En los últimos días y en plena consonancia con la percepción de que la opción “Rechazo” aumenta, diversos analistas opositores de izquierda y Genaro Arriagada en este diario están pretendiendo sostener que, si bien esa alternativa es legal, en la práctica carecería de sustancia legítima y prudencial. Aprovechan además de criticar gratuitamente al senador Andrés Allamand, quien valientemente y con fundadas razones ha elegido la alternativa del “Rechazo”.
Si ambas opciones —“Apruebo” y “Rechazo”— fueron concebidas como legítimas y democráticas en el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, consensuado transversalmente con excepción de la extrema izquierda, resulta francamente contrario a la más mínima coherencia venir a decir ahora que elegir la opción “Rechazo” es “injusta e imprudente”.
El acuerdo político firmado (firmar significa “afirmar, dar firmeza y seguridad a algo”) implicaba someter a escrutinio popular si el país quería perfeccionar sus políticas públicas por medio de una nueva Constitución a través de la actual; que si se aprobaba la opción de otra Carta Magna, sus normas se acordarían por 2/3 de los constituyentes, y que para efectos de una debida legitimación se iba a consultar a la ciudadanía, tanto respecto de la necesidad de este cambio (plebiscito de entrada) como de la calidad normativa de lo que esa eventual Constitución estableciera (plebiscito de salida). Así de simple, así de claro, así de sencillo.
Venir ahora a cuestionar la legitimidad política y moral de lo que las diferentes opciones suponen, habla mal de la consecuencia política de quienes formulan el reparo a una de ellas.
El problema de fondo y que estos críticos pasan por alto, es que muchas personas moderadas que inicialmente simpatizaron con la opción “Apruebo” se han inclinado ahora por el “Rechazo” porque no quieren validar con su voto la violencia y el chantaje, que los partidarios más radicales y que lamentablemente se han adueñado de la opción “Apruebo”, predican por todos lados.
Es eso lo que está detrás de este debate y ello hace que las expresiones de los referidos analistas —en cuanto a que la opción “Rechazo” sería ahora imprudente, que quiebra la confianza pública y, más aún, que es una insensatez que repugna la paz social— es simplemente un intento de desincentivar esa alternativa e implica una inaceptable pretensión de vincular la moralidad de los actos a la opción “Apruebo” versus el “Rechazo”, lo que hiere gravemente el recto entendimiento de los compromisos empeñados. (El Mercurio Cartas)
Juan Antonio Coloma
Senador



