A propósito de los 136 años del natalicio de Gabriela Mistral y su lesbianismo, nadie puede saber qué haría Gabriela si estuviera viva, pero nadie puede tampoco dudar de que en sus tiempos no tuvo más remedio que ocultar su lesbianismo. Ser mujer y sobresalir ya era difícil en su época, y peor aún, ser mujer y amar a otra mujer era imposible.
Es cierto cuando muchos dicen, ¿a quién le importa? ¡Es un tema privado!, pero el asunto es que hoy en día declararse lesbiana es un acto de orgullo y rebeldía, de juventud y madurez al mismo tiempo, de locura y de amor. Por eso yo no dudo en decirlo a viva voz: soy lesbiana.
Estoy segura que Gabriela, desde donde esté, estaría orgullosa de poder hacerlo. Me la imagino enarbolando la bandera y marchando de la mano de Doris.
Negar su lesbianismo es negar su legado histórico, como mujer, como intelectual, como maestra, como líder en la educación rural en Latinoamérica.
Por estos días se preguntan ¿a quién le importa su sexualidad? A mí me importa, a mi familia y a muchas mujeres, abuelas, madres, hijas e hijos, que han vivido invisibles muchos años, ya no más.
Feliz de ser mujer, feliz de ser lesbiana. (El Mercurio Cartas)
Marcela Riquelme Aliaga
Diputada



