Se suele decir que los malos momentos deberían pasar al olvido, sin embargo eso puede ser un error, ya que es de los fracasos donde más se aprende, por lo tanto debemos tener presente en la memoria las razones que explican una caída, para no “tropezar con la misma piedra” más adelante. Porque definitivamente en el tema económico el año que termina no ha sido bueno, y sería deseable intentar un cambio de rumbo. A pesar de haber sido bautizado por la Presidenta como el “Año de la Productividad”, finalmente el crecimiento será menor que el de los dos años anteriores, y no sólo eso, tendremos el año más malo del que se tenga registro sin que medie una crisis internacional. La inversión, clave en las perspectivas futuras, acumularía tres años de contracción, situación que no se había visto ni en las peores crisis pasadas. Es cierto que ha caído menos, pero al ser un período tan prolongado hace pensar que no enfrentamos un problema cíclico, sino estructural.
Lo anterior es más evidente si consideramos que el FMI, organismo que suele tener un sesgo optimista, ha reducido su estimación de crecimiento potencial para Chile de 5% a 2,5% en un período relativamente breve. Eso significa que si hace tres años pensábamos que podíamos llegar a ser un país desarrollado en algo más de una década, ahora ni siquiera lo lograríamos en tres, mostrando el efecto concreto del daño que se ha hecho ¿Cómo se explica este deterioro tan significativo y qué responsabilidad tiene este gobierno en la situación? El crecimiento económico se explica en términos gruesos por cuatro factores; ahorro e inversión, horas de trabajo corregidas por calidad del capital humano, productividad total de factores e institucionalidad. En estos cuatro factores el programa de gobierno y su implementación es perjudicial, sin que se estén haciendo reformas pro crecimiento que logren compensar los daños. Es cierto que el fin del boom de commodities impacta negativamente los resultados de crecimiento, y probablemente hace tiempo atrás que nuestro crecimiento de tendencia dejó de ser 5%, pero más cierto es aún que las reformas tributaria, laboral, educacional y constitucional son en su conjunto la anti receta del crecimiento.
Durante el año que termina se inició la implementación de la reforma tributaria, haciendo cada vez más evidente la necesidad de futuras adecuaciones de la misma, se aprobó la reforma laboral con serios vacíos y con la amenaza de mayor conflictividad sindical, y se hicieron cada vez más patentes los serios problemas de la reforma educacional, no sólo por la falta de recursos fiscales para su financiamiento, sino también por las crecientes discrepancias en sus contenidos definitivos. Se inició también el proceso constitucional, que aunque bastante aletargado actualmente, amenaza uno de los aspectos centrales del proceso de crecimiento, dando como resultado un año en que modestos brotes de optimismo y de mejora, eran arrancados por la agenda gubernamental y sus consecuencias.
En definitiva, 2016 ha sido el año en que se hizo patente el fracaso de la Nueva Mayoría y su programa para instalar otro modelo de desarrollo. No lo olvidemos, para que no volvamos a dejarnos engañar en el futuro por promesas de arreglarlo todo en poco tiempo y con recursos insuficientes. El desarrollo sólo es factible con el sacrificio de consumo presente por parte de ahorrantes e inversionistas, el trabajo eficiente y dedicado, la constante innovación en los procesos productivos y la estabilidad en las reglas del juego. No significa inamovilidad, sino reformas bien hechas en forma y fondo. Esto no es neoliberalismo, es sentido común. (La Tercera)
Cecilia Cifuentes


