Tiempo de Respuestas-Oscar Guillermo Garreton

Tiempo de Respuestas-Oscar Guillermo Garreton

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Observo, y pareciera que en vez de ir saliendo, seguimos entrampados. Como el suplicio chino del gota a gota, la información va horadando a la política, y en especial al gobierno y su coalición, que son los actores relevantes de estos tiempos.

Los casos se suceden. En el aquelarre todo se entremezcla: confesiones, nombres de testaferros y sus mandantes, filtraciones irresponsables, acusados convertidos de inmediato en culpables, “rasquerías” y ataques de nervios.

A pesar de todo, la masividad no me suena a sinónimo de corrupción desatada donde alguien se haya enriquecido, sino de prácticas de financiamiento cuestionables pero usuales en tiempos que ya terminaron; parte de ese lado oscuro de la política que Maquiavelo sinceró como la otra cara de la “vocación de servicio público” con que le gusta vestirse.

Estoy seguro que la reacción ciudadana sería distinta si creyera que la política está cambiando la realidad en función de lo que ella anhela y votó. Pero las encuestas dicen que no es así. Y cuando la política contradice con leyes y medidas temas sensibles que la mayoría ciudadana creyó votar, y a eso se agregan irregularidades que no tienen visos de terminar, entonces la ira ciudadana se potencia.

Hoy todo lo que ocurra se revuelca sin mucho matiz en el mismo pozo, que se hace más negro si no hay una reacción acorde con la emergencia. Lo pensé al leer la compungida confesión parlamentaria de que las platas recaudadas para la reforma educacional no les alcanza e insinuando nuevas reformas tributarias, cuando la economía aún sufre las secuelas de la reciente. Más de uno dirá, es que el dinero nunca les alcanza, ni para sí ni para saciar una burocracia que engorda. Otros sacarán conclusiones sobre los nuevos riesgos de invertir. El pozo negro.

La ciudadanía puede estar conmocionada, políticos y empresarios se pueden considerar muy desautorizados por los repudios ciudadanos, pero no está en manos de la opinión pública construir respuestas. Son los líderes y las fuerzas organizadas del Estado y la sociedad las que pueden darlas, incluso para abrir paso a la participación ciudadana en ellas.

En lo que ya ocurrió, es hora de la justicia (y del linchamiento), no del perdón. Pero hay responsables de que esto no vuelva a ocurrir. La política tiene la responsabilidad mayor. Las comisiones de personas sabias e impolutas pueden ayudar, pero no hay solución fuera de la política. Y también requiere un concurso activo de los otros cuestionados, los empresarios, que no pueden hacer como que el problema no les atañe. Entre otras cosas, porque han sido secularmente criticados, pero ambos son aún más imprescindibles en este siglo XXI. El siglo XX algo enseñó de políticas no democráticas y modelos económicos inviables.

Aprendices de profeta pronostican que todo se derrumba.  Se equivocan, lo imprescindible no puede derrumbarse, pero es hora de respuestas. Liderazgos, política y empresa están puestos a prueba; la respuesta será medida de la ética y capacidad de quienes tienen deber de darla. El aplauso está lejano, no lo busquen. (La Tercera)

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