Postmunicipales: desafíos de poder y lecciones para las fuerzas emergentes

Postmunicipales: desafíos de poder y lecciones para las fuerzas emergentes

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Mucho se ha dicho de las elecciones del pasado domingo. La mayor parte de los análisis, sin embargo, se hacen desde el punto de vista de quienes detentan hoy el poder. Son miradas que presumen que es en las elecciones donde se juega el mapa del poder en el país, escondiendo lo que ocurre en las estructuras desnudas de la sociedad. Más aún, en el campo propiamente político, se concentran en lo que ocurre en los grandes bloques en el poder, asumiendo a su vez que la disputa entre Chile Vamos y la Concertación sigue siendo la que define el futuro del país. Se hace relevante entonces, para las fuerzas que apostamos por superar el actual ciclo histórico, el poder debatir nuestras lecturas, de manera de pulir nuestras apuestas.

Es indudable que estas elecciones eran distintas a cualquiera anterior. Los remezones provocados por el movimiento estudiantil han hecho surgir nuevas fuerzas políticas que luchan por consolidarse y, a su vez, han debilitado a los partidos tradicionales. Para las señaladas en primer lugar, fueron las primeras elecciones enfrentadas de manera algo más integral y no solo referencial; el triunfo de Jorge Sharp en Valparaíso fue además el primero logrado en una gran urbe. Para las últimas, fueron las primeras elecciones tras desatarse la mayor crisis de representatividad que recuerde la historia de la transición. Desde allí, los siguientes diagnósticos y aprendizajes son necesarios de discutirse:

-La abstención fue la gran ganadora: esta afirmación no tiene nada de novedosa, pero es relevante asumirla como un baño de realidad para las fuerzas nuevas. La política ha perdido sentido para la mayoría de la población, y esto no se debe solo a sus «malas prácticas», sino que principalmente a que aparenta ser una actividad inútil, incapaz de lograr cualquier cambio. Este diagnóstico también golpea a las fuerzas nuevas, que no hemos sido capaces de lograr conquistas que vayan transformando el modelo, en especial que hagan retroceder al mercado de los derechos básicos. La abstención no fue menor en aquellas comunas en las que las fuerzas emergentes concentraron esfuerzos, ni siquiera en Valparaíso. Vale decir: las masivas movilizaciones que hemos visto por la educación pública, contra las AFP o a favor de la despenalización del aborto están lejos de traducirse en participación o incluso en ligazón hacia las fuerzas nuevas. Al camino para tener herramientas políticas ligadas a las luchas populares le falta aún un larguísimo trecho por recorrer.

-Es posible debilitar a los defensores del modelo: si bien la Nueva Mayoría en su conjunto sale derrotada, los dos actores que salen más dañados son el Gobierno y el PPD. Esto no es coincidencia, pues ambos han estado en la línea de enfrentamiento directo con los movimientos sociales. Por el lado del Gobierno, la promesa de reformas estructurales y su posterior dilución en ajustes cocinados con los actores tradicionales, han sido causa de constante choque con el movimiento estudiantil, con los movimientos feministas y otros. El PPD, por su parte, ha sido el principal símbolo del matrimonio entre la política y los que lucran con los derechos básicos y las riquezas naturales. En particular desde Izquierda Autónoma hemos sido enfáticos en señalar el nefasto papel jugado por este partido en la discusión sobre la reforma educacional: el rol jugado por Pilar Armanet como vocera de Laureate International Universities, mientras Adriana Delpiano con Nicolás Eyzaguirre deben proponer una reforma a las universidades; Carolina Tohá, por su parte, se ha convertido en rostro del matrimonio ya mencionado por los permanentes aportes de SQM a su partido, de allí que su derrota no es sorprendente. Ya no es posible ser el Partido Por el Dinero y mantener legitimidad social.

-Autonomía o barbarie: La mayor parte de las fuerzas nuevas han sabido mantener una saludable autonomía con respecto al empresariado y la Concertación. El PRO escapa a esta regla en ambos sentidos, aunque particularmente polémicas han sido sus formas de financiamiento. De allí que uno de los principales datos políticos de esta elección sea la agudización del proceso agónico del partido del otrora ascendente ME-O, al tiempo que la feliz salida de diversos personajes del proyecto concertacionista para respaldar a las fuerzas de cambio.

A partir de estos diagnósticos, ciertos aprendizajes asoman como necesarios:

-Conquistar reformas pro derechos sociales es urgente: Las nuevas fuerzas, las nuevas generaciones, han dado variadas muestras de vocación y determinación para lograr cambios. Sin embargo, lo que nos puede dotar de sentido histórico y torcer la creciente lejanía de la ciudadanía con la política en general es conquistar reformas que efectivamente comiencen a desarmar el neoliberalismo imperante. Esto implica que los desafíos más urgentes no se reducen a lo electoral, sino que hay tareas fundamentales a nivel de construcción social, de disputa intelectual y cultural, de diálogo entre distintos actores y de debilitamiento de los partidos de la Concertación que deben ser abordadas en toda su complejidad.

-¿Para qué lo electoral?: Una lección que la historia nos ha dejado es que cualquier proceso de transformación radical de la sociedad requiere una base social sólida que lo protagonice. Los bajos niveles de participación reflejan que aquello está lejos de suceder; esto podría parecer un camino sin salida. Sin embargo, los últimos años han mostrado que los espacios institucionales pueden ser de ayuda si se orientan a las batallas políticas más relevantes, en este caso, a la pelea por las reformas. En esa línea, el panorama electoral demuestra que es posible constituir una verdadera bancada parlamentaria por los derechos sociales, que sea una herramienta de peso para esta pelea. Asimismo, es responsabilidad de todas las fuerzas emergentes el bregar por el éxito y la orientación transformadora de todas las concejalías y alcaldías (Valparaíso, San Fabián y Bulnes) conquistadas por las fuerzas de cambio.

-La relevancia de la unidad: Parece tentador concluir, a partir de la experiencia porteña, que la unidad entre organizaciones políticas es la clave del éxito. Discrepando de tal conclusión, pues simplifica en demasía un montón de procesos más complejos y propios de Valparaíso –además de ignorar que otros procesos igualmente unitarios no tuvieron igual resultado–, la mentada articulación sí asoma como condición necesaria para cualquier intervención electoral exitosa. La izquierda vive hace tiempo una crisis en sus debates estratégicos y aquello dificulta en muchas ocasiones una articulación más completa. Sin embargo, al menos en una cancha en la que siempre jugaremos de visita, saber enfrentarla de forma unitaria es ineludible. En ese desafío quedamos al debe para estas municipales, pero aún hay tiempo para conformar una lista parlamentaria única con un candidato presidencial electo mediante primarias para el próximo año.

Así las cosas, el panorama es complejo. ¡Pero cuándo no lo ha sido para quienes apostamos por terminar con el dominio de los poderosos sobre cada ámbito de nuestras vidas! Hoy más que nunca requerimos una rebeldía creativa, disposición a construir y organizar, y determinación para enfrentar a un modelo que ha convertido en objeto de lucro cuestiones tan elementales como la educación o el medio ambiente. El proyecto histórico de la Concertación puede ser superado y para ello nos necesitaremos a todos y todas. La esperanza siempre intacta. (El Mostrador)

Andrés Fielbaum

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