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Vargas Llosa: Encuestas dan empate entre el "Si" y el"No" a reelección de Morales

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Una buena forma de saber si los mal llamados “bolivarianos” están en aprietos es medir el grado de antiimperialismo yanqui que exhiben sus adalides en vísperas electorales. El gobierno de Evo Morales, que el domingo está a prueba en un referéndum en el que los bolivianos decidirán si aceptan una reforma constitucional para que el gobernante se presente en 2019 a un cuarto mandato, ha intensificado en las últimas horas la campaña contra Washington. Mal síntoma para ellos.

Ocurre que, aunque ya no se pueden publicar encuestas, los últimos sondeos daban un empate entre el “Sí” y el “No”, que tenían un 40% cada uno, pero en las últimas horas los escándalos de corrupción parecen haber propiciado un trasvase de votos que podrían costarle el triunfo al gobierno. El escándalo (relacionado con tráfico de influencias en una empresa china que es proveedora del Estado y cuya gerenta tuvo una relación estrecha con el Presidente), en realidad, es la gota que parece colmar el vaso. ¿Qué vaso? El de escándalos anteriores, abusos y legicidios, concentración de poder y los primeros atisbos de una economía que va despertando del sueño de la prosperidad artificial.

No debe menospreciarse la capacidad del gobierno de provocar un desempate mediante los muchos recursos que están a su alcance como organizador de la consulta. Pero esto tiene límites, como hemos visto en Venezuela y Argentina en meses anteriores, donde la oposición pudo, en cada caso, sortear los obstáculos del poder.

El caso boliviano es algo distinto del de otros “bolivarianos”. Allí el “boom” ha durado más por la sencilla razón de que los bajos costos de producir hidrocarburos y los altos precios pactados con Argentina y Brasil le han garantizado al Estado ingresos que ha podido seguir utilizando mucho después del fin del auge de los “commodities”. El ingreso de divisas ha permitido mantener una moneda fuerte y sostener un consumo interno muy alto que ha beneficiado a mucha gente. Pero eso empieza a acabarse porque los precios no paran de caer y porque la minería, que era un complemento de la economía de los hidrocarburos, está lesionada como en otros países .

En este contexto, lo que antes se le perdonada a Morales -corrupción, copamiento el poder por el MAS, su partido, y legicidios para eternizarse en el poder- hoy tiene un costo alto en la aprobación popular. Lo cual ha puesto en riesgo un esquema de poder que pasaba por conseguir el cuatro mandato en 2019 (a iniciarse en 2020).

Desde el vecindario, se ve con ansiedad lo que pueda ocurrir el domingo. Los aliados de Evo Morales, que han sufrido derrotas o, como es el caso de Ecuador, están padeciendo una frenazo económico y una resaca política de mayor intensidad, necesitan un éxito balsámico del “bolivarianismo”. Los otros países, en cambio, no ven la hora de que esta variante del nuevo populismo autoritario que cambia las reglas de juego para hacerse eterno sufra un “hasta aquí nomás”. Esto último ha pasado a ser una posibilidad real después de muchos años en que Evo Morales logró aplacar las iras de los departamentos orientales, resistir la presión de grupos de izquierda que rompieron con él y mantener a la oposición organizada  en un estado de impotencia.

América Latina ve por fin luz al final del túnel populista, en parte por cansancio popular, en parte por el anticlímax económico. Bolivia será este fin de semana el siguiente país en confirmar el declive de esa tendencia o el primero en bastante tiempo en recordarnos que conserva mucho poder y puede seguir ganando.

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