Europa sigue sin levantar cabeza después de la crisis financiera, y su economía lleva dos semestres virtualmente estancada. Alemania ha perdido dinamismo, y países muy importantes como Italia están nuevamente en recesión. El Banco Central Europeo, que por fin esperaba sumarse al grupo de los bancos centrales que dejaba atrás la crisis, tendrá necesariamente que mantener el modo impulso por un tiempo largo.
Por cierto que existen grandes asimetrías en el Viejo Continente que impiden hablar de un solo país. Pero ese es exactamente parte del problema. El proyecto europeo es un proyecto político, y nunca existió una justificación económica contundente para avanzar en la unión monetaria. La introducción del euro fue más bien un mecanismo para imponer una camisa de fuerza a la unión política. En este sentido, ha sido efectiva.
Las últimas décadas en Europa son testigos de un sinnúmero de experiencias similares a la actual, pero donde los problemas fiscales y la falta de competitividad terminaban inexorablemente en fuertes devaluaciones, que permitían recuperar parte de la competitividad perdida. La moneda común ha bloqueado ese mecanismo de ajuste, y exige un grado de flexibilidad laboral y responsabilidad fiscal que escasea en buena parte de Europa.
El problema parece no tener solución. Solo pensar en abandonar el euro es absurdo, pero mantenerlo indefinidamente en las condiciones actuales no es viable. Durante la década de 1960, una disyuntiva similar se discutía en los pasillos del Pentágono, en Estados Unidos, respecto del futuro de la Unión Soviética. La URSS era percibida como demasiado fuerte para caer, pero al mismo tiempo existía el convencimiento de que era estructuralmente inviable, por lo que su desaparición era problema de tiempo. Y así fue.
El problema de Europa se arrastra hace años. Y el cambio tecnológico y la globalización hacen su camino aún más pedregoso, ya que no pueden ser bien enfrentados con los grados de rigidez imperantes. Un nuevo período de estancamiento en Europa pondrá otra vez a prueba su proyecto económico, donde será cada vez más difícil mantener el statu quo. (El Mercurio)