Un legado para el Siglo XXI en Chile

Un legado para el Siglo XXI en Chile

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La próxima semana se conmemora un año del inicio del gobierno de Piñera y del fin del de Bachelet. ¿Se acuerdan del legado? ¿De todos esos cambios profundos que habían generado en Chile y permanecerían por mucho tiempo después del segundo gobierno de Bachelet? ¿Los hubo y se conservarán? Ni me acuerdo exactamente cuáles iban a ser según ellos, pero sí que fue por varios meses el tema central de ese gobierno. Tal vez algunos historiadores nos dirán a su tiempo si quedó un legado y cuál.

Me acordé de este tema no sólo porque se está cumpliendo este aniversario. También por los resultados de una interesante encuesta a jóvenes chilenos realizada por la Universidad Diego Portales y Feedback que pasó casi desapercibida al publicarse muy cerca de la Navidad. Ella muestra que entre 2009 y 2018, es decir al final del segundo gobierno Bachelet, los jóvenes chilenos perdieron ostensiblemente su confianza en el Estado como agente para resolver los principales problemas nacionales. O sea, perdieron confianza precisamente en lo que predicó y logró imponer la centroizquierda en ese período: estatizar más la economía.

En una de sus preguntas principales sobre “La sociedad que quiero”, en 5 sectores claves en que se le pregunta a los jóvenes si querían una mayor intervención directa del Estado, en 4 (80%) respondieron que no (La Tercera, Tendencias, 22 -12-2018). Por ejemplo, baja 16 puntos porcentuales el número de jóvenes que quieren que “los colegios municipales pasen a ser administrados directamente por el Estado”: de 78 a 62 por ciento. Los que quieren que se cree un AFP estatal para mejorar las pensiones, también bajan: de 77 a 63 por ciento. Que el Estado se haga cargo del transporte público, lo mismo: 8 puntos, de 76 a 68%. Y que el Estado se haga cargo del sistema de salud baja 11 puntos, de 80 a 69%. Interesante resultado, que al menos para mí es una gran sorpresa: los chilenos no quieren o no creen en “más Estado” para resolver los mayores problemas de las familias del país.

Algunas otras observaciones que esto me suscita. Primero, nótese que las bajas en la confianza en la intervención directa del Estado son significativas, consistentes y generalizadas. Pero, segundo, en al menos esos sectores – educación, pensiones, transporte y salud – la preferencia por participación del Estado es todavía mayoritaria en términos absolutos; es la tendencia la que va bajando fuerte. En este sentido Bachelet no se equivocó en las prioridades de su Programa. Parece que se equivocó sobre todo en las medidas que tomó para poner en práctica esas preferencias inicialmente tan altas de los jóvenes.

Más todavía. Puede ser que la equivocación fue tan profunda que le salió el tiro por la culata. Al final de su gobierno, la gente quedó menos convencida de que las soluciones que propuso Bachelet fueran las más apropiadas para Chile. En otras palabras, los jóvenes terminaron con menos simpatía por el socialismo o más Estado, al menos en esos sectores claves, después de -o a pesar de- haber tenido el gobierno más orientado al socialismo desde Allende.

No considero, sin embargo, que la interpretación que hago de estas tendencias implique un camino pavimentado para la derecha por muchos años. Primero, porque en otros temas de carácter moral, de valores o libertades los jóvenes se mueven en dirección opuesta a las tendencias de la derecha. Esto se aprecia en seis de las seis áreas en que la encuesta pregunta sobre eso. Por ejemplo, “Que se legalice la marihuana para el consumo personal” sube 35 puntos porcentuales (¡sic!), de 43% a 78% en los últimos 9 años. “Que las parejas homosexuales puedan criar hijos” sube 23 puntos, de 36 a 59%. “Que se permita el matrimonio entre personas del mismo sexo” sube 18 puntos, de 50 a 68. Algo similar ocurre en ámbitos análogos.

Entonces la derecha tradicional chilena tendría que cambiar mucho sus posturas valóricas, o como quiera que se llame a estos temas relativos a la libertad individual o a la vida personal, como para atraer la preferencia de los jóvenes. Chile tiende hacia posturas más liberales, según las tendencias que muestran hoy los jóvenes. Tanto en asuntos económicos como de valores.

Aquí es donde veo una oportunidad para movimientos y partidos de centro liberales, siempre que cumplan con una condición clave. Que además de sus postulados libertarios, propongan políticas económicas eficaces y creíbles para solucionar las deficiencias en servicios públicos claves, como son educación, transporte, pensiones y salud, sin contemplar que el Estado se haga cargo de proveer directamente esos servicios. Aquí es donde surge la necesidad no solo de colegios subvencionados, sino también de consultorios particulares subvencionados, bien regulados. También de más concesiones, en variados sectores, bien estudiadas y negociadas, para parques, hospitales públicos, consultorios, transporte público, etc.  Sin abusos y sin lucro. Con rentabilidades privadas razonables, supervisadas. Con estándares de calidad de servicio mínimos elevadas, y fuertes sanciones por incumplimiento, incluyendo cierres inmediatos. Administrado por funcionarios públicos que crean en las bondades de mercados bien regulados, y no sólo en mercados libres ni en la eficiencia automática de algo provisto por un organismo estatal. Lo mismo para pensiones y transporte público.

Este programa podría constituir la misión épica de la generación que hoy debe reemplazar a quienes en nuestro tiempo conformamos la Concertación. Ese sí sería un legado para la mitad del siglo 21. ¿Habrá quienes quieran asumir este desafío? ¿Quiénes pueden ser? (El Líbero)

Ernesto Tironi

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