Según el canciller Roberto Ampuero, las recientes declaraciones de Evo Morales se deben a que sabe que La Haya no le dará lo que se prometió a su pueblo: territorio soberano chileno. En otras palabras, que estaría preparando el ambiente para un resultado adverso. Discutible, porque la gente en Bolivia -sobre todo la más ilustrada- sabe que no les van a dar soberanía, pero que algo les tocará y tras eso van.
A la inversa, teniendo Chile el cien por ciento de la razón y el derecho de su lado, solo podrá hablar de una victoria si las cosas se dejan como están y sin ninguna declaración ambigua susceptible de ser interpretada o utilizada por Bolivia a su favor. Algo improbable, porque dar toda la razón no se estila en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un tribunal “transaccional” según expertos, o más bien “pascuero” -como he escrito antes-, que se cree autorizado para regalar derechos soberanos y hacer justicia “a su pinta”, no importando lo que digan los tratados. Lo comprobamos amargamente en el litigio que nos inició Perú, en que La Haya dio a Chile la razón en derecho, pero una buena porción de nuestro mar al país del norte. Entonces, es muy probable que Bolivia algo logre. Y obtener algo cuando no se tiene nada, es ganar. Y ser privado de algo de lo que se tiene en plenitud, es perder.
Con todos estos antecedentes, no se entiende por qué todavía seguimos siendo parte del Pacto de Bogotá, que nos somete obligatoriamente a la CIJ. No está de más recordar que ni Perú ni Bolivia estaban sometidos a dicho Pacto ante Chile, hasta que decidieron demandarnos, para lo cual se hicieron parte del mismo o levantaron una reserva existente, para acometer en contra nuestra. O sea, no hubo de parte suya un “fair play”, pero eso a la CIJ no le importó.
Axel Buchheister