Un siglo discutiendo sobre los impuestos

Un siglo discutiendo sobre los impuestos

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Hace 100 años, el 2 de enero de 1924, el Presidente Arturo Alessandri promulgó la ley que estableció el impuesto a la renta en Chile. Tras un largo debate parlamentario, se aprobó por la urgencia que puso el Ejecutivo ante la necesidad de cubrir los menores ingresos del salitre y el creciente gasto fiscal. Debía ser aprobada, para de inmediato reformarla, al año siguiente imponer el “Global Complementario” y desde entonces continuos aumentos de la tasa impositiva.

El argumento siempre fue puramente recaudatorio. Nada se dijo del papel que tienen los impuestos en el crecimiento económico y el progreso de un país, tampoco se dieron razones que fundamentaran los porcentajes de carga tributaria en cada tramo ni del sentido profundo que tiene la responsabilidad del contribuyente con aportar al bien común.

Coincidencia o no, las siguientes reformas se hicieron en los años 1964, 1974, 1984 y 2014. ¿Qué pasará el 2024?

No deja de ser curioso que bajo la presidencia de Jorge Alessandri —hijo del “León de Tarapacá”— se presentara en 1964 una nueva reforma tributaria que, sin embargo, mantuvo el mismo objetivo: aumentar el ingreso fiscal, pero no acabó con las exenciones arbitrarias, la complejidad administrativa ni las correcciones para ajustarse al problema inflacionario.

Chile seguía siendo pobre, el descontento por las demandas insatisfechas estaba en alza y los mayores ingresos fiscales se gastaban fundamentalmente en cubrir el aumento del tamaño del Estado. Durante esos años, además, el llamado “impuesto inflación” fue una fuente creciente de financiamiento fiscal.

De este modo, no fue sino hasta la reforma de 1974 cuando con la aprobación del IVA se inició una verdadera modernización tributaria. A partir de entonces, las reformas fueron mejorando el diseño del sistema en base a tres principios: simplicidad, eficiencia y equidad, expresado en reglas parejas, que dañaran lo menos posible el ahorro y la inversión, y con una progresividad basada más en el gasto que en el ingreso. Estos principios se profundizaron en 1984, cuando una nueva reforma cambió la estructura del impuesto a la renta, integrando el sistema, reduciendo las tasas y fomentando el ahorro e inversión, medidas que ayudaron a la reactivación económica, iniciando el mejor período de crecimiento para Chile, que se prolongó hasta 1997.

La reforma de 1990, a pesar de un alza importante de la tasa corporativa, mantuvo esos fundamentos, con un gran éxito en recaudación. No obstante, a partir de 2001 se inició un proceso de cambios, que de a poco fue dañando los principios que se habían asentado en las décadas anteriores.

La reforma tributaria del 2014, con un claro afán recaudatorio, subió fuertemente la tributación corporativa y desintegró parcialmente el sistema. El resultado fue que recaudó la mitad de lo esperado, porque frenó el ahorro, la inversión y el crecimiento. Además, profundizó la lógica de regímenes especiales que se había iniciado en la década anterior.

En muchos sentidos, entonces, hemos retrocedido en los últimos quince años. El impuesto a la renta ha vuelto a tener una gran complejidad, ha dejado de ser pro ahorro e inversión y, por esas mismas razones, recauda menos de lo necesario.

Es de esperar que estos cien años de historia puedan iluminar mejor el Pacto Fiscal ahora en discusión, y podamos recuperar los principios perdidos. (El Mercurio)

Cecilia Cifuentes
ESE Business School

Ángel Soto
Facultad de Cs. Económicas y Empresariales Universidad de los Andes, Chile