Un nuevo comienzo

Un nuevo comienzo

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El proceso electoral del domingo 25 de octubre fue ejemplar por dos motivos: en primer lugar, ya nos hemos acostumbrado a ir a las urnas en forma tranquila, pacífica y con esperanzas para que nuestro país siga en la senda de progreso. Esto fue ratificado por el plebiscito, que marca un comienzo de una ruta que nos llevará a una nueva Constitución que todos podremos considerar propia. Segundo, la sana alegría que muchos compatriotas compartieron públicamente a lo largo del país después de comenzar a conocerse la abrumadora mayoría en favor del “Apruebo” y de la opción por una Convención Constituyente.

Estos dos aspectos de la gesta del 25 de octubre nos hacen albergar esperanzas que la violencia y odiosidades que nos han marcado por lo menos desde el comienzo de la crisis social van a ir quedando atrás, para dar lugar a una etapa de construcción de un futuro compartido en la cual todos podamos participar. La paz social que se vivió me llena de esperanzas por el proceso que comienza.

Habiendo dicho esto, necesitamos reducir las expectativas que el proceso constituyente parece haber despertado. Nuestros problemas -las bajas pensiones, la mala educación para los jóvenes de bajos recursos, las condiciones de vivienda inadecuada de muchos compatriotas, y tantas otras deficiencias de nuestra convivencia- no se van a desvanecer por arte de magia o porque la nueva Constitución consagre nuevos derechos sociales. Ya me había referido a ellos en una columna pasada como “derechos aspiracionales”, no exigibles, especialmente aquí y ahora. Marcan un derrotero, que debe ser recorrido por medidas de política económica y social que nos vayan acercando paulatinamente, pero a tranco seguro, hacia estos nobles objetivos. La tarea de hacer realidad la igualdad de oportunidades, especialmente para los menos favorecidos, es titánica y va a requerir de muchos acuerdos entre visiones que muchas veces son contrapuestas. Yo apostaría a que sí podemos trabajar juntos, escuchándonos en lugar de denostarnos, para lograr objetivos que todos compartimos.

Tampoco debemos olvidar que la pandemia sigue con nosotros y que saldremos de ella, quién sabe cuándo, más pobres de lo que estábamos antes que se desatara entre nosotros. Falta un largo camino por recorrer para mantenernos sanos, para recuperar los puestos de trabajo perdidos y luego para impulsar el desarrollo de nuestro país, de manera de hacer que los derechos sociales no sean una quimera y se pueden ir convirtiendo en una realidad. La distancia entre nuestras aspiraciones como sociedad y nuestra realidad es grande, y se ha ampliado con la pandemia. Recorrer ese camino va a requerir de mucha buena voluntad entre personas y grupos políticos que piensan distinto y que, hasta ahora, han demostrado más disposición por la descalificación que por la cooperación.

Estoy seguro que podemos hacerlo. ¡Manos a la obra! (La Tercera)

Manuel Agosìn

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