Imagina que eres un joven emprendedor en Chile, lleno de ideas, listo para lanzar el negocio de tus sueños. Pero, en lugar de crear, estás atrapado navegando por un laberinto de papeleo, permisos y retrasos. Semanas, tal vez meses, solo para comenzar. Esa es la realidad de muchos jóvenes y mujeres en Chile.
Hace poco más de una década, Chile llevó a cabo algunas reformas legales que permitieron que fluyera la libertad, la competencia y la creatividad. A modo ejemplar, consumidores que estaban atrapados en un contrato telefónico, con un servicio deficiente, incapaces de cambiarse de compañía sin perder el número telefónico o debiendo pagar tarifas elevadas, pudieron hacerlo, sin cargos ni problemas tras la ley de portabilidad numérica.
La portabilidad no solo implicó mayor libertad de elección para los consumidores, sino que también levantó barreras de entrada, abriendo el mercado y facilitando la entrada de nuevos actores. ¿El impacto? En el primer año, 3,1% de los usuarios cambiaron de proveedor. En 2017, ese número se disparó al 19,6%, y hoy se ha estabilizado en 13,9%, con 3,6 millones de cambios solo en 2024. Los consumidores hoy tienen mayor libertad de optar por precio y calidad, sabiendo que pueden cambiarse de oferente si no están satisfechos. Ese es el poder de la elección.
En 2013, se daba otro paso muy relevante para facilitar la vida de los emprendedores. La ley de constitución simplificada de sociedades, conocida como “Tu empresa en un día”, la que permitió a miles de personas, a través de una plataforma digital, crear empresas en 24 horas. No más viajes interminables a las notarías, conservadores de bienes raíces o semanas de espera. Desde su vigencia, con una firma electrónica, todo puede manejarse en línea: incorporación legal, inicio de actividades, obtención de Rol Único Tributario, incluso realizar fusiones o disolver empresas.
El impacto ha sido asombroso: la tasa de creación de empresas aumentó un 3,4% y la creación de empleo, en los sectores de alto costo de entrada, aumentó un 1,1%. Para 2024, el 89,5% de las nuevas empresas utilizaron este sistema, reduciendo el tiempo promedio de inicio de 27 días a solo 5,5 días. Aun cuando es cierto que muchas empresas creadas utilizando este régimen han fracasado, ello no constituye un paso atrás; tan solo da cuenta del proceso de destrucción creativa, que libera recursos para nuevas o mejores ideas.
Más recientemente, se aprobó la portabilidad financiera, promoviéndose nuevamente con ella la libertad de elección y la competencia en dicho mercado. ¿Los resultados? También positivos. Estudios dan cuenta que las tasas de refinanciamiento aumentaron del 17.9% al 19.5%, con ganancias potenciales de hasta el 28.6% si no solo se consideran los costos económicos y procedimentales, sino también los cognitivos dada la mayor información disponible al consumidor financiero tras la reforma.
Esto significa que las familias, que gastan alrededor del 25% de sus ingresos en deudas, ahora tienen más espacio para elegir, y los bancos y otras instituciones financieras compiten más para ofrecer mejores condiciones. Es una victoria para los consumidores y un impulso para la movilidad económica.
Este año, y no exenta de polémicas generadas por el sector oficialista, se aprobó la ley que permitirá simplificar el otorgamiento permisos sectoriales. Si bien sus efectos están por verse, sin duda se trata de un paso en la dirección correcta para liberar a las personas, creadoras del progreso, de una serie de trámites burocráticos, entorpecedores de sus sueños.
Estos ejemplos dan cuenta de que una regulación o desregulación más inteligente puede desbloquear la libertad, generar innovación y transformar vidas. En Chile, ya lo hemos hecho y los resultados son auspiciosos e inspiradores.
Pero más allá de estos casos, que en la última década son excepciones, hace 10 años que entramos en un periodo de estancamiento, generado en buena medida por la desinteligencia regulatoria, la que solo ha hecho crecer los desafíos actuales y futuros, que deben abordarse con urgencia.
Durante décadas, Chile fue un faro de libertad económica en América Latina, basado en el libre comercio y la libertad creativa de las personas y del espíritu empresarial. Pero una ola progresiva de regulaciones y permisos comenzó a sofocar el progreso. La burocracia está asfixiando la inversión, desacelerando el crecimiento y limitando las opciones y oportunidades tanto para los consumidores como para las empresas. Los expertos lo han advertido en todos los tonos. Si no actuábamos, el potencial de Chile será frenado, afectando la calidad de vida de cada uno de los compatriotas.
Tras el rechazo de la primera propuesta constitucional, refundacional y promotora del decrecimiento económico, ha surgido una nueva mentalidad en nuestra sociedad: una que comprende la importancia de nuestras libertades, de su significancia para el desarrollo inclusivo, y que está dispuesta a poner el foco en el impulso del crecimiento económico, la inversión privada y la productividad.
Chile enfrenta hoy muchos desafíos: aprobaciones ambientales excesivamente lentas y, muchas veces, circulares, en que se vuelve a la partida; severos problemas de orden público y seguridad, informalidad laboral y altos impuestos corporativos. Al mismo tiempo, nuestro sistema escolar debe ser repensado para preparar a nuestros jóvenes para un mundo impulsado por la tecnología, asegurándonos de que no sean reemplazados por la automatización, sino que empoderados por ella.
Es momento de materializar el anhelo. A la pregunta sobre cómo eliminar la burocracia sin comprometer cuestiones básicas, la respuesta es la regulación y la desregulación inteligente, que aumente la libertad y la prosperidad, que empodere, y no restrinja, a las personas, priorice las habilidades para el futuro, desate la competencia y permita mejorar las condiciones laborales.
Comprometámonos a reducir las barreras y la burocracia. Cortemos, de manera inteligente, las amarras que ahogan la creatividad y la libertad, esenciales para el progreso. No nos quedemos en las esquinas, vamos al fondo del asunto. Construyamos un futuro en el que la innovación y la oportunidad no conozcan límites.
La política y la sociedad civil tienen el guante para trabajar juntos por un futuro mejor. (Ex Ante)
Natalia González



