Si bien el voto nulo es una opción válida y legitima para los votantes que no aspiran tener posiciones de liderazgo político, cuando una persona que ha tenido una trayectoria política pública y notoria anuncia que votará nulo en una elección presidencial, esa persona está renunciado a su vocación de liderazgo y se está refugiando en una postura que, aunque legal, es profundamente cobarde.
El voto nulo o blanco implica que la persona considera que cualquiera de las opciones disponibles es igualmente válida (o igualmente inválida). No basta con decir que ninguna de las opciones disponibles es ideal. Las elecciones siempre se reducen a tener que elegir entre opciones menos que ideales. La persona que mejor puede representar todas mis posturas, visiones, valores y lecturas de mundo soy yo mismo. Pero como la democracia representativa consiste en escoger a alguien que nos represente entre un grupo de opciones limitadas, inevitablemente la democracia se convierte en un ejercicio en que uno termina escogiendo el mal menor.
En las elecciones de segunda vuelta, cuando las opciones se reducen solo a dos alternativas, la sensación de que se está escogiendo al mal menor es aún más evidente. En 2021, casi la mitad de los votantes en segunda vuelta había apoyado a opciones diferentes a las que representaban Gabriel Boric y José Antonio Kast. Pero enfrentados a la realidad de que el siguiente presidente de Chile sería Boric o Kast, muchas de esas personas optaron por la opción que consideraron el mal menor. Aquellos que decidieron abstenerse o emitieron un voto inválido estaban tácitamente declarando que ambas opciones le daban lo mismo.
Ya sea porque ambas opciones les parecían igualmente aceptables o igualmente inaceptables, los que anularon su voto en 2021 sabían que, como anticipaban las encuestas, emitir un voto nulo significaba que su abstención ayudaba a la victoria de Gabriel Boric. Los que anularon, entonces, sabían -o debían haber sabido- que, al abstenerse de apoyar a un candidato, le estaban pavimentando el camino a La Moneda a Gabriel Boric.
Si las encuestas se mantienen como están ahora, los que emitan un voto blanco o nulo en noviembre están tácitamente apoyando el escenario de una segunda vuelta entre José Antonio Kast y Jeannette Jara. Si quieren evitar que haya dos candidatos extremistas en la segunda vuelta, lo más razonable es votar en primera vuelta por alguna candidatura que no sea extremista. Si optan por votar en blanco o anular su voto, esas personas que dicen estar descontentas con las opciones que representan Kast y Jara están actuando de una forma que solo ayuda a Kast y a Jara a consolidar el liderazgo que ahora reportan las encuestas.
Luego, si Jara y Kast llegan a segunda vuelta, esas personas que anuncian que votarán nulo están tácitamente diciendo que prefieren que gane la persona que actualmente está liderando en las encuestas por sobre la persona que las encuestas reportan como más probable perdedora. Aunque digan que votarán nulo, esas personas que anuncian un voto nulo tácitamente nos están diciendo que prefieren que gane Kast a que gane Jara—al menos mientras Kast siga liderando en las encuestas.
Si los que anuncian que votarán nulo o blanco son líderes políticos con experiencia y trayectoria, su declaración es un ejemplo de falta de sinceridad. Es más, es lisa y llanamente cobardía. Un líder político sabe que, si no se manifiesta o hace campaña por un candidato, está tácitamente aceptando el desenlace que anticipan las encuestas. Refugiarse en el voto nulo o blanco para evitar tener que explicitar que hay una de las opciones que considera menos mala es aceptable para un votante común y corriente, pero no para un líder político o personaje público que se considera lo suficientemente relevante o influyente como para dar una entrevista a algún medio de comunicación masiva.
En las elecciones siempre se debe escoger entre opciones que distan de lo que consideramos ideal. En segunda vuelta, es mucho más probable que los electores queden con la sensación de escoger el mal menor. Es cierto que faltan todavía muchos días para la elección, por lo que nadie está obligado a decidir aún su voto. Pero cuando ya estemos en los días anteriores a la elección, no se vale que los líderes políticos o referentes intelectuales del país se refugien cobardemente en decir que votarán nulo. El voto nulo es la aceptación tácita de que les parece mejor el escenario que anticipan las encuestas que escenarios alternativos. Uno no tiene por qué estar plenamente satisfecho con la opción que escoge en una elección, pero resulta lamentable que haya líderes políticos que, cobardemente, anuncien que van a votar nulo o blanco como si realmente creyeran que uno puede hacerse el indiferente cuando el país se vea enfrentando a escoger entre dos opciones que distan mucho de lo que ellos consideran como ideal. (La Tercera)
Patricio Navia



