480 años de Santiago, una ciudad resiliente

480 años de Santiago, una ciudad resiliente

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Nos volveremos a levantar y lo haremos mejor que antes. No es exceso de optimismo ni una ironía desesperanzada. Es constatar nuestra historia de resiliencia como ciudad y el temple y empuje que caracteriza a los santiaguinos. En sus 480 años de historia la naturaleza, las pandemias y otras calamidades han tenido a nuestro querido Santiago contra las cuerdas, pero siempre hemos superado la adversidad. Permítanme homenajear a los que nos han precedido y reflejar mi esperanza en esta gloriosa ciudad en su aniversario.

Santiago cumplía poco más de un siglo cuando en 1647, un terremoto de una magnitud estimada en 8,5 Richter azotaba la capital del Reino de Chile. Se desplomó prácticamente todo y murió casi un cuarto de la población. Al día siguiente del sismo, se rescató de entre los escombros de la iglesia de San Agustín un Cristo tallado con la corona de espinas pegada al cuello: el Señor de la Agonía. A contar de ese momento, pasó a ser el Cristo de Mayo, haciéndose costumbre su procesión en cada aniversario y convirtiéndose en un mito local, para quienes vieron en él un símbolo de resiliencia. Tanto así que el año pasado hubo voces pidiendo el paseo del Cristo por las calles, como un intento de contrarrestar los males que azotaron la ciudad. Durante el mismo 1647 se desbordó el río Mapocho y a las inundaciones le siguió una grave crisis sanitaria a raíz del tifus, sumando nuevas muertes y aflicción. Pese a las tres catástrofes consecutivas, Santiago y sus habitantes encontraron fuerzas para reconstruir la ciudad.

Dos siglos más tarde —en 1850— un terremoto de magnitud 7,3 Richter dejó muertos y miles de damnificados. Ya en nuestros días, el terremoto de 1985 cobró numerosas vidas y los damnificados sumaron 500 mil, casi equivalentes a la población actual de la comuna. Las viviendas e infraestructura en el suelo nos obligaron a mejorar los estándares de construcción antisísmica. Entonces, cuando el 2010 el terremoto de 8,8 remeció el territorio, los daños en la capital fueron acotados.

En 480 años de historia se registran muchos desastres, tanto naturales como provocados por el hombre. Al menos 25 desbordes del Mapocho, siendo el de 1982 el peor que se recuerde. ¿Las lecciones? Gaviones de piedra en los bordes del río y mejor infraestructura para contención de las aguas.

El fuego también ha causado daño. El incendio en diciembre de 1863 de la iglesia de la Compañía mató a 2.000 feligreses. Luego de esta catástrofe sin precedentes surgió el Cuerpo de Bomberos de Santiago.

Si la naturaleza se ha ensañado con la capital, también los humanos han producido estragos. No necesitamos libros de historia, sino los recuerdos que se suman desde el 18 de octubre de 2019, fecha en que partió una seguidilla de ataques a la infraestructura pública y privada. Han sido incendios, saqueos, robos y cuantiosos daños, en medio de una lucha por demandas sociales y económicas apoyadas por un sector importante de la ciudadanía, pero que se vieron opacadas y teñidas por violencia dura y destrucción sin sentido. Santiago se llevó la peor parte, con el corazón de su casco histórico hecho pedazos. Barrios asolados por las turbas, vecinos ansiosos de huir, innumerables locales comerciales y emprendimientos reducidos a cero. Sin embargo, y con el covid-19 acechándonos a diario, hemos sido capaces de levantarnos y devolver la ciudad a los vecinos. Avanzar en obras como Santiago Social, Santiago Seguro y el Cesfam Matta Sur, entre otros, para recuperar la calidad de vida perdida. Aunque de vez en cuando rebrota la violencia, hoy la mayoría repudia el vandalismo y vemos que el sistema político va encauzando las demandas.

La pandemia que hoy vivimos —misma que tuvo a la comuna con uno de los confinamientos más extensos— no es la primera, aunque esperamos que sea la última. Otras, como la influenza, la peste española y la gripe porcina, han provocado graves crisis sanitarias en Santiago. Solo la gripe española causó 40 mil muertes, afectando con fuerza a la Vega Central y al Barrio Mercado. Como consecuencia se redactó un nuevo Código Sanitario y nació la Escuela de Medicina de la Universidad Católica.

¿Qué nos caracteriza a los santiaguinos de ayer y hoy? La resiliencia, nuestra capacidad de enfrentar la adversidad. Con orgullo y optimismo vemos que las catástrofes nos dejan una lección aprendida. Entre seguir haciendo ciudad a los pies del Santa Lucía o renunciar a ello, los santiaguinos hemos elegido lo primero. Destrucción, hambre, pobreza, enfermedad, desempleo, muertes son golpes que de tanto en tanto nos han remecido, pero sin movernos de nuestros cimientos. Larga vida a Santiago y su gente.

Felipe Alessandri Vergara
Alcalde de Santiago

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