Semillas que soportaron bomba en Hiroshima y que germinan en Valdivia

Semillas que soportaron bomba en Hiroshima y que germinan en Valdivia

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Después de que la bomba atómica cayó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945, todo quedó destruido en un radio de dos kilómetros. «Se pensaba que nada iba a volver a crecer en Hiroshima, pero vino la primavera y empezaron a brotar los árboles. Fue como un llamado de esperanza, de decir: podemos renacer desde lo gris», dice el ecólogo Mylthon Jiménez-Castillo, el encargado de que los descendientes de esos árboles crezcan hoy en Chile.

Como investigador del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la U. Austral, Jiménez-Castillo es el encargado del Jardín Botánico que existe dentro del plantel. En sus invernaderos, el ecólogo hizo germinar a fines de 2012 una serie de semillas que llegaron desde Japón y que traían consigo una historia de tragedia y supervivencia.

Se trata de la iniciativa de Green Legacy Hiroshima, cofundada por el Instituto de Naciones Unidas para la Formación Profesional y la Investigación (UNITAR) y su partner en Japón, la Asian Network of Trust (ANT).

Ambas se propusieron crear una organización que se preocupara de generar conciencia sobre el uso de armas atómicas a partir de lo que vivió Hiroshima, hecho que hoy cumple 75 años. Lo que eligieron para entregar ese mensaje fueron los árboles.

«Nos contactaron en 2012, cuando estaban enviando a todo el mundo semillas de los árboles sobrevivientes a la bomba atómica como una forma de, a través de ellos, representar un símbolo de esperanza, un llamado de paz», cuenta Jiménez-Castillo a Emol.

Mientras a algunos países llegaron en forma de árboles, a Chile lo hicieron como semillas. Hoy ya son árboles jóvenes que miden cerca de dos metros y que pronto serán trasplantados al Jardín Botánico de la universidad.

Se trata de ejemplares de tres especies: gingko biloba, alcanforeros e ilex rotunda, conocido como sombrilla china. La idea era fortalecerlos antes de que llegaran a su hogar final, un espacio que los habitantes utilizan como un parque y donde, consideraron, los árboles muy pequeños podían correr peligro.

«Estamos prontos a plantarlos y poder hacer un memorial que cuente esta historia, porque finalmente los árboles cuentan una historia. Queremos que sea un lugar especial, de recogimiento, más silencioso, en una armonía con las especies nativas. La idea es hacer un poco de paisajismo tipo jardín japonés, pero a una escala más pequeñita», explica el ecólogo.

Actualmente se encuentran reuniendo los recursos para desarrollar la próxima etapa del proyecto.

MENSAJE TRANSVERSAL

Algunos de los ejemplares son más pequeños. El equipo a cargo se preocupó de controlar su crecimiento para que pudieran cumplir otra función: ser transportables y poder usarse en exposiciones itinerantes.

«Hemos intentado llevar este mensaje de paz de distintas maneras», explica Jiménez-Castillo. Las muestras se han hecho en la universidad, en colegios, en museos e incluso en otras ciudades, como Santiago.

«El principal problema que yo tenía como director del jardín era cómo contar esta historia estando tan lejos, porque no es algo cercano ni geográficamente ni históricamente. A las generaciones nuevas les hablas de bomba atómica y, más allá de una foto, pocos conocen la historia de la Segunda Guerra Mundial», cuenta el investigador.

Por eso han tratado de aterrizar el mensaje, ampliándolo a un fenómeno que va más allá de la bomba en específico. «De ahí nace y es su justificación, pero hemos tratado de vincularlo a la resiliencia, al respeto por la vida y por los demás. Tratamos de hacer un símil con nuestra realidad, porque en Chile estamos constantemente ‘bombardeados’ por desastres naturales», menciona.

«Constantemente, también, nos tenemos que levantar de los escombros», añade Jiménez-Castillo. «El origen de esos escombros es distinto, pero finalmente la naturaleza para el hombre es siempre un ente que te cobija, que te da soporte, sustento y que te ayuda a resurgir». (Emol U. Austral)

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