¿Estamos preparados para el envejecimiento poblacional?

¿Estamos preparados para el envejecimiento poblacional?

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Chile está envejeciendo rápidamente. Según los resultados preliminares del Censo 2024, por cada hogar con niños menores de 14 años hay casi tres compuestos por personas mayores de 65. A esto se suma una tasa de fecundidad en mínimos históricos (1,16 hijos por mujer) y una esperanza de vida que supera los 81 años. ¿Qué tiene que ver todo esto con las universidades? Mucho más de lo que parece.

Durante décadas, nuestras casas de estudio han sido diseñadas como espacios para los jóvenes: pregrado, campus presenciales, carreras largas. Pero el país ya no es el mismo. La transición demográfica nos obliga a repensar el rol de la universidad: ¿seguiremos formando solo a quienes comienzan la vida laboral o también acompañaremos a quienes buscan seguir aprendiendo después de jubilar?

El Observatorio UC-Confuturo muestra que en la última década se ha más que duplicado la matrícula de personas mayores de 50 años en la educación superior. No es casualidad: el aumento de las expectativas de vida, la digitalización, los cambios en el trabajo y el deseo de mantenerse activos están impulsando una demanda creciente por educación continua en la adultez mayor.

El envejecimiento de la población no es un problema: es un cambio de paradigma. Y para enfrentarlo, las universidades chilenas deben asumir al menos tres tareas urgentes:

  1. Reconocer que la educación ya no es un momento de la vida, sino un proceso continuo. Esto implica flexibilizar las trayectorias, diversificar la oferta formativa y promover formatos híbridos, modulares y accesibles.
  2. Desarrollar una agenda institucional que integre a las personas mayores como estudiantes activos, no como beneficiarios pasivos. Eso supone diseñar políticas específicas, alianzas con gobiernos regionales, e incluso repensar el rol de la universidad en el tejido comunitario.
  3. Revalorizar la experiencia; mientras se impone la idea de la jubilación obligatoria en algunas universidades públicas, es necesario abrir el debate sobre el aporte de los académicos y profesionales mayores. El conocimiento no expira a los 75 años. El país necesita voces sabias, intergeneracionales y comprometidas.

La transición demográfica no es una amenaza, es una oportunidad. Pero si no la enfrentamos desde una mirada estratégica, corremos el riesgo de perpetuar un modelo universitario anclado en el pasado. La pregunta ya no es si las universidades están preparadas, sino si quieren ser parte activa del Chile que viene.

Envejecer no es dejar de aprender. Y educar no es solo formar jóvenes: es crear puentes entre generaciones, conocimientos y propósitos. El momento de actuar es ahora. (Red NP)

Pedro Palominos Belmar

Director Smartcity-Lab USACH