“Se ha pretendido transformar la ignorancia en una especie de virtud cívica”

“Se ha pretendido transformar la ignorancia en una especie de virtud cívica”

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El jueves, el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, acostumbrado a hablarles a las élites -y hablar sobre ellas- desde su tribuna semanal en El Mercurio, le habló a gran parte de la élite económica de este país reunida en un seminario organizado por la corredora Larraín Vial. Y les habló de política, del momento crucial que vive el país después de una inédita campaña de primarias que considera “sombría y pesimista” y de la que es escéptico. Peña cree que el gran problema de la actual contienda presidencial es que ninguna alternativa es capaz de representar las necesidades de lo que llama “sectores medios” de la sociedad.

¿Cree usted que se logró instalar la sensación de que hay una elección presidencial en juego capaz de movilizar a los chilenos en las primarias de este fin de semana?

La elección de mañana es la primera que se realiza bajo las nuevas reglas, con financiamiento público y poca exposición a la propaganda; salvo, claro, la franja. Si se agrega a ello que no participan todas las fuerzas políticas, que el desempeño de los candidatos ha sido pobre, que la competencia en un caso ha parecido una rencilla y el otro una conversación amable, y que, a pesar de la retórica a veces encendida de la franja, Chile no parece estar al borde del abismo, no creo que haya una gran movilización. Así las cosas, hay que medir la intensidad de la participación por relación al tamaño de las fuerzas políticas más que en relación a todo el padrón electoral. Si es así, el millón de votos no es una cifra desmesurada para Chile Vamos y doscientos mil votos sería un buen resultado para el Frente Amplio.

¿Qué es lo que está en juego, a su juicio, en esta elección primaria?

Lo que parece estar en juego es la hegemonía actual o futura de cada sector político. En el caso de la izquierda, si acaso predominarán los sectores que riñen con la modernización capitalista y aspiran a modificarla radicalmente o si, en cambio, seguirán siendo hegemónicos los sectores que han conducido esa modernización (que si bien están ausentes de la primaria, algo pesarán con su abstención y su silencio). En el caso de la derecha se sabrá cuál de los tres proyectos en competencia hegemonizará al sector: si la derecha modernizadora (Kast y Piñera); si la vertiente socialcristiana (cuyo representante Ossandón parece desgraciadamente confundir lo popular con lo vulgar, y la sencillez con la ignorancia); o si la vertiente más conservadora que no se avergüenza ni de la dictadura ni de sus convicciones morales (José Antonio Kast).

En la campaña de estos días hemos visto diferentes diagnósticos sobre el Chile de hoy. El ex presidente Sebastián Piñera ha instalado la idea de que el país está “estancado”, mientras que los candidatos del Frente Amplio plantean que el modelo neoliberal está agotado y hay que hacer reformas aún más profundas que las que se planteó el actual gobierno. ¿Dichos mensajes logran representar este malestar ciudadano aparente?

En efecto, parece haber dos diagnósticos encontrados. Y ambos, me temo, equivocados. Después de todo, hay un cierto malestar y desasosiego, es verdad; pero el ni es fruto de un estancamiento, ni tampoco de un agotamiento de la modernización. Se trata, en cambio, de un fenómeno que suele acompañar a procesos de modernización rápida como el que Chile ha experimentado y que tiene, me parece, tres componentes: hay desde luego uno generacional. La generación entre 18 a 24 años es la más escolarizada de la que nunca antes hubo en la historia de Chile. Y es natural que esa generación, más ilustrada y autónoma, mire con desdén y por encima del hombro lo que hicieron las generaciones que le antecedieron. Son los hijos de la modernización cuyas expectativas son, por supuesto, más dinámicas y exigentes. Se suma a ello el hecho de que las mayorías que han experimentado el aumento del consumo y del acceso a la educación, esperaban encontrar en los bienes a los que ahora acceden la distinción que proveían cuando solo una minoría accedía y ellos los miraban a la distancia. Pero ocurre que esos bienes (los certificados universitarios, el acceso a ciertos bienes estatutarios como el automóvil, etcétera) pierden esa aura cuando son de mayorías y eso es una causa muy importante de desasosiego y frustración. Y en fin, se encuentra el hecho de que las sociedades que se modernizan viven siempre en una dialéctica de progreso y desilusión porque transitan de deseo en deseo y no, como a veces se cree, de satisfacción en satisfacción. Ninguna de esas cosas revelan estancamiento o agotamiento.

