Expectación ha causado el anuncio conjunto, entre el Vaticano y las Conferencias Episcopales chilena y peruana, sobre la visita que hará el Papa Francisco a ambos países en enero próximo.
Fue el nuncio apostólico en Chile, Ivo Scapolo, quien informó el lunes 19 de junio, en conferencia de prensa, que el Papa realizará una gira desde el 15 al 18 de enero de 2018 por nuestro país y que visitará las ciudades de Santiago, Iquique y Temuco, para luego viajar a Perú, en donde estará hasta el 21 de enero, pasando por Lima, Trujillo y Puerto Maldonado.
A las iglesias católicas de ambos países las vincula una realidad: los escándalos de abusos sexuales y encubrimientos que han explotado en los últimos años y que se encarnan en las figuras del ex párroco de la Iglesia de El Bosque, Fernando Karadima, y del fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Luis Fernando Figari, quienes además se habrían reunido en más de una ocasión en Chile, de acuerdo a declaraciones de Juan Carlos Cruz –uno de los denunciantes de Karadima– y de algunos ex miembros del Sodalicio.
Las condenas eclesiásticas a Karadima y Figari por los abusos cometidos en el ámbito sexual, psicológico, de maltrato físico, entre otros, hacia miembros de sus comunidades, son parecidas. Ambas contemplan el retiro a una vida de oración y prohibición de mantener contacto con miembros de sus comunidades; además, se les retira de actividades públicas, aunque no se les saca de su estado. Karadima sigue siendo sacerdote y Figari sigue siendo sodálite, pues el Vaticano ha desestimado la petición del superior general, Alessandro Moroni, de expulsarlo de la comunidad, incluso más, deben mantenerlo económicamente.
Las sentencias dictadas por el Vaticano han sido blanco de críticas. Como los crímenes cometidos por estas personas están prescritos para la justicia de ambos países, las víctimas debieron conformarse con el castigo eclesial. Juan Carlos Cruz comenta que “Karadima vive como príncipe y los obispos que vieron cómo abusaba de mí y cómo abusaba a otros y que hoy día lo niegan después de treinta y tantos años de verlo, también. Me parece el colmo y él (Papa Francisco) los defiende y los protege. Entonces, su discurso no me lo creo”.
Karadima y Figari, hombres que se pueden describir con las mismas frases. Reconocidos por sus frutos apostólicos, aspirantes casi seguros a la santidad, con un poder casi sobrenatural de ver en los ojos de sus seguidores su vocación; con capacidad de llegar a grandes cantidades de personas con sus palabras, líderes de grupos totalmente herméticos, hábiles en la recolección de bienes económicos, gustaban de ejercer dirección espiritual y hablar en nombre de Dios; conocedores de las debilidades y falencias de sus seguidores, con preferencias por jóvenes de clases acomodadas y aún más si eran de buenos apellidos y tez blanca; manipuladores y con un patrón de comportamiento que llegaba al límite de la depravación, para convertirse en abuso. Ambos casos generaron fuerte impacto mediático en las sociedades chilena y peruana.
“Yo creo que es muy importante reconocer el daño que se ha hecho y empezar a reconciliar y arreglar este entuerto, que es realmente espantoso. Esto es como un cáncer, no se puede sacar un tumor y esperar que no haya hecho metástasis. Desgraciadamente esta metástasis está en todas partes, entonces hay que hacer un tratamiento grande”, explica Cruz.
Pedro Salinas, periodista peruano, autor del libro Mitad monjes, mitad soldados, agrega que “Francisco no es parte de la solución, sino del problema. Su protocolo de ‘tolerancia cero’ es una farsa, una mentira del tamaño de la catedral de Guadalupe”.
“Aquí hay gente que ha sufrido muchísimo, gente que se ha suicidado. La Iglesia se demora tanto en reconocer estas cosas y espera que la gente se muera, se aburra o se suicide y esos casos los he visto por montones. Eso no puede ser y que el Papa ignore eso me parece una vergüenza espantosa”, añade Juan Carlos Cruz, respecto a la lentitud e ineficiencia eclesial a la hora de acoger a las víctimas de abuso al interior de la Iglesia.
