El primero se refiere a su negativa a admitir que las desigualdades están entre las principales causas del malestar social que el mundo ha constatado con perplejidad en los últimos días. Afirma que, si lo reconociera, tendría que “sustituir tomos y tomos de sociología e historia para reemplazarlos en los estantes por delgadas declaraciones morales o estilizadas teorías de la justicia”.
Estimo que la alternativa es otra: abrirse a la lectura pausada, reposada de los autores que conoce, que están presentes en su columna, y leer a otros. ¿Qué gana un argumento sobre los hombros de Hegel y Canetti?
Le sugiero dos autores. El primero es Alexis de Tocqueville, especialmente su libro “El antiguo régimen y la revolución”, que explica que el bienestar no produce necesariamente estabilidad política, sino que puede conducir a la revolución. El segundo es Juan Linz, español radicado en EE.UU., con libros y artículos indispensables para comprender los cambios de los regímenes políticos y la legitimidad de la democracia.
El segundo comentario es que Peña incurre en un error conceptual y metodológico, sobre lo cual advirtió Sartori (1970). Utiliza conceptos con una máxima abstracción, que tienen una mínima intensidad de contenido. Por esto, no sirven cuando los aplica a un país y a un momento concreto. Se deben emplear conceptos con abstracción intermedia o baja. Los sistemas políticos son complejos y cambiantes. Hay “variedades de capitalismo” (Hall y Soskice), distintas modernizaciones, totales o parciales (Rüschemeyer), colapsadas (Eisenstadt) o tempranas y lentas o tardías y aceleradas, con muy diferentes consecuencias políticas (Dahrendorf).
El tercero es que su elogio al Estado en torno al monopolio de la fuerza, que toma de Max Weber, por el error antes indicado, no considera que este no se refiere al Estado democrático, sino a cualquier Estado, pudiendo ser una dictadura totalitaria.
Es inoportuno usar este concepto en el Chile de hoy, porque resalta el papel de los poderes de excepción para salir de la crisis. Ahora se necesita un buen liderazgo político, no solo del Presidente, aquel que reúne no solo convicción y responsabilidad, sino también pasión, responsabilidad y mesura. Así lo definió Weber en su famosa conferencia a los estudiantes de la Universidad de Munich hace exactamente un siglo, en un momento muy convulsionado de Alemania. (El Mercurio Cartas)
Carlos Huneeus



