“Rechazo”: legal… pero muy imprudente

“Rechazo”: legal… pero muy imprudente

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Entre las causas principales del “estallido social” —menos que lo que la izquierda piensa, pero más que lo que la derecha cree— está el tema constitucional. Un país dividido acerca de su Constitución, que es la piedra angular del sistema político, es una sociedad enferma. Y Chile, desde hace 40 años arrastra un quiebre acerca de la legitimidad de “la ley de todas las leyes”. Una mayoría significativa, aunque no abrumadora, rechaza o cuestiona la Constitución y una minoría muy significativa (aunque minoría al fin) la considera la base de su seguridad.

De los intentos de solución de este dilema, tal vez ninguno más generoso que el “Acuerdo por la paz social y la nueva Constitución”, notable, además, por la grandeza de las recíprocas concesiones sobre las que se construyó. Crea un mecanismo donde ninguna mayoría relativa puede predominar sobre otras. Ni la izquierda ni una combinación de centro ni la derecha, por sí solas, pueden imponer su particular visión sobre el sistema político, los derechos y las libertades. Para ello se establece que en la nueva Constitución todas sus disposiciones deberán ser aprobadas por los dos tercios de los miembros de una Convención encargada de redactar un proyecto que será sometido a plebiscito. A los partidos se les notifica que donde no haya convergencia de dos tercios, no habrá norma constitucional. Tal es el sentido de la idea de una “hoja en blanco”, que no es otra que si no se alcanza esa mayoría tan calificada no se debe volver a la Constitución del 80.

Es cierto que el “Acuerdo” considera la posibilidad de que, en el plebiscito de entrada, la ciudadanía desestime la necesidad de una nueva Constitución. Eso hace que votar por el “Rechazo” sea legal. Pero es cierto, también, que esa opción, de triunfar, importa una feroz negación del espíritu del “Acuerdo”. El “Rechazo” obedece a una lógica ajena al respeto de las mayorías y a la búsqueda de consensos que es de la esencia de la democracia. Si triunfara esa opción regiría la Constitución del 80 y, en cuanto a su reforma, lo que establece su Capítulo XV, cuyo texto consagra que una minoría de un tercio puede imponer la continuidad de las disposiciones esenciales de la Constitución del 80.

La lógica del “Acuerdo” es que vamos a tener en la Constitución aquellos derechos e instituciones en que convengamos los dos tercios de los chilenos. La del “Rechazo”, en brutal contradicción, es que los derechos e instituciones son los que están en la actual Constitución y ustedes solo podrán reformarlos si cuentan con el respaldo de dos tercios; dicho más directamente, solo van a poder establecer los derechos que nosotros autoricemos, aunque sean una fuerza electoral muy superior a la nuestra. ¿Es que no habéis aprendido que durante 40 años hemos defendido esta Constitución y para ello hemos aplicado, sin escrúpulos, el derecho a veto que ella nos ha entregado; que para conservarla hemos incumplido acuerdos, promesas y documentos que no una, sino varias veces, hemos firmado? Una actitud que traduce las ideas constitucionales de la dictadura, la UDI y de Jaime Guzmán.

Que el “Rechazo” sea legal no significa que no sea imprudente; ni tampoco permite desconocer que agrava la polarización de la sociedad, justo en un momento en que lo que más se necesita es diálogo, búsqueda de acuerdos. Pero hay algo más grave. El paso, fulminante y estridente, de algunos desde el “Acuerdo” hacia el “Rechazo” ha quebrado confianzas políticas, tal vez de modo irremediable, que en esta crisis son y seguirán siendo imprescindibles.

Que el triunfo del “Rechazo” consagre, por un margen estrecho, la inamovilidad de la Constitución del 80 (a menos que se cuente con quorum elevadísimos, de 67% para reformar las disposiciones esenciales y 60% para las restantes) es una posibilidad legal, pero un imposible político. Pretender que ese resultado pueda traer la paz social, más que un error de cálculo es una insensatez, que puede prolongar por mucho tiempo una querella que ya lleva 40 años. No hay extorsión cuando se dice, “con acuerdos de los dos tercios construyamos una Constitución”; pero sí la hay cuando una minoría dice, “a esta hoja llena (que es la Constitución del 80) solo le pueden hacer las reformas que nosotros aprobemos y si no el texto queda como hoy está”. Es lo que va del “Acuerdo” al “Rechazo”.

Genaro Arriagada

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