Newman, el nuevo Doctor de la Iglesia y el liberalismo- R. Astaburuaga

Newman, el nuevo Doctor de la Iglesia y el liberalismo- R. Astaburuaga

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El Papa León XIV concedió a San John Henry Newman (declarado Venerable por Juan Pablo II, Beato por Benedicto XVI y Santo por Francisco) el título de Doctor de la Iglesia. A lo largo de sus más de 2.000 años de historia, solo 36 santos gozan de este título. Los Doctores de la Iglesia son reconocidos maestros de la fe para los católicos de todos los tiempos y han ejercido una gran influencia en el desarrollo del cristianismo. Newman fue un teólogo británico brillante y uno de los conversos más influyentes de su tiempo. Y vale revisar algunas de sus posturas sobre el liberalismo, cuestión a la que dedicó parte de sus reflexiones.

Newman nació en 1801 en Londres y fue presbítero de la Iglesia anglicana, pero en 1845 se convirtió al catolicismo, y posteriormente fundó el Oratorio de San Felipe Neri de Birmingham. Similares, e influenciadas por él, fueron las conversiones de Chesterton y Knox. De hecho, un alumno del Oratorio de Newman fue el padre Francis Morgan, quien educó y fue el tutor legal de Hilary y J.R.R. Tolkien, cuando murió la madre de ambos, también conversa al catolicismo.

Resulta llamativa la decisión de otorgar el título de Doctor de la Iglesia a un inglés caracterizado por su feroz lucha intelectual contra el liberalismo, el cual surge en Inglaterra y se desarrolla Locke, Hobbes, Smith, Bentham, Stuart Mill y Keynes.

Gran parte de sus críticas tienen una absoluta vigencia actual. Así, la cohesión de la sociedad no puede depender de la utilidad, el pragmatismo y el interés propio combinado la divinización de la ciencia y con la defensa de ciertos principios morales particulares, si es que al mismo tiempo los liberales insisten en tratar a la religión como un lujo privado y se utiliza el método empírico para resolver cuestiones morales que las ciencias no pueden resolver. De esto último, Newman sostenía que “se extralimitan y se entrometen donde no tienen derecho”, lo que fomenta una mentalidad en los católicos de priorizar determinadas ciencias o la aprobación ciudadana (encuestas de opinión), antes que discutir la postura católica sobre el tema.

La preocupación de Newman por el liberalismo se extendía al peligro que representaba la defensa de una libertad de conciencia absolutamente desvinculada de la verdad objetiva y provocar un relativismo moral que reina sin contrapesos actualmente. La consecuencia está a la vista: pocos planteamientos públicos actualmente reciben tanta indiferencia y ninguneo como defender la existencia de una verdad moral objetiva. Newman estaba convencido de que la conciencia es la defensora de la verdad en lo más profundo de la persona humana y que el camino de la conciencia lo es todo menos un camino de subjetividad autosuficiente: es un camino de obediencia a la verdad objetiva.

La valentía intelectual de Newman sobre la verdad objetiva se conecta con la valentía política de otro santo inglés, como Tomás Moro. Mientras la fuerza de la verdad llevó a Newman a alertar y combatir gran parte de los peligros propios del liberalismo, Moro vivió la verdad de forma coherente, en su vida pública y privada (familia, función pública, amigos y academia), sin separarlas, incluso cuando se jugó la vida.

Eso es lo que necesita Chile. Ciudadanos, especialmente políticos, jugados por vivir y defender esas verdades inmutables en todo tiempo y lugar. En cada elección que se les presenta. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga