Transmisiones del mando-Hernán Felipe Errázuriz

Transmisiones del mando-Hernán Felipe Errázuriz

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El narcisismo del Presidente Trump no tiene límites. Donald Trump Junior, su hijo, recuerda haber oído, de su madre, que su padre se opuso a que lo bautizaran con su mismo nombre, por el riesgo de que su homónimo resultara un perdedor, uno de los insultos favoritos de Trump.

Ahora el perdedor es el Presidente, aunque no lo reconozca y probablemente nunca aceptará la derrota electoral. Peor, está decidido a obstaculizar la transición y la instalación del mandatario electo, Joe Biden. Más aún, muchos sostienen que Trump pretende volver a postular el 2024. Dispone de varias decenas de millones de seguidores que le permiten controlar una parte considerable de su partido y amenazar al resto con la división de los republicanos, con su eventual candidatura independiente en la siguiente elección presidencial.

Los daños que está causando Trump son incalculables. Su país experimenta diariamente sobre mil muertos y cien mil contagiados por el covid-19; la logística de la distribución de la vacuna para contener la pandemia requiere una inminente y compleja gestión, y tardará varios meses; los fondos federales para aliviar la contingencia sanitaria se están agotando; debería convenirse con la oposición para renovarlos próximamente. Estados Unidos es y seguirá siendo gravitante en los acontecimientos mundiales, enfrenta permanentes amenazas a su seguridad, mantiene frentes bélicos. Todo aquello parece dejar a Trump indiferente, es epicentral: el país debe girar conforme a sus intereses personales, su promesa “América primero” resultó otra falsedad.

Contribuir a la continuidad en la gestión de los gobiernos es un deber compartido de las autoridades salientes y las nuevas. Las políticas de Estado y los servicios no pueden interrumpirse abruptamente por cambios de personas. Más allá de las discrepancias políticas y en sus agendas, las nuevas autoridades deben ser previamente informadas del funcionamiento de los medios disponibles, les corresponde conocer los riesgos en curso y la situación en que se asumen altas responsabilidades.

El grotesco comportamiento de Trump no hace descartable que no concurra a la inauguración del Presidente Joe Biden el 20 de enero en el Capitolio. Así ocurrió con la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que no asistió cuando asumió el Presidente Mauricio Macri. Oportuno es recordar la impecable transmisión del mando del gobierno del Presidente Pinochet al del Presidente Aylwin. A pesar de las grandes diferencias que los separaban, Chile estuvo primero y fue una buena partida del retorno a la democracia. (El Mercurio)

Hernán Felipe Errázuriz

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