Editorial NP: Proyecto político de la derecha

Editorial NP: Proyecto político de la derecha

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En época de elecciones, se suele afirmar que las derechas adolecen de un proyecto o programa político que encante a la ciudadanía, fenómeno que otorga a las izquierdas una ventaja discursiva que muchas veces logra penetrar en aquellos amplios conjuntos de votos indecisos que hacen la diferencia y que permiten explicar porque, de los ocho períodos presidenciales vividos hasta ahora en la democracia reanudada en 1990, solo dos ha sido de derecha.

Los más críticos agregan que los liderazgos de derecha exitosos ni siquiera lo han sido por algún relato político, sino por el pragmatismo de sus administraciones, su poder fáctico y el foco que aquellos han puesto en la economía y el crecimiento como los factores que, aseguran, parecieran ser las necesidades más demandadas por la ciudadanía.

Las izquierdas, en cambio, mostrarían como ventaja su tradicional proyecto de superación de las inconformidades naturales o creadas de las personas respecto del statu quo, uno que, en su agudeza política, atribuyen a la derecha, matriz “conservadora” de lo establecido, aunque, por cierto, la afirmación no sea sino otro doblez pues, en las democracias liberales. lo que se instala políticamente es lo que tanto Gobiernos como parlamentos de izquierdas y derechas han acordado a lo largo de la historia corta, según el juego de mayorías y minorías de electos en las instituciones políticas.

Es más rentable electoralmente, desde luego, operar el slogan del “cambio” o la “reforma” que uno de “permanencia” o “estabilidad”, en especial en momentos de crisis en las que las inconformidades entre los ciudadanos son mayoritarias y se espera que la situación “cambie”. De allí que las derechas de las ultimas décadas hayan utilizado muchas veces el slogan del cambio, impulsando modificaciones demandadas por sectores ciudadanos, aún a costa de perder simpatías en los segmentos caracterizados por su conformidad y rechazo a cambios o reformas que alteren sus estándares de vida o visión de mundo.

Pero, en los hechos, las derechas tienen a su favor -o en contra, según dependa- que lo que el país experimenta diariamente es su proyecto o programa político sustantivo de libertades y derechos, aún con las modificaciones izquierdistas que han teñido principios de la democracia liberal con el cardenal color del socialismo y lo siguen haciendo cuando en el escenario político las izquierdas vuelven a intentar aumentar impuestos con el propósito de traspasar más poder al Estado; o buscan traspasar al Fisco los ahorros previsionales de los trabajadores hoy manejados por agentes privados que compiten para generarles mayor valor; o eliminar los servicios de seguros de salud particulares y atraer hacia el Estado los 7% de las remuneraciones de todos los trabajadores para agregarlos a las listas de atención en órganos de salud del Estado colapsados.

Porque el programa político de las derechas no es otro que el de la democracia en lo político; el Estado de Derecho, en lo jurídico; la ciencia y la técnica en la construcción de conocimientos, y el mercado abierto al mundo en lo económico, objetivos para los cuales los ciudadanos mantienen un Estado cuyo propósito central es la protección de los derechos humanos, sea contra agentes del propio Estado o contra delincuentes, terroristas o trasgresores, que afectan la seguridad de quienes, gracias a la libertad, están concentrados en su emprendimiento o posibilidad de intentar sus propios proyectos de vida, sin más restricciones que el respeto a las leyes vigentes, es decir, sin interferencia del Estado, ni en sus decisiones, ni creencias personales, acatando así la idea moderna de pluralidad que implica el mercado y libre intercambio global de bienes, servicios e ideas.

¿Hasta dónde quienes privilegian la libertad pueden aceptar la intromisión de ideas, proyectos o leyes que favorecen la concentración de las infinitas ofertas de bienes y servicios en manos del Estado, sean estos considerados derechos o no, en el entendido que el Estado describe a un conjunto de ciudadanos que operan en las oficinas de reparticiones que lo componen y no a un grupo de ángeles incorruptibles que bien pueden hacer un profundo daño a los derechos de todos quienes están obligados y sujetos a la soberanía de dicho Estado?

Reflexionar sobre los alcances de las diversas legislaciones que se tramitan entre el poder Ejecutivo y el Congreso desde esa perspectiva ayuda a entender mejor lo que los partidos de derecha defienden en el parlamento y porqué muchos prefieren que el 6% adicional de una reforma previsional vaya a las cuentas individuales, o porqué otros optan por mantener su seguro de salud en una Isapre de manera de evitar quedar obligado por el monopolio de la oferta estatal de salud. Años atrás cuando la izquierda logró imponer la reforma educacional la derecha advirtió el efecto que aquello tendría en el sistema. Los “cambios” no trajeron ni más calidad, ni más igualdad educacional, sino al contrario y, es más, varios centenares de niños y jóvenes, no tienen hoy siquiera acceso al citado derecho.

Defender la democracia liberal, sus elecciones periódicas e informadas y sus libertades en los más amplios campos de la actividad humana; el Estado de Derecho y el perfeccionamiento y modernización constante de las leyes; el impulso a la ciencia y la técnica para converger en verdades verificables y mayor bienestar de las personas; y un Estado que proteja los derechos humanos y otorgue seguridad a sus ciudadanos contra trasgresores, terroristas y delincuentes que buscan soslayarlo, imponiendo su poder ilimitado, es la esencia del proyecto y programa político de la derecha. Por eso se caracteriza más por conservar, proteger y estabilizar.

Cuando aquella busca cambios es que, en el proceso democrático, las ideas centralizadoras y monopolizantes de las izquierdas, que siempre buscan traspasan mayor poder al Estado y sus agentes burocráticos y políticos, han ido más allá de lo conveniente, poniendo en peligro la protección eficaz del modo de vida que los chilenos valoran y que recientemente dio por los suelos con los dos fracasados proyectos constitucionales a los que fueron convocados.

Es de esperar que en las elecciones de autoridades que vienen, la ciudadanía ponga atención no solo en la cualidad humana de los elegidos, que es muy necesario, sino también en lo que predican sobre sus miradas de largo plazo respecto de la mantención o interferencia sobre los propios proyectos de vida personales de cada ciudadano. Porque, a pesar de todo, la institucionalidad del país ha demostrado una fortaleza inaudita que le ha permitido sobrevivir no solo a dos intentos re-constituyentes, sino también a una larga cadena de develamientos de corrupción funcionaria que han afectado órganos estatales que van desde municipios hasta el poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial y FF.AA.

Así y todo, es la criticada actual institucionalidad la que ha permitido mantener la estructura socio-económica y política nacional y su ánimo jurídico que le ha dado herramientas y bríos a un Gobierno que, habiendo rechazado inicialmente el accionar en tal dirección, ha encarado el desorden provocado por el consecuente irrespeto a la autoridad, así como por una inmigración y delincuencia descontrolada, producto de la flaccidez con que los gobernantes pasados y presentes encararon el tema durante y tras el 18-O, así como en las elecciones en las que alcanzaron el poder ejecutivo y las canonjías que el actual Gobierno otorgó a militantes de la “primera línea” de la revuelta de octubre. (NP)