Wokismo de derecha

Wokismo de derecha

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Uno de los síntomas más obvios del deterioro del debate público en Chile —ha asomado por estos días a propósito del acuerdo en pensiones— es la atribución de características morales, por llamarlas de algún modo, a los puntos de vista ideológicos o a las posiciones en política legislativa.

El mejor ejemplo es el apelativo de derecha cobarde a aquella parte de la derecha que apoyó la reforma previsional.

Es bien raro, a poco de detenerse en ello, esto de adjetivar de cobarde a un punto de vista. Los puntos de vista pueden ser erróneos o acertados, tontos o inteligentes, agudos o groseros, bien expuestos o mal dichos; pero ¿cobardes? Tampoco funciona ese término o cualquier otro de índole moral con las colectividades. Y la razón es tan obvia que resulta ofensivo recordarla: las colectividades, por ejemplo los partidos, son integradas por individuos y estos en conjunto no conforman una personalidad que pueda poseer características morales.

Solo queda entonces una alternativa.

Cuando se habla de derecha cobarde se estaría aludiendo a los individuos que se dicen de derecha. Pero en este caso tampoco funciona del todo, porque, como es obvio, no es posible que todos los individuos que adhieren a la derecha posean la misma característica moral: habrá entre ellos pusilánimes y arrojados, valientes y cobardes, miedosos y temerarios, etcétera, pero no todos son igualmente arrojados, valientes o temerarios, o, al revés, igualmente pusilánimes, cobardes y miedosos. Hay una mezcla de unos y de otros, al igual como ocurre, dicho sea de paso, en todas las colectividades humanas.

¿Cómo explicar entonces el empleo de esa expresión: derecha cobarde?

La expresión no es más que una forma de cancelación o, si se prefiere, una manera de excluir ciertos puntos de vista (y por extensión, a quienes los suscriben o sostienen) del debate público, por la vía de intimidarlos o etiquetarlos y así sindicarlos como individuos que se inhiben o callan o bajan la voz a la hora de dar sus opiniones, y señalarlos como personas genuflexas, sujetos que retroceden cuando se trata de adoptar decisiones y que, por miedo, prefieren mimetizarse con aquellos que, en principio, eran sus adversarios. La derecha cobarde, entonces, estaría compuesta por un grupo de personas que vocean con timidez lo que creen o lo callan cuando el adversario eleva la voz o lo abandonan cuando sostenerlo amenaza conflicto, apresurándose a hacer acuerdos.

Y como pertenecer a un grupo de pusilánimes, medrosos y pollerudos es más o menos vergonzante, la expresión derecha cobarde funciona como una forma de cancelar o suprimir, y en cualquier caso disciplinar, a quien se aparta del punto de vista que el motejador posee.

Así entendida, la expresión opera como una forma de someter el discurso, de enseñar, con la amenaza eficiente de las redes, que decir ciertas cosas u obrar de una cierta manera en la esfera pública es motivo para recibir el desdén, el desprecio y el calificativo desdoroso.

Hasta hace poco se creía que la intolerancia con ciertos puntos de vista, que se traducía en cancelación, era un síntoma de la izquierda generacional que condenaba a las mazmorras de la esfera pública a quien se atreviera a relativizar algunas de las creencias de moda en cuestiones de diversidad. Pero parece que esa ética inquisitorial, que es una forma de decadencia, ha logrado permear también a ciertos grupos de derecha que ahora trazan líneas invisibles acerca de lo que puede ser dicho o pensado si se quiere evitar el apelativo de cobarde. Esta forma de relacionarse en la esfera pública equivale, en su sentido cultural, al wokismo. El wokismo se caracteriza por enarbolar la permisividad, para luego transformarla en prohibición en casi todas las esferas. La izquierda generacional abogó por la libertad sexual o la diversidad de formas de vida, pero la regimentó a tal extremo que una palabra mal dicha o una mirada que se detiene demasiado puede equivaler a abuso o ingerir una hamburguesa, a un exterminio de animales. En la derecha está pasando lo mismo, pero en otro registro: hoy hay gente de derecha que se permite comportarse en política de cualquier forma, empleando cualquier lenguaje con extrema permisividad (es cosa de oír al Presidente Milei o a Trump y sus imitadores locales) para, acto seguido, anatemizar y llamar cobarde a quien no piensa como ellos o no sostiene el radicalismo que pregonan.

Hay en el wokismo de toda índole, en la izquierda y en la derecha, una especie de paranoia que ve amenazas radicales en lo que, la mayor parte de las veces, no es más que una diferencia, y debido a esa paranoia latente que lo anima, entiende literalmente eso de que la cultura es una batalla y a falta de golpes y de empujones, se contenta, al menos por ahora, con las descalificaciones morales, llamando facho a este o cobarde a aquel y exonerándose así del deber de participar con sosiego del debate.

Hasta ahora, nada muy grave, excepto que el wokismo es una antesala del fascismo como actitud que, al igual que aquel, puede ser de izquierda o de derecha. (El Mercurio)

Carlos Peña