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Editorial NP: Para La Moneda, el balotaje; para El Congreso, la lista única

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Resulta curioso comprobar que también en política, que se supone el arte de gobernar y por consiguiente, conducido por la ciencia, la lógica y el uso racional del lenguaje como instrumento de coordinación de los distintos sectores e intereses ciudadanos para la resolución pacífica de las diferencias, se haya caído tan profundamente en su utilización emocionalmente motivada, nada estética, y muy efectiva para provocar conductas y/o actitudes que lesionan la indispensable racionalidad y profundizan el circulo vicioso de la violencia y disociación.

En efecto, desde antes de las elecciones primarias, las dirigencias de los diversos partidos de izquierda que participarían en ellas ya deducían que, el más probable vencedor del proceso sería el Partido Comunista, debido, primero, a su organización y disciplina internas; y segundo a que se preveía que participaría poca gente a raíz de la impopularidad de la política, en general y del Gobierno en particular. Todos los actores de la política activa sabían que con un bajo nivel de participación ganaría la colectividad que ordenadamente pudiera llevar a las urnas a la mayor cantidad de adherentes.

El “wishfull thinking” que junto a la poesía es también sustantivo a la política, engañó la percepción de miles de personas cuando ya se conocían los candidatos de cada sector de la izquierda, que supusieron que los vencedores serían los partidos socialdemócratas, primero porque eran más; y segundo porque dada su moderación y sentido del centro transaccional y pro acuerdos que caracteriza la gestión racional de la política, identificarían a más ciudadanía votante. No se dimensionó, empero, el efecto que tendría en la base socialista que el PS depusiera su candidatura en favor de la candidata PPD.

La juventud de la nueva izquierda frente amplista, en tanto, profundamente zambullida en sus propios “wishfull thinking” resultaba la más azotada del grupo, producto de la abandonada racionalidad del embrujado y de su temprana elección del camino emocional del poeta o profeta admonitorio anti-30 años que la hizo sufrir la dolorosa derrota que vino a perfeccionar la cuadratura de su triste cuatrienio de capitulaciones.

Pero ha sido en la derecha en donde este dislate de las emociones ha provocado mayor daño a los sentidos de realidad, racionalidad, moderación y prudencia, levantando pasiones y ventoleras que han hecho peligrar el necesario animus societatis requerido para la segunda fase y definitiva del proceso electoral, enfrascados, como están, en una competencia de partidos que desecharon la emulación en primarias por la incerteza de la victoria en comicios que no cuentan con financiamiento estatal, hecho relevante para colectividades más nuevas, como por la necesidad alfa de medir fuerzas reales de cada quien utilizando la obligatoriedad del voto en las elecciones de noviembre e instalar así formalmente una hegemonía que permita conducir el oficialismo o la oposición, según sea el caso, de la próxima administración.

Es curioso, porque las razones que se adujeron en su oportunidad fue que las primarias adelantaban la agresividad competidora entre los partidos y predisponían a una fase de post elecciones resentida y sin capacidad de asociación para objetivos compartidos, motivo por el cual lo mejor era disponerse a una competencia electoral única en primera vuelta, con el compromiso de que quien resulte vencedor tendrá el apoyo de quienes queden atrás. No ha sido necesario llegar a esa primera vuelta y la irracionalidad del espíritu animal de la competencia sin normas ha arrastrado a varios actores no solo al uso de malas palabras, sino a su uso mentiroso y mendaz, que era lo que se quería evitar.

Pero todo esto era previsible. Porque era obvio para los dirigentes de todos los partidos de la derecha que una competencia en primera vuelta obliga a priorizar como adversario a quien se encuentra a su lado, y no de quien está al frente, dado que la segunda vuelta mide solo al primero y segundo de la primera y, por consiguiente, es menester sacar un voto más que el competidor aliado que lo acompaña para así poder disputar la Presidencia al aspirante de la izquierda. Se trata de un diseño estructural que enemista a aliados y no ayuda a la generosidad. De allí que haya tres o cuatro candidatos con ideas similares que bien pudieron ser uno o dos.

Solo hace algunas semanas el “wishfull thinking” hacía imaginar a varios -producto de las encuestas- que pudiera darse el escenario de una “segunda vuelta alemana” (Kast-Matthei, por ejemplo y no, por cierto, Kast o Matthei vs Winter). Pero lo cierto es que la primaria de izquierda modificó el escenario tal y como las dirigencias partidistas lo preveían, es decir, que la o el candidato vencedor tendería a integrar el conjunto de los votos de la izquierda y parte de la centro izquierda al día siguiente de esas elecciones. Así, el día después de los comicios una victoriosa Jara comenzó a marcar el tercio (29% a 32%) tradicional de la izquierda, mientras las preferencias asociadas a ideas de la derecha y centroderecha se dividían entre tres o cuatro candidatos provocando la ilusión de una derrota o victoria aplastante.

Un fenómeno adicional menos previsto fue el de acción y reacción que, como en la física, dado que buena parte de los dirigentes políticos y medios de comunicación supusieron que en las primarias ganaría la postulante socialdemócrata, la más obvia aspirante de derecha para tal contrincante era la candidata de centro derecha. Pero dado el resultado esperado de una elección con menos votantes y un solo partido disciplinado, la victoria de la candidata del Partido Comunista provocó la natural reacción de peligro de la derecha: trasladar sus preferencias hacia los candidatos más duros del sector.

Así las cosas, mientras las encuestas siguen mostrando a la postulante comunista a la cabeza con su tercio de izquierda reforzado, aunque con las indefiniciones previsibles de amplios sectores socialdemócratas y socialcristianos moderados que le dieron el 11% adicional a Boric en el balotaje de 2021, la lógica lucha de la derecha por el segundo lugar (que si hubiera habido un solo  candidato hoy encabezaría las encuestas con 44%) se ha trabado realmente entre el candidato cuya dureza se corresponde con la de la aspirante de izquierda (si hubiera ganado Tohá es posible que Matthei estuviera a la cabeza de las encuestas) y la aspirante de centro derecha cuya única oportunidad de crecimiento es ahora hacia el centro, dado el copamiento que han hecho de la derecha Republicanos, Social Cristianos y Nacional Libertarios.

En todo caso, haciendo uso de la racionalidad, el simple ejercicio de sumar los porcentajes de Matthei, Kast, Kaiser, e incluso Parisi muestra, más o menos, lo que se podría esperar en términos de ideas que preceden a votos, en la segunda vuelta, aún con un previsible aumento de las abstenciones y de los votos nulos o blancos, si es que aquella se realiza entre Kast y Jara. Con mayor holgura aún si se produce entre Matthei y la dirigente comunista. Lo relevante, empero, es qué pasará con la disputada hegemonía de la derecha -causante básica de la participación dividida en lo presidencial- es decir, cuál será el curso democrático que seguirá el país tras la victoria de Matthei o Kast en segunda vuelta y si en la cuestión parlamentaria podrán estos partidos dejar de lado sus matices -transformados en divisorias cordilleras- y ambiciones personales -como recintos amurallados- para lograr una lista única y así ganar un Congreso para el/la candidata(a) de derecha triunfante. (NP)