El Macondo de las encuestas-Vanessa Kaiser

El Macondo de las encuestas-Vanessa Kaiser

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“Esta situación, para Matthei es muy precaria, porque bastaría con que Kaiser dijera ‘no alcancé lo que yo quería, renuncio e incluso hago una alianza con Kast’, y ahí la situación se complica”. Así reflexionaba Tomás Mosciatti hace unos días en Bío Bío.

Hannah Arendt nos habla de la importancia que la diversidad de perspectivas tiene en la esfera pública, en vistas a que es desde su manifestación que podemos dar cuenta de la realidad y tomar las decisiones adecuadas. De ahí que valga la pena realizar un análisis sobre las reflexiones de Mosciatti, profundizando en aspectos que están pasando desapercibidos.

Lo primero a tener en consideración es la fuente -en este caso las encuestas- de las premisas que dan origen al desarrollo lógico de las ideas expuestas. Para aportar nuestra perspectiva lo primero que debemos preguntarnos es si podemos confiar en ellas. Tomemos el ejemplo de Cadem. ¿Cuáles eran sus pronósticos a seis meses de las elecciones en 2021? Daniel Jadue llevaba la delantera con 14% de las preferencias y le seguía Joaquín Lavín con 13%. Provoste empataba con Sichel y en un triple empate, todos con 6%, se encontraban Gabriel Boric, Pamela Jiles y José Antonio Kast. Demos otros ejemplos. Mientras la encuesta CEP de agosto de 2021 le daba un 3% a Kast y un 13% a Boric, Pulso Ciudadano posicionaba como ganador a Joaquín Lavín con un 16%, mientras Jadue marcaba un 12,6%, Sichel un 8,4% y Kast un 2,1%.

Si se tiene a la vista la amplia e inexplicable brecha entre las cifras y la realidad no debiese de esperarse que un ser racional tome ninguna decisión sobre la base de augurios, que más parecen intuiciones de brujas que el resultado de un trabajo serio basado en una metodología confiable.

La pregunta que resulta ineludible plantear a los medios de prensa es por qué permiten que la agenda pública y el debate se funden en las quimeras porcentuales de encuestas que, semana a semana, absorben litros de tinta y energía que podrían destinarse a problemas de primer orden o, por qué no pensarlo, a un trabajo cualitativo genuino que informe sobre los programas e ideas de los candidatos.

No lo sabemos, pero esta “encuestitis” podría explicar, en parte, por qué la izquierda lleva a tan malos candidatos en su primaria. En lugar de ver a un Óscar Landerretche, Fidel Espinoza o Ximena Rincón -¿se imagina unas primarias de ese nivel?- las apuestas favorecieron a una candidata comunista que hay que vestir de Bachelet, a un frenteamplista cuya performance plantea serias dudas sobre su personalidad y a una ex ministra, líder del Apruebo, cuya gestión en seguridad ha sido una vergüenza -como botón de muestra recuerde la indicación a las RUF-, misma a la que se le perdieron varios millones siendo alcaldesa y que, de pasar a primera vuelta, verá cómo el repugnante manual de sexualidad infantil que promovió se transforma en la lápida de sus aspiraciones. Ni un solo padre o madre votaría por una mujer dispuesta a promover algo así.

Una vez fuera del mundo macondiano que emerge de las encuestas podemos llegar a un par de conclusiones. Primero, Kaiser no se baja, no solo porque todo su capital político descansa en la confianza que le expresa parte de la ciudadanía, sino porque en el Partido Nacional Libertario existe la convicción de que Chile no se salva con un próximo gobierno de derecha.

Lo único que podrá sacarnos del “maldito infierno” en que transformarán al país (y no necesitamos una encuesta para saberlo) es un grupo de personas probas que, independientemente del sector del que provengan, estén dispuestas a llegar hasta las últimas consecuencias en el restablecimiento del Estado de Derecho y en la persecución de todo tipo de delitos.

La estrella del momento es, qué duda cabe, Dorothy Pérez. De ahí que sea importante aclarar el punto: no se trata del éxito político -llegar al poder- sino de la recuperación de nuestras instituciones, del orden y del restablecimiento de los lazos entre los ciudadanos que conforman la nación.

Son la fe en el poder de los sin poder, el respeto hacia el soberano que ha sido avasallado sin pudor en el primer y segundo proceso constituyente y el retorno a la regla republicana que separa al Ejecutivo del Legislativo y el Judicial, el cemento con el que podremos pavimentar la salida de la crisis.

De ahí que Kaiser no sea un factor, sino el representante de una praxis y lenguaje político que suena extraño y por eso diversos actores en la esfera pública no le creen. Y es que ya no estamos acostumbrados a que los políticos cumplan sus promesas, nos hablen con la verdad, digan lo que piensan y hagan lo que dicen. Quizás sea también efecto de la intoxicación macondiana. Y es que donde nada es verdad, tampoco importa mucho la realidad… hasta ese fatídico momento en que los títeres de la maldad se sirven de nuestra indolencia para quemar ciudades, derrocar gobiernos y destruir la democracia. (El Lìbero)

Vanessa Kaiser