Repensando la izquierda

Repensando la izquierda

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Bajo el título “Socialismo democrático: ideas en busca de una voz” (“El Mercurio”, 19 de junio), Carolina Tohá sostiene que, en el contexto de las tensiones que experimenta el país, tiene lugar una “revalorización” del “socialismo democrático”. No obstante, el artículo genera múltiples dudas y deja en evidencia una reflexión insuficiente de los desafíos que plantea el proceso abierto por el estallido y el proceso constituyente.

La propia noción de socialismo requiere precisiones. No cabe, además, considerar como patrimonio exclusivo del sector que representa, la vocación de construir mayorías, la búsqueda del cambio social en paz, la preocupación de la sostenibilidad de las políticas públicas y el compromiso con la democracia y los derechos humanos, pues todo ello es también patrimonio de la izquierda, como lo viene demostrando desde su fundación el Frente Amplio, la Plataforma Socialista y el gobierno del Presidente Gabriel Boric.

No hay proceso de “puesta al día” posible si se piensa que el desafío de la socialdemocracia y de la llamada “Tercera vía” radica en introducir las “nuevas preocupaciones”, como el medio ambiente y el feminismo, en su marco tradicional. El proceso es más complejo, se trata del encuentro de culturas políticas que se ignoraron o combatieron; cuya confluencia requiere tiempo y supone procesos de deconstrucción y reconstrucción de las ideas de izquierda, repensar cómo se articula lo social y lo político e indagar en nuevas formas de partidos.

Tohá tiene razón en que la cercanía de su sector respecto de la democracia liberal la distingue de la izquierda, pues esta última mira críticamente que la democracia liberal ha convivido, históricamente, con la exclusión de amplios sectores y está afectada por la captura del sistema político por parte de la tecnocracia, la despolitización de la deliberación pública y la dificultad para hacerse cargo de los “otros” que plantea, por ejemplo, la migración. Todo ello ha redundado en desafección y el surgimiento del populismo. No menciona Tohá, tampoco, cuestiones importantes para la izquierda, como la democracia directa, complemento indispensable para que la democracia representativa supere sus dificultades (modernas) para avanzar hacia una democracia más próxima a los ciudadanos.

Lo que Tohá llama “reconocimiento de los límites del Estado” como propio de su sector es problemático, porque en Chile se tradujo en la abdicación del Estado de su rol en el desarrollo y la mantención en el mercado (y por tanto a las grandes empresas) del liderazgo de las decisiones de inversión y de las pensiones.

Hay otras diferencias entre el sector de Tohá y las izquierdas que han aparecido en el debate constituyente. (1) Un énfasis en el sistema parlamentario en el Frente Amplio versus un presidencialismo en la ex-Concertación. (2) Asociado a lo anterior, una clara tendencia en el Frente Amplio a terminar con la iniciativa exclusiva del Presidente de la República en diversas materias; ello apunta a una preocupación por la eficiencia legislativa, pero también y sobre todo a una preocupación por la primacía del Congreso como principal instancia de representación y por los efectos de separación entre la sociedad y el sistema político resultado de la baja capacidad de incidencia constructiva del Congreso. (3) Sin duda hay una profunda diferencia en la relevancia asignada al tema medioambiental y la preocupación por los derechos de la naturaleza. No deja de sorprender la poca atención que Tohá le asigna a este problema.

Propone la autora la construcción de un Estado de Bienestar de nuevo tipo “que responda a los cambios sociales, tecnológicos y económicos que hemos vivido”. Ello no basta para dar cuenta de la complejidad del problema. Las migraciones y el reconocimiento de los pueblos originarios ponen en cuestión la idea de un Estado de Bienestar pensado en los estrictos límites nacionales y exigen su reconstrucción a partir de encuentros de culturas y naciones muy diferentes. La demanda feminista representa un cambio epocal que se refleja en un cambio cultural, del mundo “privado” y en la centralidad social, pero también económica del sistema nacional de cuidado.

Los cambios económicos que inciden en la necesidad de una visión distinta del Estado de Bienestar no pueden ser comprendidos sino a partir de la construcción de una nueva relación con la naturaleza para combatir el cambio climático y la destrucción en marcha del entorno natural y la construcción de la gobernabilidad democrática del cambio tecnológico. (El Mercurio)

Eugenio Rivera Urrutia