En ese mundo de exageraciones que son los estereotipos, el que se nos reserva a los latinoamericanos es el de la informalidad o la pasión desmedida, lo que nos hace parecer casi siempre graciosos o directamente cómicos. Los chilenos solemos replicar que nosotros no somos así, pero la realidad durante el último período se ha encargado de demostrarnos lo contrario: que cuando pensamos que estamos teniendo un comportamiento serio, muchas veces no pasamos de ser más bien graciosos o simplemente cómicos.
Es posible que se trate solo de un fenómeno contemporáneo; que no siempre hayamos sido así. Quizás nuestro comportamiento actual se deba solo a la proliferación de medios de comunicación que nos inundan de personajes y situaciones ridículas que, sin querer tendemos a imitar. O tal vez es solo la última expresión de ese período excéntrico que se inició con el “estallido social” y siguió con la elección de Gabriel Boric. Después de todo, cada cierto tiempo suelen irrumpir períodos así: hace cincuenta años comenzamos con la exaltación de la Revolución Cubana, seguimos con las reformas universitarias radicales en prácticamente todas las universidades del país y terminamos con la elección de un presidente cuyo programa declaraba el inicio de la construcción del socialismo y lo siguió un golpe militar que dejó heridas que hasta hoy nos duelen.
O tal vez… En fin, puede haber muchos “quizases” y “talveces”, pero el hecho es que hoy, cuando tenemos un sistema electoral que debe seguir perfeccionándose, pero que funciona con regularidad; cuando la política tiende a configurar opciones claras de derecha, centro e izquierda que contribuyen a hacer que las decisiones de los electores sean más informadas e inteligentes; justamente hoy, cuando podemos hacer las cosas con más seriedad, la política cae en comportamientos francamente graciosos y que hacen justicia al estereotipo.
Hace algo más de una semana, la coalición que aparece con más opciones en la próxima elección presidencial -toda vez que su candidata Evelyn Matthei figura invariablemente en el primer lugar de las preferencias en todas las encuestas- estuvo a horas de anunciar una elección primaria. Sí, una primaria, pero entre ellos, es decir entre los partidos… que ya habían proclamado a Matthei como candidata. Quizás para que la cosa no pareciera tan… graciosa, buscaron algún candidato independiente que diera visos de seriedad a la cosa; como no lo encontraron, un abnegado militante de uno de esos partidos ofrendó el sacrificio de su renuncia a la militancia para cumplir el papel del independiente auténticamente competidor, aunque en un descuido (¿descuido?) explicó en una entrevista que esa renuncia había sido previamente convenida con su partido y que una de las personas que se lo había pedido era la misma candidata.
Si en algún momento los protagonistas de esa comedia hubiesen estallado en carcajadas, dándose palmaditas en la espalda y explicado a quienes los veíamos que todo no había sido más que una broma, probablemente nos habríamos reído con ellos y hasta los habríamos aplaudido. Pero no: todo se hizo con la mayor seriedad y sosteniendo siempre ante el público que los protagonistas tenían el mayor respeto por la institución de las primarias electorales. Gracioso, sin duda.
Eso en el mundo de la oposición. Pero no se crea que el oficialismo nos rescata del penoso destino de dar satisfacción al estereotipo. Allí el Partido Socialista, próximo a cumplir cien años de existencia, que hablan de una vasta experiencia, proclamó a su presidenta Paulina Vodanovic como su precandidata a objeto de competir con otras precandidaturas en la primaria del sector. La decisión no era fácil y el proceso que llevó a ella tampoco lo fue. Había quienes se inclinaban más bien porque el partido apoyara a Carolina Tohá, militante de otro partido y hasta hace poco la principal ministra del gobierno de Gabriel Boric. Hubo cartas de prestigiosos militantes apoyando a Tohá, así como el pronunciamiento de gobernadores apoyando a Vodanovic. El secretario general, Camilo Escalona, llegó a decir que prefería no hablar de Tohá, porque no quería usar palabras inconvenientes. En ese ambiente de tensión, el partido, luego de un debate definitivo en su Comité Central, proclamó a Vodanovic.
La decisión fue entendida como un acto unitario que demostraba el temple partidario: en medio de algo parecido al caos, el partido había demostrado su inteligencia colectiva y había decidido lo mejor. Y así fue asumido por todos, porque la decisión -a pesar de las declaraciones y de la cuasi trifulca anterior- fue tomada por unanimidad. Sí: nadie abrió la boca para decir lo contrario, ni siquiera los que defendían la candidatura de Tohá. Los aplausos y vítores con que el Comité Central celebró a Vodanovic fueron también una celebración de sí mismo por la madurez de la decisión: el Partido Socialista acababa de darle una lección a Chile.
Pero no más de dos semanas después, la propia candidata Vodanovic comunicó no sólo al partido sino que a toda la izquierda democrática, que se lo pensaran mejor. Que era mejor hacer como si nada hubiese pasado y comenzaran de nuevo. Y minutos después de tal mensaje le anunció privadamente a la mesa directiva de su partido que declinaba su candidatura. Humildes mortales, como el que esto escribe y quienes lo leen, no nos enteramos jamás de las razones de este cambio de humor de la candidata y es probable que muchos miembros del Comité Central que habían celebrado con alborozo su proclamación por unanimidad tampoco se enteraran. De ahí que, en la reunión en que esa renuncia se discutió, seguramente la primera reacción fue el estupor.
Si en algún momento a continuación Paulina Vodanovic hubiese dicho algo así como “Naa, si era todo una broma chiquillos, volvamos al trabajo que tenemos que ganar una elección”, probablemente los miembros del Comité Central habrían respirado aliviados, primero, y luego habrían estallado en carcajadas. Pero no, no era una broma, era en serio. Tan en serio que luego del primer momento de estupor, el mismo Comité Central que había celebrado clamorosamente la proclamación de Paulina Vodanovic como su precandidata… decidió, nuevamente en medio de aplausos, la proclamación de Carolina Tohá. Y todo ello dicho y hecho con la mayor seriedad y respeto por las instituciones.
Nos quedará la duda de en cuál de los dos momentos ese Comité Central se mostró maduro e inteligente: si en su primera decisión o en la segunda. De lo que no queda duda, en cambio, es que los partidos de nuestro sistema político hacen todo lo posible por despilfarrar el orden que hemos alcanzado y se esfuerzan más bien por dar contenido al estereotipo con que nos mira el resto del mundo. (El Líbero)
Álvaro Briones



