Razones por Beatriz- Fernando Balcells

Razones por Beatriz- Fernando Balcells

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La candidatura de Beatriz Sánchez no es una más en las exploraciones de popularidad de los aspirantes. La candidatura de Beatriz es la culminación de un proceso de rebelión y de organización ciudadana que tiene una envergadura histórica. Lo que ha pasado en el país en estos años y que la elite llama ‘una explosión de las expectativas’, es en realidad una revolución ciudadana que busca constituirse como sujeto de su historia y producir una inflexión en las formas de desarrollo económico y social del país.

No la conozco personalmente.. No comparto todo lo que dice y es posible que en el futuro se agreguen diferencias al calor de su campaña. Sin embargo, por realismo político, por admiración de su carácter y por respeto a la apertura de nuestro porvenir, apuesto a ojos cerrados por ella y pido que se la apoye.

No da lo mismo quien sea el candidato que nos posibilite levantarnos como una alternativa a nuestra propia inercia. Beatriz es la dignificación de la calle y de la opinión pública ante si misma; es la devolución de la confianza a la gente que vacila entre marchar y escuchar la voz descalificadora de autoridades y pastores. Su llamado se va a hacer escuchar como una defensa sin contemplaciones de los sueños de los jóvenes y del respeto a la gente.

Debo confesar que me enamoré de Beatriz por su voz. No de su voz sino de ella por medio de su voz. Era una voz de ideas claras. Una inteligencia alerta y alegre que sugería a una gata madura y curiosa enviando a rodar el ovillo de una conversación en la que el asombro todavía tenía lugar. Una voz segura y modesta, interrogativa en el extremo contrario de la voz del inquisidor que pregunta incesantemente para escucharse a si misma en un espejo sonoro. Era una voz retraída que dejaba hablar al entrevistado y lucirse a su socio radial.

Ella se diferencia de otras mujeres en la política por la caída. Podríamos decir por la forma en que dejan caer el pelo dibujando su cara, sonriendo, acentuando sus rasgos o reservándolos. Pero se trata de otra caída; del lugar a donde van a dar sus esfuerzos. Beatriz se ha puesto al servicio de causas sin importancia para la elite. Ella se ha puesto a disposición de los jóvenes poco serios, de los que piden rebaja de sueldos y buscan en la tradición no a padres políticos sino a mujeres ligadas a la economía doméstica, gestoras de arraigos nuevos y de futuros no escritos. No queda más que sospechar que la política se ha desordenado de la manera justa para hacernos un lugar de encuentro con Beatriz.

Beatriz puede ser el lugar en el que tome forma lo que no ha sabido remontar la corriente social y producirse en lo político. Ella no es la líder que nos tomará de la mano en el paso por los infiernos. Ella es el cuerpo afectivo que puede acoger nuestras diferencias y acompañarnos en el invento de un porvenir.

La he escuchado decir que sus ideas se apoyan en el sentido común. Ella tendrá que estar atenta a las diferentes posibilidades del sentido común. Es común, por ejemplo, que haya una jerarquía de las cosas importantes en la sociedad y que los problemas que afectan la experiencia de las personas y las localidades son ‘puntuales y no son importantes. El sentido común nos dice que hay especialistas en asuntos públicos preparados para suplir la ignorancia de la masa de la gente que no entiende cosas complejas.

El sentido común tiene una vertiente conservadora que es la que obedece naturalmente a la razón del más fuerte. Es la inclinación que favorece la inercia, la entrega a los automatismos mentales y la renuncia a la participación política. Hay un sentido común del burócrata, un pragmatismo del especulador y una oscuridad episcopal y profesoral que se dejan caer sobre las personas como una sombra igualitariamente compartida. En el sentido común, los representantes electos pueden usurpar la soberanía de sus representados sin que su impostura se haga notar. El sentido común conservador es lo que inclina a Lagos a repetir su fórmula: gobernar es construir caminos y cobrar peajes. Es lo que lleva a Guillier a buscar apoyos políticos en estructuras y figuras del pasado.

Beatriz apela a una vertiente moral, crítica y empírica del sentido común. Ella se ha hecho eco de la indignación popular que viene de las promesas incumplidas del modelo institucional. Ese enojo viene de la falta de respeto reiterada con que el sistema responde a los reclamos por los abusos, por la explotación del tiempo de las personas, la mala calidad de los servicios, la sordera de las autoridades, las bajas remuneraciones y la impostura de los políticos.

Beatriz Sánchez va a tropezar con las trampas discursivas del sentido común pero, en el balance, va a hacer un lugar a la experiencia de la gente, al sentido crítico de los jóvenes y a la elevación de los criterios de exigencia en las políticas públicas. Intuitivamente ella va a trabajar para construir los nuevos sentidos comunes que se desprenden de las necesidades de una vida más digna y creativa para todos.

Necesitamos representantes que tengan la frescura y la valentía que solo los niños, las mujeres, algunos viejos y la mayoría de los desadaptados son capaces de tener. Una actitud que no pide permisos y que corre los riesgos de enfrentar el sentido común estadístico. Una política que no mezquina su entrega, que no se enreda en las trampas de la corrección de los discursos y que no calcula las derivadas que tanto le gustan a los académicos sin arraigo.

Hemos olvidado el sentido del progreso y de la vida que queremos. Los hombres sin ideas, la elite política y técnica ha perdido la curiosidad por la utopía. Ellos creen que el futuro ya está cumplido y que solo resta actualizarlo y limarlo de sus asperezas. El progreso ya está definido y cuantificado, solo resta acelerarlo y liberarlo como un escultor a su obra guardada en la piedra. El progreso, entendido como lugar común estadístico, es lo que ha succionado y escupido fuera de cuadro a la exploración de nuevas  ideas políticas.

Beatriz Sánchez puede hacer una campaña para ganar, no solo para testimoniar. Ella puede competir manteniendo su frescura y sin caer en las caras contraídas de los candidatos ‘serios’. Su campaña debe confrontar a los movimientos disidentes y juveniles con la responsabilidad de gobernar. Ella debe asegurar una capacidad de administración eficiente y democrática, sin dejarse agotar por esa demostración.

Espero que su campaña permita abrir finalmente un debate sobre la invención de un espacio público que no pertenece al Estado, ni a la sociedad civil ni a la suma de las partes sino a nuevas formas de compromiso de nuestras instituciones con una democracia más cercana y con organizaciones sociales valoradas por su aporte al desarrollo.

Necesitamos que el valor de los remedios, la calidad de los servicios de salud, los montos de las pensiones, la eficiencia del transporte, el diseño urbano, la inhibición de la colusión, la participación ciudadana, la educación, las remuneraciones de los trabajadores, el financiamiento a las iniciativas de emprendimiento sustentable, la nueva Constitución, el respeto al medio ambiente y las soberanías locales; necesitamos que la campaña de Beatriz Sánchez ponga en primer plano de las urgencias a las prioridades políticas de la gente.

 

El Mostrador

 

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