Usted dijo hace días en el seminario que el ex presidente Piñera bien puede ganar esta elección, pero que es poco probable que la derecha logre “curar las heridas” de este proceso de modernización…

Bueno es lo mismo que acabamos de ver. Si Piñera piensa que todo lo que hay que hacer es dinamizar la economía, las cosas irán mejor, sin duda, pero las fuentes del desasosiego seguirán allí. Lo que me parece más bien -y fue esto lo que planteé en ese seminario- es que en los tiempos que vienen se requerirá, sin duda, buenas políticas públicas, pero sobre todo se requerirá de la Política, así, con mayúscula: de la capacidad de orientar y contener las expectativas de las personas apelando a su inteligencia y su racionalidad; de conferir reconocimiento a los nuevos grupos medios que se sienten en una situación de tránsito, y de elaborar un proyecto que sea capaz de distinguir entre las desigualdades merecidas que son producto del mérito y del esfuerzo personal y las desigualdades inmerecidas que se deben a la herencia o a cualidades adscritas que nada tienen que ver con el desempeño. Las sociedades para funcionar requieren políticas públicas bien diseñadas, no cabe duda, pero también requieren de buena Política, de esa dimensión simbólica de la vida compartida que en algunos momentos solo la Política es capaz de proveer.

¿Y el Frente Amplio, cuyo diagnóstico surge de un supuesto “malestar social”, será capaz de representar a estos sectores medios de los que usted habla?

Me parece que no. Por el contrario, creo que esos diagnósticos están muy distantes de la sensibilidad de esos grupos medios cuya característica es el anhelo de bienes estatutarios, el orgullo por su trayectoria vital y la renuencia a adherir a sueños colectivos.

La franja electoral -de ambos conglomerados- ha estado marcada por estos “sueños colectivos”…

Son discursos muy sombríos, que retratan a Chile como si fuera una especie de reino de la injusticia, de la desigualdad, de la explotación, en el caso del Frente Amplio; o como si Chile fuera un país mediocre, estancado, empeñado en dispararse en los pies como lo muestra Chile Vamos. Y no es ni lo uno ni lo otro. Ni somos un país deseoso de vivir como si habitáramos una especie de compacto arrecife de coral, todos unidos, cohesionados, iguales, ni somos tampoco una sociedad solo preocupada de la mera individualidad. Somos una sociedad bastante razonable, con personas satisfechas en términos generales con su vida personal, con grupos sociales que cuando se miran intergeneracionalmente experimentan o han experimentado un gran ascenso y los problemas que padecemos son típicos de una sociedad de clase media, que ha elevado su ingreso y disminuido la pobreza y que ha cambiado sus expectativas, y me parece que hemos leído mal: en el afán de extremas las cosas, nos estamos deslizando hacia diagnósticos profundamente erróneos y ya sabemos lo que producen los diagnósticos erróneos, producen malas políticas y tropiezos.

¿Cuánto pierde el conglomerado oficialista, a su juicio, al no estar en las primarias presidenciales?

Pierde menos de lo que pudo pensarse antes de que la campaña comenzara. Si la campaña -especialmente de la derecha- hubiera sido más racional, con mayor sentido de lealtad entre sus miembros y apelando a los grupos de los que hemos hablado, la ausencia de la Nueva Mayoría habría sido un desastre. Pero ha sido tan malo el desempeño de la derecha, por momentos tan vergonzoso el espectáculo que han dado (Piñera hecho un manojo de tics y con un discurso maquinal; Kast a veces balbuceante y muy informal; Ossandón agresivo y rozando lo vulgar), que estar al margen de eso puede ser, si se lo aprovecha bien, casi un activo.

¿Considera usted que esta elección está abierta, o “líquida” como se ha dicho y que cualquier cosa pueda pasar en noviembre?

Siempre puede pasar cualquier cosa, por supuesto; pero los datos hasta ahora existentes y la sensibilidad de la opinión pública parecen indicar algo inédito en la historia política de Chile: la derecha podría ganar con la voluntad popular dos veces en apenas un cuarto de siglo. Que algo así pueda ocurrir es una muestra de la realidad sociológica del país, una prueba de que no es del todo correcto ver a Chile, como ha insinuado tantas veces la presidenta Bachelet, como un país al borde la fractura, anhelante de solidaridad y cohesión.