«TOLERANCIA CERO»
Fue el propio Papa Francisco quien, en diciembre de 2016, envió una carta a los obispos del mundo, exhortándolos a tener “tolerancia cero” con los abusadores al interior de la Iglesia. En la misiva, además de pedir perdón, indicó que “nos unimos al dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado. El pecado por lo sucedido, el pecado de omisión de asistencia, el pecado de ocultar y negar, el pecado del abuso de poder”. A pesar de estas palabras, ha sido fuertemente criticado por su actuar ante los casos de abusos.
“A mí me parece tan falso el discurso de tolerancia cero porque, por un lado, predica una cosa, pero no es lo que vemos en la práctica. Los casos de Chile y Perú son un ejemplo clarísimo y así suma y sigue en el resto del mundo. El hecho de que John O’Reilly esté condenado por la justicia chilena y siga moviéndose por ahí como cura, ¿eso es tolerancia cero? No. El hecho de que Cristián Precht haya sido condenado por el mismo Vaticano por abusos sexuales a menores y jóvenes vulnerables y Ezzati le dé cinco años nomás, como si eso se pasara, francamente es una verdadera vergüenza”, comenta Cruz.
Para James Hamilton, el Papa los ha “desoído” y “no ha tenido ningún acercamiento a través de sus representantes, como lo es (Ricardo) Ezzati u otros. Lo único que hemos visto es encubrimiento”. En esto coincide Juan Carlos Cruz, que indica que “el Papa, en vez de castigar a los obispos que han encubierto y que han presenciado el abuso, como el caso de (Juan) Barros, (Horacio) Valenzuela y (Tomislav) Koljatic, además tiene a (Ricardo) Ezzati y (Francisco Javier) Errázuriz, que lo único que han hecho es encubrir. En vez de practicar lo que predica, los premia. Entonces, eso a mí me parece espantoso”.
En noviembre de 2015, en medio del proceso de la demanda civil presentada por los querellantes de Karadima al Arzobispado de Santiago, por encubrimiento en los casos de abuso sexual, la Corte Suprema envió un exhorto al Papa Francisco, gobernante del Estado Vaticano, a través de Relaciones Exteriores, para que se pronunciara sobre los antecedentes que tenía sobre el obispo de Osorno, Juan Barros, quien había sido mencionado como uno de los encubridores del ex párroco de El Bosque. Esto sucedió luego que el mismo Papa, tras una audiencia pública en el Vaticano, le dijera a Jaime Coiro, secretario general adjunto de la Conferencia Episcopal chilena, y a otras personas, que las acusaciones contra Barros ya habían sido zanjadas y había sido declarado inocente. “Piensen con la cabeza y no se dejen llevar por acusaciones infundadas de los zurdos», dijo en esa ocasión. Y agregó, respecto a las manifestaciones que había en Osorno por el nombramiento de Barros, que “Osorno sufre, sí, pero por tonta, porque no abre su corazón a lo que Dios dice». El Vaticano hizo caso omiso de la petición por exhorto de la justicia chilena.
Según Cruz, el Papa “ya fijó su posición cuando no cooperó con la justicia chilena en nuestro caso, cuando le hizo el desaire a la Corte Suprema. Entonces, no sabemos en qué parada está”.
Ante la gravedad de los casos de abuso en Chile y Perú, surge la duda sobre si Jorge Bergoglio debería tener un espacio en su agenda para reunirse con las víctimas. Si bien no se conoce su itinerario en las capitales de ambos países, el periodista Pedro Salinas, ex miembro del Sodalicio, donde sufrió distintos tipos de abusos, dice que “presumo que así como en México evitó acercarse a las víctimas de (Marcial) Maciel, en Chile y Perú ocurrirá exactamente lo mismo. Aunque la caridad exija un encuentro con esas personas traicionadas por la Iglesia católica”.
