El derecho a violar derechos-Vanessa Kaiser

El derecho a violar derechos-Vanessa Kaiser

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¿Qué hay tras el escándalo por las declaraciones, primero de Matthei a Hirane y luego de Kaiser a Mosciatti? ¿No le parece insólita la respuesta de políticos y medios de prensa, incluso pidiendo cárcel por ejercer el derecho a la libertad de expresión? Eso en un país en el que se indulta a criminales. Ni mencionar los abultados prontuarios de los acusadores. Hablamos de ser ex miembros del MIR y del FPMR, de políticos que participaron activamente en el golpe de Estado del 18-O y periodistas que legitimaron la violencia en contra de Carabineros y de todo aquel que no se sometiera a la tiranía de la «primera línea». De ahí que no deba extrañarnos la total desconfianza a la casta política y que sean los medios de comunicación alternativos los que concentren parte importante de las preferencias. Y es que para la persona común, la distinción entre verdad y mentira tiene un valor capital y es una coordenada que sirve para ordenarse psíquicamente. La coherencia es parte de dicho entramado psíquico. Por dar un ejemplo: ¿Cómo puede, Pamela Jiles, quien recibió entrenamiento en Libia, fue parte del FPMR y activa militante del PC pedir cárcel para Kaiser? ¿Sabrá que según la encuesta Mori, realizada en 2023, el 36% de los chilenos declaró estar a favor del régimen militar? En otras palabras, está mandando a prisión a más de un tercio de los chilenos. ¿No le parece totalitario?

Agreguemos dos datos antes de profundizar. El rechazo en 2023 de los diputados al proyecto de resolución que ingresó la bancada de parlamentarios del PC condenando el acuerdo que la Cámara alcanzó en 1973 donde se acusaba “el grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la República” bajo el gobierno del presidente Allende. Es decir, hace menos de dos años, los diputados rechazaron lavarle la imagen a un régimen totalitario que usaba la democracia para violar los DD.HH. Al que no lo crea le bastaría con preguntarle a la gente que se salvó de la inanición y pasaba días haciendo cola para conseguir un mendrugo (matar de hambre es una de las estrategias revolucionarias de Lenin), a los viejos mineros de El Teniente, a los periodistas o a los dueños de campos e industrias. Lo que Kaiser y Matthei declararon se condice perfectamente con el pronunciamiento de la Cámara.

Otro aspecto a considerar es el rechazo de los mismos políticos que rasgan vestiduras por las violaciones a los DD.HH. durante el régimen militar al proyecto que obligaba a los partidos a renunciar al uso de la violencia como método de acción política. Este hecho refleja el nivel de hipocresía de quienes no tienen problemas si aliados ideológicos o pragmáticos transforman al país en un “maldito infierno”. Para la izquierda antidemocrática, los grupos terroristas u organizaciones criminales tienen derecho a destruir la República. Igual derecho a arruinar la democracia ostentan los políticos elegidos gracias al engaño, la mentira y la manipulación. No olvidemos que Allende mintió para que una DC aterrorizada por el asesinato del general Schneider lo apoyara. Y no cumplió con las garantías constitucionales que firmó. Ese solo hecho debió bastar para declarar la ilegalidad de su gobierno y llamar a nuevas elecciones. Volvamos a nuestra pregunta inicial teniendo a la vista los antecedentes aportados: ¿por qué tanto escándalo?

Tras años estudiando tanto las condiciones mundanas como el tipo de psiquis que es funcional al éxito de los regímenes totalitarios, me atrevo a decir que nuestro país está en grave peligro. Y no sólo porque la izquierda antidemocrática ha fagocitado al centro político, sino porque las reacciones ante lo que ellos llaman “discurso negacionista” dan cuenta de una realidad psíquica que subyace al mapa político y nos enfrenta con la posibilidad real de perder nuestra democracia. ¿Cuáles son sus elementos centrales? Primero, el miedo que han infundido en parte importante de la élite política y mediática, y segundo, la gran mentira que ha posicionado a los políticos e intelectuales de izquierda en el podio de la superioridad moral. Fueron ellos los que, con Allende y desde 2019 han horadado los cimientos de la democracia burguesa que tanto odian. Que luego haya habido consecuencias por todos condenadas las cuales hubiésemos preferido evitar no los exime de su culpa. Seamos sinceros; si usted le preguntara a alguno de los actores de la época, miembros y adherentes de la UP, MIR, VOP, OLAS (a nivel internacional), ¿a cuántos chilenos estaba dispuesto a asesinar para lograr el éxito de la revolución? No habría podido darle el número porque, como afirma Mauricio Rojas en su libro Lenin, los maravillosos ideales comunistas transforman a quienes creen en ellos en “criminales perfectos”, es decir, en sujetos que “pueden matar sin remordimientos ni límites”, ya que están convencidos “de hacerlo en nombre de la razón y el progreso”.

Hace no tanto (2012) Guillermo Tellier respaldaba los dichos de Camila Vallejo sobre la legitimidad de la vía armada. Ahhh, pero no vaya usted a querer defenderse porque entonces es negacionista, tiene que perder su cargo de diputado y disolverse su partido. Esas son las amenazas que se ciernen sobre Kaiser en el marco de una institucionalidad en crisis por la corrupción política y de una sociedad atemorizada. En suma, los chilenos nos dividimos en dos clases. Unos tienen derecho a dar golpes de Estado, matar, robar y destruir la democracia y los otros debemos aceptarlo en silencio. Y es que, si alguien dice la verdad, se cae a pedazos la mentira que nos hemos tragado en los últimos 30 años: que quienes padecieron las consecuencias de haber suscrito a la revolución castro comunista que asoló al país durante mil días, tienen el derecho a destruir la democracia y a violar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad de todo aquel que se le oponga. (El Líbero)

Vanessa Kaiser