El telefonazo que no fue-Álvaro Bellolio

El telefonazo que no fue-Álvaro Bellolio

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El reciente intento fallido de comunicación entre Marco Rubio, secretario de Estado de EE.UU., y el presidente Gabriel Boric, es más que una anécdota diplomática: es el símbolo de una forma de gobernar que confunde ideología con estrategia, y relato con resultados. En política internacional -como en migración, seguridad o reconstrucción- no basta con tener una ideología propia: se necesita gestión, jerarquía y sentido de realidad.

Rubio, figura central de la administración Trump, no es un canciller -técnicamente secretario de Estado- cualquiera. Es un interlocutor directo del poder estadounidense, especialmente en temas sensibles como defensa, comercio y cooperación hemisférica. Que se haya intentado contactar con el presidente de Chile para abordar temas clave -como la tensión con Israel o posibles medidas arancelarias- y haya sido derivado a la Cancillería con el argumento de que “los presidentes sólo hablan con presidentes” revela una mezcla de amateurismo y desdén impropio de una jefatura de Estado.

Porque más allá de la cortesía, esto es geopolítica. Estados Unidos no llama por capricho. Lo hace cuando percibe señales preocupantes. Y Chile, lamentablemente, lleva meses enviando señales erráticas: amenazas de romper relaciones con países que tienen intereses relevantes en el país, embargos unilaterales, gestos sin cálculo, y un discurso más preocupado de la tribuna internacional que del interés nacional. En lugar de reforzar la seriedad de nuestra política exterior, el gobierno ha optado por una diplomacia de nicho, voluntarista, que juega con fuego sin medir consecuencias. Por ejemplo, es importante el apoyo de Estados Unidos para temas como la deportación de extranjeros Venezolanos fuera de nuestras fronteras, para que dejen de hacer daño desde nuestras cárceles y comunas.

¿El riesgo? Perder influencia, respeto y beneficios concretos. Ya ocurrió con Argentina, que fue retirada del programa Visa Waiver por no cumplir con los estándares de seguridad y migración. Chile hoy enfrenta cuestionamientos similares. Si a eso le sumamos gestos innecesarios que tensionan con aliados estratégicos, la factura puede ser mucho más alta.

La ciudadanía lo intuye: sin gestión, no hay resultados. Y en política exterior, los “gustitos ideológicos” se pagan caro. Porque no se trata de agradar a la barra propia, sino de actuar con visión de Estado. Chile necesita recuperar la sobriedad, la claridad de propósito y el profesionalismo. Y eso, hoy, está en manos de la oposición. Porque cuando el gobierno prefiere no contestar el teléfono, alguien tiene que hacerse cargo. (El Líbero)

Álvaro Bellolio