A propósito de lo sucedido con Ossandón durante la campaña, donde reconoció que desconocía el Acuerdo de París en Tolerancia Cero, él, como la propia Beatriz Sánchez, señalaron que no es necesario saber de todo o “ser una enciclopedia” para ser Presidente de la República. ¿Qué opinión le merece esta afirmación?

Un rasgo notable de esta campaña -que el incidente que usted recuerda retrata bien- es que se ha pretendido transformar la ignorancia en una especie de virtud cívica. Ahora resulta que no tener ideas claras sino sueños; cultivar el “buenismo” y desconocer las asperezas de la realidad; cerrar los ojos a los aspectos más complejos del manejo del estado, y tener un cierto desparpajo para reconocerlo se reclama como una virtud. Es sencillamente increíble que la rusticidad intelectual en un caso, y el discurso naif y adolescente en otro puedan ser considerados como algo razonable de ofrecer al electorado.

¿Ve usted al Frente Amplio como un proyecto político, o lo ve más bien como una aventura electoral de los “hijos de militantes de la Concertación” como dijo la Presidenta Bachelet?

El Frente Amplio, hasta donde alcanzo a ver, es de tinte generacional tanto por la edad de la mayor parte de sus miembros, como por la sensibilidad que dice interpretar. Y su futuro dependerá de la capacidad que tenga de dejar a un lado ese aspecto suyo que hasta ahora prevalece. Como suele ocurrir con los fenómenos generacionales, el Frente es llamativo, en especial por el desempeño de sus dos principales líderes -Boric y Jackson-, quienes sin ser parte de los sectores populares (en eso la Presidenta tiene razón) son portadores de una conciencia de vanguardia, la idea de que poseen una conciencia esclarecida acerca de los intereses de esos grupos que sería su deber esparcir para despertar a quienes, inexplicablemente, han sido incapaces, por ceguera o cobardía, de ver lo que ellos ven. Pero como ni las vanguardias ni las generaciones son culturalmente eternas, el futuro del Frente Amplio radica en la capacidad de sus líderes para abandonar ese rasgo generacional y transitar hacia las ideas razonadas.

Si el Frente Amplio consigue 200 mil votos el domingo, ¿se puede convertir en una amenaza real para la Nueva Mayoría?

Me atrevo a augurar que en la siguiente elección el Frente Amplio va a estar muy por debajo de las expectativas que ha sembrado. Es un caso donde la novedad ha generado expectativas que están muy por encima del desempeño que con toda probabilidad va a tener en la próxima elección. Esto no quiere decir que tenga malas ideas o que los intereses que promueve sean intereses desechables, estoy diciendo que tiene poca sintonía con la realidad del Chile contemporáneo, que es distinto.

Usted dijo hace unos meses que veía en la figura de Alejandro Guillier una tentación hacia el populismo…

Lo diría de la siguiente forma, el populismo tiene dos sentidos. Por una parte se habla de populismo para aludir a una especie de demagogia desembozada que consiste en halagar a las masas simplemente y hacerlas sentir bien y ofrecerles el oro y el moro con el fin de ganar su voluntad, esto es demagogia más que populismo. El populismo en un sentido más técnico, que es a lo que me refiero, alude más bien a la idea de que la ciudadanía es una especie de sujeto colectivo, el pueblo, la ciudadanía, de la cual el líder político se siente intérprete privilegiado, pasando por encima de los canales institucionales. Si uno entiende así el populismo, no cabe ninguna duda de que Guillier es un hombre que se ha deslizado a ese tipo de populismo. Que el hecho de no tener ideas propias o programas demasiado elaborados es porque lo hará en diálogo con la ciudadanía.

Beatriz Sánchez ha dicho eso…

También lo ha dicho Beatriz Sánchez. Sánchez y Guillier lo han dicho permanentemente. Me parece que cuando a Sánchez se le pregunta por los contenidos de su programa y la respuesta es que eso lo va a hacer en diálogo con la ciudadanía, es una forma entre populista y obvia de escamotear una respuesta que no se tiene.

La Tercera/El Mostrador

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