Sin padres, sin profesores

Sin padres, sin profesores

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Todos los gobiernos distinguen.

Unos, porque creen en el bien común y buscan, por lo tanto, generar las condiciones que les permitan a todos y a cada uno de los miembros de una comunidad alcanzar su más plena perfección posible. Eso los lleva a distinguir, buscando a través de la justicia darle a cada uno lo suyo.

Otros segmentan y discriminan injustamente, porque los inspira una ideología, o sea, una construcción intelectual siempre parcial. Aíslan conceptualmente a un importante grupo de la población y perjudican al resto desde la arbitrariedad. La operación puede hacerse a favor de «los trabajadores», o de «la clase media» o de «los marginados» o de «los indígenas». Las más dramáticas distinciones que ha conocido la humanidad en los últimos cien años han sido en pro de la «raza aria» y del «hombre nuevo», constructos conceptuales tan groseros que les permitieron a nazis y comunistas el exterminio de esos millones que no cabían en la respectiva categoría.

¿Dónde se coloca la actual coalición gobernante? Sin duda no acepta la clásica noción de bien común. Basta considerar su rechazo a uno de sus principios fundamentales, el de subsidiariedad, para descartar esa posibilidad.

¿Ha escogido entonces un segmento de la población para privilegiarlo arbitrariamente y obtener así un respaldo duradero?

Sí, a estas alturas no cabe duda de que el «pueblo escogido» es la juventud, desde el comienzo de su adolescencia hasta el final de sus estudios. Algo así como «los chilenos entre los 12 y los 25».

El conjunto de las políticas administrativas y de las iniciativas legales así lo comprueba: ya es demasiado evidente el entramado de condiciones en que se ha venido colocando a los jóvenes de Chile.

Mientras los hoy adolescentes son despojados de la familia en virtud de la facilidad para que decenas de miles de sus padres se divorcien cada año, dos tercios de las nuevas generaciones están naciendo fuera del matrimonio. Animados a un desarrollo precoz e irresponsable de su sexualidad -para practicar el «protégete» disponen de preservativos y píldoras-, se busca entregarles pronto el aborto en dosis, camino del aborto sin restricciones. El proyecto de derechos del niño y del adolescente los dotará de autonomía en sus consultas médicas y en el uso de sus aparatos electrónicos. Padres: fuera de sus cuerpos y de sus mentes.

Van así quedando solos en la vida, sin familia para atrás y para adelante.

El modo en que se concibe la educación los desarraiga también. No podrán ser sancionados por sus graves faltas en el colegio -el caso SIP es impresionante- y quedarán liberados de sus tareas y del vínculo vespertino que esa actividad genera con sus padres; además, no les deberán nada a sus progenitores porque mayoritariamente no habrán podido colaborar económicamente a su educación; al mismo tiempo que se les impedirá contraer deudas educacionales y asumir así compromisos a futuro, serán llamados a cogobernar sus instituciones educativas, mientras gobiernan las calles de la ciudad cuando se les antoja.

Van así quedando solos en la vida, sin profesores, sin posibilidad de madurar bien acompañados.

La marihuana despenalizada, la puerta giratoria consagrada y el voto para los mayores de 16 autorizado vendrían a completar el cuadro… por ahora.

¿Por qué el juvenilismo es la ideología favorita de la coalición gobernante? Porque la juventud tiene varias ventajas: es fácilmente manipulable, está en continua renovación y genera adhesiones inmoderadas que piden más de lo mismo, a partir de la psicología de la insatisfacción juvenil. Y el Estado está entonces disponible como padre y profesor.

Sí, por ahí va ahora el hombre nuevo, la raza aria.

 

Fuente: Edición Original El Mercurio

 

Fotografía: El Dínamo

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