China-Brasil: ¿Preludio de nueva dinámica geopolítica en Sudamérica?

China-Brasil: ¿Preludio de nueva dinámica geopolítica en Sudamérica?

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La creciente influencia de China en América Latina, y en particular su relación estratégica con Brasil, está reconfigurando el equilibrio geopolítico de la región. Bajo el liderazgo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, Brasil ha intensificado su cooperación con Pekín, especialmente en los ámbitos militar y financiero. Un ejemplo notable es el interés de la estatal China North Industries Corporation (Norinco) en establecer una base de producción en Bahía y en adquirir una participación en Avibras, una empresa clave del sector aeroespacial y de defensa brasileño. Estas iniciativas incluyen la transferencia de tecnologías como el sistema antiaéreo Sky Dragon 50 y el tanque VT4, además de aplicaciones para la seguridad pública, como sistemas de reconocimiento facial y drones. Aunque estas colaboraciones se presentan como esfuerzos para fomentar la transferencia tecnológica y la producción local, en realidad reflejan la ambición de Xi Jinping de posicionar a Brasil como un enclave estratégico para proyectar la influencia china en Sudamérica, desafiando el dominio histórico de Estados Unidos.

El contexto político sudamericano, dominado por gobiernos de izquierda con posturas críticas hacia Washington, facilita este acercamiento. Países como Brasil, Venezuela, Nicaragua, Colombia, Honduras, Bolivia y Cuba dependen en gran medida de la demanda china de materias primas —mineral de hierro, petróleo, soya— y han forjado lazos estrechos con China, Rusia e Irán en temas de defensa y seguridad. Por ejemplo, Venezuela ha colaborado con Irán en tecnología de drones, mientras que Rusia mantiene una presencia militar en Cuba y Nicaragua. La reciente designación del presidente venezolano Nicolás Maduro como narcotraficante internacional por parte de Estados Unidos, con una recompensa de 50 millones de dólares por su captura, ha agudizado las tensiones regionales, consolidando la inclinación de estos países hacia el eje formado por Pekín, Moscú y Teherán.

Esta dinámica se ve exacerbada por las políticas comerciales de la administración de Donald Trump. Desde su retorno a la presidencia, Trump ha implementado aranceles del 40% a productos brasileños, elevando la carga tributaria total al 50%, lo que ha sumido las relaciones bilaterales en un punto muerto. Brasil respondió el 13 de agosto con un paquete de 5.500 millones de dólares para apoyar sus exportaciones, señalando un giro estratégico hacia China. A su vez, las negociaciones arancelarias entre Washington y Pekín, extendidas por 90 días el 11 de agosto sin un acuerdo definitivo, generan incertidumbre que impulsa a los países del Sur Global, especialmente a los miembros del BRICS, a fortalecer sus lazos con China. La advertencia de Trump sobre aranceles adicionales a los países BRICS refuerza esta tendencia, posicionando a China como un socio económico crucial en una región golpeada por el estancamiento económico. Además de absorber la producción de materias primas, China canaliza inversiones en infraestructura a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, compensando la reducción de la asistencia estadounidense.

Los impactos de estas tendencias en la geopolítica sudamericana son profundos. Primero, la incursión militar china podría erosionar la influencia de Estados Unidos, promoviendo un orden regional multipolar. Como la mayor economía de Sudamérica, Brasil podría convertirse en un canal para la tecnología militar china, influyendo en las decisiones estratégicas de países como Argentina y Chile, lo que podría desencadenar una carrera armamentista o dilemas de seguridad. Segundo, la integración financiera, como la adhesión de bancos brasileños al Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos (CIPS) chino, desafía la hegemonía del dólar y fomenta la desdolarización, con posibles repercusiones en la estabilidad comercial regional. Finalmente, la cooperación con Rusia e Irán podría amplificar amenazas transnacionales, como el terrorismo y el crimen organizado. Aunque la Iniciativa de Seguridad Global (GSI) de China se presenta como un esfuerzo para combatir el terrorismo y asistir en desastres, en la práctica facilita la recolección de inteligencia y la proyección militar de Pekín.

Para enfrentar estos desafíos, los países sudamericanos deben adoptar estrategias pragmáticas. La diversificación diplomática es esencial, fortaleciendo lazos con la Unión Europea y las naciones del Indo-Pacífico para reducir la dependencia de una sola potencia. Asimismo, la integración regional, mediante mecanismos como el Mercosur, puede coordinar políticas comerciales para mitigar impactos externos. Finalmente, es crucial abrir canales de diálogo con Estados Unidos para negociar acuerdos comerciales que alivien las presiones arancelarias.

Hacia el futuro, la intensificación de la rivalidad entre China y Estados Unidos podría convertir a Sudamérica en un escenario de competencia entre grandes potencias, evocando una dinámica de «nueva Guerra Fría». La influencia china probablemente se expandirá, especialmente en un contexto de dificultades económicas regionales, pero las respuestas de Washington, como el fortalecimiento de ventas militares y el intercambio de inteligencia, podrían generar reacciones adversas. La estabilidad regional dependerá de la capacidad de los líderes sudamericanos para actuar con visión estratégica, evitando quedar atrapados en conflictos de potencias extranjeras y priorizando un camino de desarrollo autónomo y sostenible. (Red NP)

Andrés Liang

Experto en geopolítica y Seguridad

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