Sociedad-Adolfo Ibáñez

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Sociedad es el agrupamiento natural de las personas que por esencia están dotadas de la facultad de obrar de una manera u otra, e incluso de no obrar, lo que las hace ser responsables de sus actos. Así se forma una red humana caracterizada por la búsqueda del perfeccionamiento de cada uno y el cultivo de la verdad. En ella destaca la disposición para aceptar normas que faciliten la convivencia e impidan el daño a otros, pues prevalecen la confianza mutua y la cooperación, lo que se traduce en la comunicación y los intercambios voluntarios, tanto espirituales como materiales. Por lo mismo, deja espacio para que surjan grupos menores que apunten a objetivos más específicos.

A lo largo del tiempo se va destacando el rasgo de convivencia pacífica dentro de estos grupos, porque el conjunto de sus miembros va definiendo sus intereses y la manera de lograrlos. De este modo no obligan a nadie a aceptar ni servir objetivos ajenos. Todo esto forma un marco que posibilita y favorece el dar, como una obligación social y voluntaria. Dentro de este dar se ubica no solo la filantropía, o caridad, dicho en lenguaje religioso, sino también todas las formas que comunican, acercan y vinculan a las personas, como son los buenos modales y el desarrollo de ciertos protocolos o modos de interactuar que van decantando los tiempos en los diferentes campos de la vida: es lo que forma la cultura de las sociedades.

El opuesto a la sociedad lo configura el agrupamiento forzoso de los individuos impulsado por dirigentes confundidos algunos, o llenos de miedo, odio y mentiras otros, que abusan de la rectitud y la buena fe de la mayoría. Es decir, se llega a una colectividad marcada por el recelo de estos pocos a que sucedan cosas opuestas a sus particulares designios; por la antipatía y aversión de ellos hacia determinadas ideas y personas, unido al afán destructivo que desea el mal para ellas; y por el fingimiento o disfraz de una situación para que parezca otra muy diferente, de modo de ocultar la realidad en forma engañosa y falsa. Por este camino se aísla a la gente, se las encierra en sí mismas y se las incomunica, lo que lleva a la desconfianza mutua y a una soledad radical que marca a los grupos así afectados.

Cuando todo parece indicar que en Chile se está volviendo a los planteamientos y actitudes descalificatorias de hace cincuenta años, es importante recordar los cimientos de humanidad en los que se asienta toda sociedad que acoge con alegría a los suyos y los motiva a perfeccionar sus cualidades personales. (El Mercurio)

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