Renato y los invisibles

Renato y los invisibles

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El lunes pasado me tocó vivir una experiencia inesperada y estremecedora. Estaba en una reunión junto al Presidente Piñera y la directiva del PRI, cuando me llega un mensaje de la Comandancia de Bomberos de Rancagua: necesitaban comunicarse urgente conmigo. Sorprendido, llamé de inmediato y me señalan que hay una persona en la parte más alta de una torre de alta tensión, que amenaza con lanzarse al vacío y que solo acepta conversar conmigo. ¿Conmigo? Efectivamente, fue la respuesta.
Le cuento al Presidente Piñera lo que está ocurriendo y comparte conmigo que debo ir de inmediato. El viaje fue angustioso. Solo me preocupaba ir avisando dónde iba, para que le fuera transmitido a la persona en la torre. Intentaba llegar lo más pronto posible, para que no se produjese una desgracia.
Ya en el lugar, la carretera sur antigua con el cruce de Alameda en plena Rancagua, me encontré con el tráfico suspendido, carros bombas, ambulancias, carabineros y el sector acordonado. Me di cuenta de que la escalera telescópica no tenía ángulo para llegar a lo más alto de la torre y que las colchonetas no podían ser ubicadas por una zanja. A unos 25 metros de altura, en un lugar de altísimo riesgo, una persona me saluda con sus brazos. Ahí supe que se llamaba Renato, que lleva más de dos horas arriba.

Me pidieron esperar las instrucciones de Bomberos. Tras unos minutos se me permitió acercarme a la base de la torre y pude iniciar una conversación con él.

Estuvimos hablando cerca de una hora. Me señalaba las distintas ocasiones en donde habíamos estado juntos en la Población Vicuña Mackenna, que no quería nada para él, que ya estaba muy mal, pero que veía que los políticos venían para las elecciones pero después se olvidaban y no escuchaban a la gente. Que había mucha pobreza, falta de trabajo, drogas, que no los trataban en los hospitales, que mirara lo que estaba pasando con los niños del Sename, que ellos se sentían abandonados. Me dijo que confiaba en mí -una gran responsabilidad- y que solo me pedía que no le fallara en esta preocupación por los más necesitados. ¡Que los escuchara!

Pienso que le impactó que hubiese llegado y que le dijera que yo ya no era parlamentario ni ministro, que estaba en una reunión en Santiago y que había venido lo más rápido posible para que pudiéramos conversar. Que lo venía a buscar a él. Logramos que bajara y nos dimos un gran abrazo. De esos que no se olvidan nunca en la vida, en que uno siente que la persona busca aferrarse, protegerse, ampararse.
Cumplo mi compromiso de transmitir sus dolores, angustias y preocupaciones. Y de tratar de colaborar como persona para que no caigan en el vacío. ¡Cuántas veces habremos estado en la vida con personas a quienes le representamos una pequeña esperanza, pero que luego se sienten “invisibles” para uno y para la sociedad! Qué gran regalo de Navidad para mí haber podido “ver y escuchar” a Renato, estar junto a él cuando me necesitaba. Que el nacimiento de Jesús nos ayude a todos a poder ver siempre a quienes sufren y a estar junto a ellos aunque sea para escucharlos. Eso ya es muy important, permite a veces seguir viviendo. Y como sociedad nunca olvidemos a quienes se sienten “invisibles” en sus dolores y necesidades. (La Tercera

 Andrés Chadwick

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