La discusión pública suele quedarse pegada. Vean ustedes la escandalera a propósito de los ministros del Tribunal Constitucional (TC) supuestamente afines a la derecha, por lo del lucro; lo parecido, aunque al revés, respecto a los jueces izquierdistas según Hernán Larraín; la crítica selectiva que hiciera Hugo Herrera a ciertos centros de estudios de derecha, aplaudida por gente que abomina a la derecha; y cómo olvidar al cardenal Ezzati teniendo que arrepentirse por su disquisición sobre perros y gatos. Aunque a primera vista podría tratarse de temas muy distintos, en realidad giran sobre lo mismo: el espanto y la ofensa que debieran producirnos actitudes, decisiones, comentarios oblicuos, inclinados a esta u otra posición “deplorable” aunque, ojo, quienes se escandalizan son igual de sesgados, no nos engañemos.
¿De verdad se escandalizan o no será que montan un show? Entrar a analizar y calibrar qué tan cierto es lo que se ha dicho o decretado queda fuera de toda discusión en serio, y es ahí donde reside lo complicado. Las escandaleras impiden examinar con detención los méritos de lo que simplemente se denosta. Pero -calma- debiera ser válido discutir cuan cuoteado está el TC y, sí, el ministro de Justicia puede que tenga razón; los tribunales de justicia durante la dictadura fueron obsecuentes con el Ejecutivo, ¿por qué, entonces, habrían de haber dejado de serlo en gobiernos posteriores? (desde la Colonia, este poder institucional suele ser servil). A su vez Hugo Herrera afirma que hay “think tanks” dudosos porque dependen de mecenas y no serían tan sólidos académicamente como las universidades. Temeraria aseveración: mi experiencia desde dentro es que las universidades chilenas, en general, no son ejemplo de nada muy excepcional y en peso intelectual, menos. Lo del mecenazgo es inevitable, ni decir tratándose del Estado que atora a universidades. Y los comentarios del obispo merecían más respeto; si se hubiese reparado en que él estaba haciendo un alcance nominalista se debió contar hasta diez antes de sacarle la mugre. Yo al menos quedé impresionado con que un prelado introdujera una variable filosófica a la discusión.
El problema con los sesgos no es que los haya sino que no se saca nada con denunciarlos. Si lo que se quiso decir es que el TC, los jueces en general, también el ministro del ramo, los “think tanks” y los obispos, debieran ser más ponderados, menos parciales, obviamente tendríamos que concordar. Es lo razonable. Pero quizá no vivimos en tiempos razonables, no hay buena fe, ni menos buena voluntad, supuestos mínimos para que pueda haber una discusión que prospere. Disculpen que majaderee, pero se están creando las condiciones para agudizar la polarización existente. El gobierno debiera ser cauto en no caer en la trampa, y sus partidarios no tan torpes. (La Tercera)
Alfredo Joselyn-Holt


