Tiempos idiotas-Rodrigo Guendelman

Tiempos idiotas-Rodrigo Guendelman

Compartir

En la Antigua Grecia tenían el asunto clarito: idiotas eran esos ciudadanos egoístas que no se preocupaban de los asuntos públicos. “Los griegos son los primeros en distinguir entre ilotas e idiotas; entre quienes no tienen derechos porque son de otros (situación de los esclavizados siervos de la tierra pero también de mujeres y niños) y quienes tienen derechos, pero no los ocupan, los idiotas a quienes sólo desvela lo idios (lo propio, privado, personal). No se interesan por la comunidad, la ciudad, lo colectivo, lo que pertenece a todos”, explica Miguel Laborde en su libro Santiago, Región Capital de Chile.

¿Le suena? ¿Le dice algo esa gente que sólo piensa en sí misma, que desconfía de los demás, que siempre tiene como prioridad su ego antes que el resto? Se parece harto al Chile actual, ¿no?

La siguiente frase puede agregar luces a la discusión. “Los países son desarrollados no cuando los pobres tienen autos, sino cuando los ricos dejan el auto y usan el transporte público”. Pucha que sería lindo imaginar una ciudad como Santiago donde micros y metro fueran de uso transversal. Por supuesto que habría que mejorar muchas cosas del Transantiago, pero mucho más complejo sería hacerle entender al chileno aspiracional de clase media y alta que dejar el auto, ese símbolo de status por excelencia en estas latitudes, es un aporte al bien común.

Tenemos ejemplos de idiotez por todos lados. Está la idiotez de cada uno de esos NIMBY (sigla en inglés que significa Not In My Back Yard) que sólo piensan en su patio trasero, en su rincón, en su calle, en su barrio o en su comuna (le sugiero que googlee “Providencia + restricción horaria a bares”).

Está la idiotez de cada arquitecto que diseña un edificio sin pensar en que pueda ser usado por personas con capacidades diferentes, en cada colegio que pone obstáculos a niños con síndrome de Down o a hijos de parejas homosexuales, en cada oficina que rechaza la presencia de mujeres.

Está la idiotez en cada chileno que trata al otro de flaite o cuico. Está la idiotez en ejemplos brutales, como es la abstención que hubo en las últimas elecciones presidenciales, las de diciembre de 2013, en la cual un 58% de los chilenos aptos para votar no lo hicieron.

¿Puede haber un ejemplo más evidente de idiotez que no participar en un acto tan republicano y cívico y social y comunitario y político y decidor de lo nuestro como son unas elecciones presidenciales? En el sentido griego, claro.

Pongámosle más leña al fuego. Somos el segundo  país de la OCDE con más presos y al mismo tiempo nuestras casas están cada vez más enrejadas o rodeadas de cercos eléctricos. En un solo año, el pasado, salieron a la palestra los dueños de tres grandes grupos económicos por serios problemas con la ley: Julio Ponce Lerou, por el caso Cascadas; Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín por el Pentagate y, hace pocas semanas, Juan Bilbao, del grupo Consorcio, acusado por la SEC de Estados Unidos de usar información privilegiada.

Al menos uno de estos casos afecta directamente el bolsillo de los chilenos (Cascadas), otro afecta el bolsillo del Estado (Penta) y el tercero afecta la imagen de nuestra nación. Egoísmo, individualismo, codicia. Idiotez. En el sentido griego, por supuesto.

¿Qué es la extrema, pornográfica y dolorosa desigualdad de ingresos que hay en nuestro país, sino una evidente demostración de énfasis en lo propio y desinterés absoluto por lo colectivo? ¿A qué responde la compulsión por la marca, ya sea de auto, de ropa, de anteojos y hasta de hervidor de agua, sino a una irrefrenable necesidad de “desmarcarme” del otro?

“Todas las normas que rigen una sociedad sólo buscan hacer posible la ciudad, la comunidad, la convivencia”. La frase, de Ortega y Gasset, es una buena síntesis de lo que nos llora: conciencia cívica, respeto por el otro, cumplimiento de las leyes. Nunca es tarde para ser un poco menos idiotas. En el sentido griego, obvio. (La Tercera)

Dejar una respuesta