoco con arrepentimiento.
El electorado de Matthei es el electorado que tenía hace solo un par de meses, y que por alguna razón terminó prefiriendo a Kast. De hecho, hace 9 meses, Matthei estaba cerca de 30% y Kast de 10%. Lo que Kast ganó desde entonces lo hizo a costa de Matthei. Es evidente, en tanto la suma entre ambos sigue siendo el mismo 40% que era en el comienzo y que es el techo histórico de la derecha (excluyendo potenciales votantes nuevos asociados a Kaiser o al electorado antisistema de Parisi).
Obviamente Matthei no puede descuidar el centro, que es el segmento que decide la segunda vuelta, pero ir con fuerza allí a este punto es un despropósito. Si el objetivo es ganar, es revitalizar y convencer a los votantes que perdió con Kast con el avance de la carrera. Claro, un objetivo más fácil de decir que de hacer, pero que puede dar resultados claros.
Por ejemplo, si todo lo que gana Kast, lo pierde Kast, y la diferencia son 10 puntos, entonces una pérdida de 5 puntos de Kast es un aumento de 5 puntos para Matthei. Así, un “trueque” electoral de cinco puntos, un trade-off directo, podría generar una reversión de posiciones prácticamente instantánea.
¿Cómo se hace el trueque? Pues bien, habría que analizar, y actuar, a partir del diagnóstico que explica las razones por las cuales Matthei perdió terreno a costa de Kast. Y, evidentemente, cuando aquello se hace, aparece de forma clara la dicotomía entre la posición de estabilidad y gradualidad de Matthei y la de urgencia y sin remordimiento de Kast.
Kast sobrepasó a Matthei porque los simpatizantes de derecha, y una parte importante de la clase media que estaba apoyando a Matthei, simplemente sintieron que votar por Matthei podría dilatar resultados. Revertir esa percepción es clave para revertir resultados, al menos en el segundo grupo, que entiende que estabilidad y urgencia es la mejor combinación, pero que aún no la ha visto presentada de forma suficientemente atractiva.
Lo otro, menos evidente, es lo útil que ha resultado la coordinación implícita en críticas a Kast cuando vienen simultáneamente de Matthei y el gobierno. En efecto, cada vez que ambas fuerzas, de forma independiente pero concurrente, han criticado a Kast, su base de votación se ha debilitado.
Fue claramente el caso tras las dudas que levantó Kast con respecto al componente solidario de la PGU y el acuerdo amplio que se hizo en materia de pensiones, y que terminó con críticas tanto de Matthei como del gobierno, por intentar retraer lo que ya se entiende como un “derecho amplio y adquirido”. Y también fue el caso con su propuesta de recorte de 6 mil millones en 18 meses, que fue confrontada directamente por técnicos de la campaña de Matthei, así como por personeros del oficialismo.
Si bien puede haber mérito en las propuestas, en tanto ambas apuntan a reforzar la idea de urgencia, en su propio modo, la verdad es que también abren espacios para críticas transversales que pueden venir, por razones distintas, de sectores distintos, dejando atrás la sensación de que ese debe ser el camino correcto.
Determinar cuándo y cómo profundizar esta estrategia depende de la propia candidata, pero lo que parece cierto es que es la única forma realista de crecer. Enfocar esfuerzos en robarle votantes a Jara en primera vuelta simplemente no tiene sentido. Lo mismo va para el centro, que ya está parcialmente simpatizando con la derecha por efecto del péndulo coyuntural, o que simplemente no irá a votar, entendiendo que el voto obligatorio es en realidad un voto voluntario, o votará nulo o blanco en niveles récord, como ocurrió en el segundo plebiscito constituyente. (Ex Ante)
Kenneth Bunker



