La derecha y la paz social- Juan Lagos

La derecha y la paz social- Juan Lagos

Compartir

La frase de Jorge Desormeaux -“Vamos a tener menos paz social en un eventual gobierno de Kast que en un gobierno de Evelyn Matthei”- ha generado una polémica que no deja de ser desconcertante. Desconcertante no sólo porque nada tiene que ver con su trayectoria profesional (a menos que me haya perdido y Desormeaux se haya reconvertido en adivino en vez de economista), sino porque abre un flanco de discusión completamente errado para la derecha.

Uno de los grandes problemas de esa afirmación, que ha encontrado eco insólito entre algunos partidarios de Evelyn Matthei, es que asume un juego que la izquierda practica con las cartas marcadas. Son ellos quienes controlan las federaciones de estudiantes, los centros de alumnos, los colegios profesionales y las asociaciones de funcionarios. Son ellos quienes alientan desórdenes, delitos y crímenes funcionales a sus intereses políticos. ¿O acaso ya olvidamos el tristemente célebre “gracias totales cabros” de Giorgio Jackson?

Lo verdaderamente grave de que en ciertos sectores de la centroderecha se haya instalado la idea de que con José Antonio Kast habría mayor riesgo de un nuevo estallido que con Evelyn Matthei, es que ese razonamiento comparativo descarta de plano la posibilidad de que algo semejante ocurra bajo un eventual gobierno de Matthei. Esa falsa sensación de inmunidad constituye, sin duda, el escenario más peligroso.

Octubre de 2019 dejó en claro que ningún liderazgo ni coalición ajenos a la izquierda están a salvo de una crisis de esa magnitud. Creer que “eso no va a pasar” por atribuir el riesgo a otro candidato es un error garrafal. La verdadera pregunta para el comando de Evelyn Matthei es simple: ¿está la candidata preparada para un escenario de desestabilización, o confían ingenuamente en que no ocurrirá? Nada sería más necio que optar por lo segundo.

La paz social no se obtiene con un resultado electoral puntual. Pensar lo contrario es admitir como legítimo el chantaje de la izquierda y de paso vaciar de sentido la democracia. Lo cierto es que la paz es más producto del esfuerzo diario de millones de ciudadanos honrados auxiliados por un Estado cada vez más torpe a la hora de frenar a los que amenazan nuestra convivencia. Como bien advirtió el politólogo Miguel Anxo Bastos, el ejemplo perfecto de que el Estado no es el principal agente de la paz es la cárcel: no hay lugar donde el Estado sea más presente e invasivo, y tampoco hay un sitio donde la paz sea más esquiva, precisamente por la comunidad de indeseables que allí conviven.

La experiencia reciente ofrece, además, un ejemplo práctico que Matthei haría bien en observar. En lugar de seguir recetas intelectuales que parecen trampas en el solitario, le convendría mirar de cerca la gestión de Mario Desbordes en la alcaldía de Santiago. Contra él se repetía la misma acusación que hoy algunos en su campaña esgrimen contra José Antonio Kast: que no aseguraba gobernabilidad en medio de tomas y funcionarios que Irací Hassler mantenía tranquilos gracias a su militancia. Sin embargo, como el propio Desbordes señaló en una entrevista con Marcela Cubillos, las tomas y los paros en Santiago han durado apenas días porque los manifestantes se enfrentan a un político que está dispuesto a hacer cumplir la ley en todo momento, lo que ha permitido que en la actualidad la comuna no tenga ningún establecimiento ocupado.

La señal es clara: la gobernabilidad no es un privilegio que obtienen los moderaditos por seguir al pie de la letra lo que le digan desde la izquierda, sino el efecto de ejercer la autoridad con carácter y racionalidad.

Quien sea el candidato de derecha que llegue a La Moneda enfrentará un escenario hostil y cargado de desafíos. Lo que no puede permitirse la centroderecha es autoengañarse con falsas seguridades ni con diagnósticos prestados de la izquierda. La paz social no es un regalo de un resultado electoral: es una conquista frágil que requiere a diario el más estricto cumplimiento de las normas para que los ciudadanos honrados no sientan que están haciendo el loco a la hora de observarlas. (El Líbero)

Juan Lagos