Sálvese quién pueda

Sálvese quién pueda

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LAS CONSECUENCIAS de la debacle electoral del pasado domingo ya comienzan a visualizarse. La idea que este gobierno se está hundiendo, provocó un efecto estampida, bajo la clásica premisa del sálvese quien pueda. Abandonar el barco es la consigna que recorre gran parte del oficialismo.

En esto, la estrategia de escape es clara: la Presidenta y su equipo son los culpables de todo. Aquí la crítica es sin piedad y viene de los mismos que en un momento no dudaron en sumarse en la travesía.

Es el caso de la DC, que ahora dice que la han tratado mal, que la Nueva Mayoría es un mal invento y se niegan a entrar a La Moneda. Claro, a nadie se le olvida que ellos engendraron a la creatura que hoy abominan y que apoyaron muchas de las iniciativas que ahora critican. Pero, claro, esta no es una discusión de principios. Es de sobrevivencia. Estar con Bachelet es hoy un pésimo negocio y hay que buscar cualquier excusa para arrancar.

Es duro, que duda cabe, pero la Presidenta no puede acusarlos de deslealtad. De alguna manera esta es una suerte de muerte anunciada. Porque las deficiencias de su gobierno las vienen advirtiendo las encuestas desde hace mucho tiempo. Y Bachelet las desechó todas, incluso festinó con ellas, señalando que en la calle siempre encuentra más apoyo. Bueno, ahora, la calle le dejó claro que no está con ella. Pese a eso, la Mandataria insiste en negar la realidad, sacando todo tipo de cuentas favorables, que nadie comparte. Con esto, solo logra ahuyentar aún más a sus antiguos socios, quienes perciben que lo que queda de gobierno puede ser aún peor.

A estas alturas sorprende la incapacidad de Bachelet de enmendar el rumbo. Su desconexión y negación ya resulta inexplicable, por decir lo menos. Cuando todos le vociferan que es necesario cambiar, cuando se desestabiliza el barco, ella mantiene el ritmo de colisión.

Una imagen que recuerda la banda del Titanic, que seguía tocando, como si nada pasara, cuando todo hacía agua. La gente corría despavorida, pero ellos seguían inmutables, trasmitiendo una señal de normalidad patética. Para la historia quedará el porqué una presidenta cuyo único activo era estar conectada con la gente, optó por desconectarse y aislarse de manera tan brutal. En el intertanto, los políticos, que viven del presente, lo único que les queda es arrancar e intentar salvarse ellos. Si eso acelera la caída, no es su problema.

Pero, la operación salvataje no solo incluye abandonar el barco, también sus ideas. Por eso, lo segundo que no deja de sorprender es como ahora la palabra de moda es moderación. Incluso el dueño de la retroexcavadora, el senador Quintana, decidió darla de baja. O no son pocos los que no dudan en enterrar a la Nueva Mayoría. Lo que muestra que cuando las cosas andan mal, las lealtades se rompen no solo con las personas, sino también con las ideas. Así, el otrora sagrado programa de gobierno, hoy pesa menos que un paquete de cabritas.

En suma, el domingo pasado Chile cambió y lo que vemos ahora es el simple reacomodo de todos para reflejar aquello. Bueno, salvo el gobierno y su Presidenta. Para ellos corre el refrán: el último apaga la luz.

 La Tercera/La Tercera

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