Adiós al séptimo que se sale de la línea

Adiós al séptimo que se sale de la línea

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¿Por qué Matthei bajó en las encuestas y se requirió de su rescate? Importa saberlo, porque si no se conoce la causa tampoco se encontrará el remedio, y todos estarán haciendo como que trabajan a sabiendas de que no están cambiando nada.

Eso de que estar largo tiempo en primera posición signifique un desgaste seguro ha llegado a ser un lugar común que no explica nada y que, además, es falso.

Luego de dejar La Moneda, Bachelet se mantuvo liderando las encuestas por cuatro años, aunque se le aplicó la consabida campaña sucia para “facilitar” su desgaste.

Tampoco es cierto que la posición política de Matthei, centroderecha dialogante y abierta a los acuerdos, tenga que ser por fuerza un motivo para su recuperación. Chile Vamos ha estado siempre donde mismo y su abanderada fue declinando pese a esta constante, aún considerando sus errores tácticos.

Mucho menos se puede culpar al comando por esta evolución negativa, pese a que sus voceros a cada rato se atribuyeron la responsabilidad por la tendencia sostenida. El problema no se presentó por falta de campaña, sino a pesar del despliegue que la candidata ha mantenido en el terreno y en los medios.

Es cierto que las encuestas equivalentes de la campaña presidencial anterior mostraron unas figuras en los primeros lugares y, luego, esos nombres fueron cambiando durante la campaña. Pero estos antecedentes debería ser más un motivo de preocupación que de alivio.

Se conocen candidatos que llegaron al primer lugar y luego bajaron. También se puede constatar que otros empezaron desde abajo y después fueron subiendo. De lo que no se tiene noticias es de algún caso de alguien que partió primero, llegó a tercero y después remontó de nuevo.

Siempre hay una primera vez, pero para que ocurra hay que saber qué está fallando y no parece que en Chile Vamos tengan la respuesta.

Juan Antonio Coloma intentó una explicación diciendo que el cambio de alcaldesa a candidata pudo haber sido mal asimilada por los ciudadanos y que la campaña sucia debió tener algún efecto, pero queda la sensación de que hay mucho todavía para poder comprender lo que ocurrió a la vista de todos.

Una buena propuesta sin atractivo

Matthei no se ha equivocado en el diagnóstico de los males que nos aquejan, porque las candidaturas, independientemente de su posición en las encuestas, se concentran en los mismos temas aunque su tratamiento sea distinto.

El problema está en que la exalcaldesa no está siendo identificada como la encarnación de la esperanza para darle un principio de solución a estos males.

Esta no es únicamente una falencia individual. Cuando un gobierno tiene más rechazo que apoyo, lo natural sería que quienes tienen el liderazgo en la oposición sean identificados como alternativa de conducción, y eso tampoco ha estado ocurriendo. Si los descontentos pasaron de largo y siguieron a otro, algo falla.

Esto quiere decir que ni Matthei ni Chile Vamos se están fortaleciendo y un simple rebalaje de posiciones no traerá la solución, por la misma razón de que no se espera que un enfermo se cure recurriendo a otro enfermo.

La gran fortaleza de Chile Vamos es institucional. Son los méritos propios de los partidos que han contribuido a alcanzar acuerdos, actuando con responsabilidad. Es solo que estos antecedentes cuentan menos cuando el desprestigio de la política no hace excepciones y las propuestas rápidas y rotundas encuentran oídos propicios en muchos lados. Es una opción seria, pero no atractiva.

Coloma dice, con razón, que “esta es una elección probablemente de lo más compleja de este siglo”, por las posiciones políticas contrapuestas que se presentan. No se parece a las elecciones presidenciales precedentes y lo que espera es que, como en el proceso plebiscitario, la marea vuelva a cambiar al aproximarse el día de la votación favoreciendo esta vez a su sector. Tiene esperanza, no convicción.

Aquí es, precisamente, donde encontramos el problema. La situación es inédita, de momento se avanza con el viento en contra y todo depende que sea la gente la que cambie de comportamiento porque lo que hará la centroderecha es reforzar el mensaje que ya se tiene y respaldar a su candidata. La suerte está echada.

Pero, ¿es Matthei la líder apropiada para tiempos convulsionados? Es posible que haya cambiado la evaluación que se hace de la abanderada. Le pueden seguir reconociendo sus méritos y, sin embargo, eso no quiere decir que la mayoría la considere como la líder que se requiere para los nuevos tiempos.

Debido a la velocidad del giro producido, puede que haya quedado desactualizada, por ser muy representativa de un tiempo más predecible, de una política más rutinaria, de propuestas ya implementadas con respaldo técnico garantizado.

¿Y si no hay recuperación, qué se hace?

La dificultad sería mayúscula si el problema de la oferta de Matthei no fuera el haber sido poco explicada y mal entendida. Si sus planteamientos se estuvieran comprendiendo a la perfección y no fuera eso lo que quiere apoyar la mayoría ciudadana, el asunto no tendría remedio.

Si hay solución posible, entonces el reforzamiento político experto que llega al comando lo sacará del marasmo, remontando lo suficiente para pasar a la segunda vuelta. Esa es una posibilidad, pero, claro, es igualmente posible que ocurra lo contrario y nadie sensato se prepara solo para que ocurra lo mejor.

La idea de sintonizar con los nuevos tiempos recurriendo a los viejos estandartes puede ser entendible, pero es también contraintuitivo. La idea en mostrar capacidad de adaptación antes que de reincidencia.

Kast está siendo tan sincero como la debilidad de sus adversarios se lo permite. A medida que la competencia retrocede o tropieza, deja más cartas al descubierto. Por eso habla ahora, después que Jara cometiera un error grave y que Matthei se encuentra intentando su última línea de defensa.

Ha llamado la atención las recientes declaraciones del líder republicano insinuando su intención de gobernar haciendo un amplio uso de los decretos ejecutivos. El solo anuncio provocó las reacciones del caso por sus implicancias, como si las convicciones de Kast fueran una novedad.

Debiera llamar la atención que pueda hacer estas declaraciones en el convencimiento de que el costo a pagar es mínimo. En realidad, está avanzando.

La reacción de la centroderecha es demostrativa de su debilidad. Sus protestas no hacen daño y la fuga por goteo desde sus filas hacia Kast no se ha detenido. Si Chile Vamos no llena su propio espacio, pronto dejará de serlo. (El Líbero)

Víctor Maldonado