Como los canales de TV y la prensa tienden a simplificar la información sobre las encuestas de intención de voto en la elección presidencial, no poca gente ha creído que Jeannette Jara está a punto de ganar la carrera. Pero no hay nada de eso. La realidad es que la candidata del PC no tiene chance alguna en segunda vuelta: en todas las mediciones, pierde ampliamente frente a José Antonio Kast o frente a Evelyn Matthei.
Se desvaneció la imagen de ascenso irrefrenable con la que Jara apareció luego de su triunfo en la primaria oficialista. Solo concita el apoyo de quienes aprueban a Boric, y punto. Además, ella ha comprobado cuán pesada es la mochila del PC. Sus posibilidades de penetrar en otros ámbitos son muy escasas. Pero, hay que agregar algo más: “la amenaza comunista”, de la cual se había beneficiado la campaña de Kast, se ha diluido.
Las próximas tres semanas serán determinantes para la decisión que adopte mucha gente que hasta ahora no tiene definido por quién votar. Veremos qué impacto tendrá la franja electoral de TV que se inicia el 17 de octubre, y que ha sido tradicionalmente un factor gravitante en la generación de simpatías o antipatías. Con todo, es indiscutible que el instrumento más poderoso de propaganda electoral son hoy las plataformas digitales y las redes sociales.
Con los datos disponibles, ningún postulante puede dar por asegurado su paso a segunda vuelta. La tarea más ardua es, ciertamente, la de Matthei, que encabezó por más de un año las encuestas y hoy aparece en tercer lugar. Sus mejores expectativas están en la segunda vuelta, pero antes tiene que saltar la primera valla. Tampoco Jara puede dar por seguro su paso a segunda vuelta. Ni siquiera Kast. En ello, influye esa zona misteriosa del electorado que constituyen los “votantes obligados”, esto es, aquellos menos politizados y que votan únicamente porque la ley obliga. De allí pueden venir las posibles sorpresas en el orden de llegada de los candidatos.
El voto testimonial es respetable, por supuesto. Se trata de la opción de quienes, a sabiendas de que su candidato no tiene posibilidades de ser elegido, deciden apoyarlo de todas maneras porque representa ciertos valores que desean que ganen un lugar bajo el sol, a la espera de una nueva oportunidad. El asunto es qué clase de testimonio están dispuestos a dar los simpatizantes del PS, la DC, el PPD y el PR, que aprendieron a valorar la democracia como asunto de principios y apoyaron a los gobiernos de la Concertación, que pusieron las bases del inmenso salto de progreso que dio Chile en las décadas anteriores.
En estas horas, es posible que mucha de centroizquierda se pregunte si tiene sentido votar por la candidata de un partido tan anacrónico como el PC, estrechamente asociado con las dictaduras de Cuba y Venezuela, y que en 2019 volvió a tentarse con la noción bolchevique del asalto al poder, al punto de que Daniel Jadue habló entonces de “revolución de octubre”. Es posible que esa gente no haya perdido la esperanza de que surja una nueva centroizquierda, nítidamente democrática, separada de quienes siguen amenazando a Chile con nuevos estallidos. Es posible que allí se acentúe la opción por el voto útil.
Es válido dar testimonio al momento de sufragar, pero tal testimonio necesita tener algún fundamento que lo respalde. Son legítimas también las opciones de votar en blanco o anular el voto. Pero, si se trata de incidir en la elección presidencial y gravitar por lo tanto en el posible rumbo de Chile en los próximos años, no queda sino enfrentar la realidad tal como es, no como quisiéramos que fuera. Las circunstancias han determinado que, para que el voto pese en la balanza, no hay más opciones que Kast o Matthei.
Esto implica que cada elector debe hacer las sumas y las restas correspondientes, ponderar los factores que juegan en una decisión que no debe tomarse a la ligera. Nunca hay seguridades respecto de cómo será el desempeño de un gobernante. Nunca se sabe si, llegado un momento de prueba, demostrará convicción democrática, sentido nacional y templanza. Lo que hacemos siempre es apostar y desear que las cosas vayan lo mejor posible. No sirve la ensoñación, solo actuar dentro de las posibilidades concretas. Y ayudar a sostener el régimen que nos garantiza la libertad de elegir, lo que incluye el riesgo de equivocarnos. (Ex Ante)
Sergio Muñoz Riveros