Juan Carlos Cruz expresa que “me encantaría juntarme con él y decirle las cosas cara a cara, pero nada de lo que él hace indica que le gustaría hacer una cosa así”.
En esta apreciación coincide Pedro Salinas. “Si el Papa Bergoglio fuese un líder serio, en su momento le habría enmendado la plana al cardenal Norberto Rivera (arzobispo y primado de México), a los cardenales Ricardo Ezzati y Francisco Javier Errázuriz, y al cardenal Juan Luis Cipriani, por su indolencia, por llamarlo de alguna manera, ante los casos Maciel, Karadima y Figari. Pero, si no lo hizo antes, no veo por qué tendría que hacerlo ahora. Por lo demás, lo que les ha demostrado (públicamente) es afecto y no recriminación”, comenta el periodista peruano.
Francisco Javier Errázuriz y el Papa Francisco tienen una cercanía especial, pues fue este último quien nombró al chileno como miembro del “Grupo de los 8” cardenales a cargo de reformar la curia romana, aun cuando Errázuriz ya había sido cuestionado por la forma de manejar las acusaciones en contra de Karadima cuando era arzobispo de Santiago y recibió las primeras denuncias. El cardenal chileno se desempeña como consejero de Bergoglio en cuestiones de gobierno de la Iglesia.
CIUDADES ESCOGIDAS
Lo que se sabe del viaje del Papa a Chile y Perú, además de la fecha, son las ciudades que visitará. En ambos países estará en las capitales y en otras dos ciudades, donde abarcará temas de relevancia de su pontificado. La gira será una fiesta para la Iglesia católica en ambos países y ya se está organizando.
En el caso de nuestro país, Iquique es una de las ciudades escogidas. El obispo de la zona, Guillermo Vera, explicó que el interés del Papa por este lugar está relacionado con las “periferias”, siendo una de ellas el tema migratorio. “El Papa viene a este norte, marcado por la realidad de la migración de tantos hermanos que llegan”, indicó Vera en el diario La Estrella. Cabe destacar que en febrero de 2014, el obispo de ese entonces, Marco Antonio Órdenes Fernández, por estar siendo investigado por las denuncias de abusos sexuales que interpuso en su contra Rodrigo Pino, quien dijo que el sacerdote lo abusaba desde 1997, cuando tenía 15 años, reconoció haber tenido “actos imprudentes” con el denunciante.
Temuco es la otra ciudad escogida. Se esgrime que las razones tendrían relación con los ataques incendiarios que ha sufrido la Iglesia católica en esa zona. Esto, enmarcado en el conflicto social-étnico que se vive con el pueblo mapuche. Una situación parecida es la que se da en Puerto Maldonado, en Perú, donde también existen conflictos sociales ligados a la minería ilegal, el narcotráfico y la trata de personas. En esa zona, es probable que se reúna con miembros de pueblos originarios.
Trujillo es la otra ciudad donde estará el Papa en el vecino país. En este caso, la razón que se dio para la visita es que esta región peruana recientemente sufrió los estragos por el fenómeno de El Niño. Si bien no es la zona más afectada del país, está dentro del grupo de regiones donde hubo más damnificados. Surge la pregunta de por qué no visita entonces las ciudades de Tumbes y Piura, que lideran en cuanto a daños. Estas dos pertenecen al Arzobispado de Piura, que está bajo el mandato de José Antonio Eguren, primer obispo del Sodalicio de Vida Cristiana, institución fuertemente cuestionada por la sociedad peruana, luego de darse a conocer los casos de abusos de su fundador y varios otros miembros.
Los costos económicos para nuestro país asociados al viaje del Pontífice católico tampoco están claros. Según estimaciones de giras anteriores, Estados Unidos gastó 45 millones de dólares en un viaje de seis días, mientras que Brasil desembolsó 37 millones de dólares en ocho días. Les siguen México con 10,1 millones de dólares por siete días y Ecuador con 6 millones de dólares por seis días. Más abajo está Bolivia con 4,6 millones de dólares por tres días y Paraguay con 1,8 millones por cuatro días. (El Mostrador)